El responsable de estos engendros en una parte muy importante es el doblemente oscarizado LeRoy Anderson (oscars por Men In Black y El Profesor Chiflado, también responsable de La Muerte os sienta tan bien o Waterworld entre muchas otras).
Inspirados él y su equipo en libros de medicina forense y fotos de la 'escena del crimen', su ánimo era el de crear zombis basados en la realidad: reales en los patrones de color y el aspecto de descomposición general.
Su deterioro además aumentaría según avanzaba el asedio al centro comercial, estableciéndose tres niveles descritos por el propio maquillador de la siguiente forma: “La primera fase es la de alguien que está en urgencias: pálido y con mucha sangre fresca. La segunda fase tiene aún heridas húmedas pero la piel empieza a romperse. Se produce decoloración y moteado de tonos verdes y azules. La tercera fase es la más intensa, el esqueleto empieza a traspasar, las heridas se han secado, la piel se desprende y los colores son de un negro aceitoso”.
Además, las ingentes cantidades de “sangre” que se manejaron requirieron tantos cuidados como el propio maquillaje de los cuerpos. Se manejó una sangre normal, roja y fluida, para la primera fase; una versión más seca y marrón para la segunda; y una negra y aceitosa para la tercera. La cantidad fue tan enorme que se hizo necesario construir un “carrito de la sangre” para transportar los cubos hasta el plató.
Y por si esto fuera poco, cuando tocaba aplicarla, especialmente en algunos días punta en los que habían verdaderas legiones de cuerpos en descomposición, hubo que recurrir a no menos de 50 maquilladores para embadurnar a los actores. En total, se crearon un total de 3.000 maquillajes de zombi.
Todo dicho. Ahora sólo quienes quieran atreverse a adentrarse en un mundo en que tierra e infierno se confunden, irán a las salas a experimentar qué se siente cercado por la angustia de la peor de las pesadillas. Aunque a día de hoy a muchos tampoco les sorprenderá la imagen de atléticos descerebrados pululando a sus anchas por un centro comercial. Sólo que aquí al menos no manejan vehículos saturados de alerones.
