La historia del pop está plagada de dúos artísticos que se han llevado, literalmente, a matar. Gracias a sonadas desavenencias, como las protagonizadas por Lennon y McCartney, la prensa musical cubre su necesidad de cotilleo y los fans tienen la oportunidad de lanzarse los trastos a la cabeza los unos a los otros. La aparición de The Tears muestra que en muchos casos odio e inspiración vienen de la mano. Brett Anderson y Bernard Butler parecen intentar olvidar la suma de improperios que se dedicaron mutuamente (después de que Butler abandonara Suede en el 94) para aceptar que, les guste o no, se necesitan.
Suede saltó a la fama en el 92, tras sacar tres singles que obtuvieron una gran acogida (The Drowners, Metal Mickey y Animal Nitrate). Poco después lanzarían su primer disco, Suede (92).La revista Melody Maker les llegó a nombrar “el mejor nuevo grupo de Gran Bretaña”; la fama de Suede se vio aumentada, en parte, gracias a su coqueteo con la controversia (como, por ejemplo, cuando Brett Anderson se describió como un bisexual que nunca había tenido una experiencia homosexual) y a la creación de su propio universo de tópicos: los héroes de los suburbios, las drogas, lo andrógino. El segundo álbum, Dog Man Star (94) no recibió tan buenas críticas pero está considerado, por muchos (incluida servidora) , como el mejor trabajo del grupo, con himnos como New Generation o Heroine, el clásico The Wild Ones y la grandilocuencia de The Asphalt World.
Mientras aún estaban acabando de grabar Dogman Star, Bernard Butler abandonó el grupo. El guitarrista se aventuró (nunca mejor dicho) en una carrera en solitario que defraudó a fans y aburrió a la crítica; People Move On (98) y Friends and Lovers (2000) se alimentan de una épica excesiva que tan sólo da sus frutos en canciones como Stay y I’m not alone; escuchar cualquiera de los dos álbumes de cabo a rabo constituye toda un reto.