De todos modos, Dragon Quest Monsters no es un calco de Pokèmon. Para comenzar, podremos emplear hasta tres monstruos al mismo tiempo, lo que facilita la creación de estrategias y amplía el universo del juego. Pero el mismo sistema que nos daría una gran ventaja contra una IA, nos pone en un aprieto: no podemos dar órdenes concretas a nuestro equipo, sino que podremos hacerles actuar en base a unos parámetros. ‘Encárgate de subir los Puntos de Vida a tus compañeros’, ‘ataca con magia y cuerpo a cuerpo’, ‘céntrate solo en atacar’, ‘defiende’, etc. En última instancia, debemos confiar en el buen hacer de los bichejos que nos representan en combate.
Tampoco el modo de captura es el mismo que en el juego de Game Freak: para capturar a nuevos miembros que unir a nuestra formación tendremos que hacerles una demostración de fuerza, aunque ayuda haberles debilitado de antemano. Y quizá donde más se desvinculan ambos títulos es en el apartado de encuentros aleatorios, ya que mientras en Pokèmon se sucedían de manera natural, en DQM: Joker podemos ver en pantalla a las criaturas salvajes y esquivarlas en consecuencia, aunque algunas no dudarán en perseguirnos y trabar bresca. En definitiva, un modus operandi que a muchos les recordará al de la intentona Final Fantasy XII, pero que funciona a las mil maravillas en un título sin tantas pretensiones como este, que además cuenta con funciones Wi-Fi para enfrentar a varios jugadores en combates a la vieja usanza. Que tiempos aquellos, los del cable Link.
Lo que nos deja con un dignísimo cartucho cell-shading, que a pesar de contar con algún error gráfico (eso de encontrar de sopetón a habitantes del pueblo que antes no estaban frente a ti asusta a cualquiera) muestra unas animaciones fluidas y repletas de color, perfectas recreaciones del trabajo a la plumilla de Akira Toriyama, un clásico en el mundo Dragon Quest. Sin él, la magia de contar con nuestro propio equipo de diablillos, dracaninos y limos no sería lo mismo. Y su maestría, unida a la del compositor Koichi Sugiyama a la eterna partitura de la saga, nos transportan una vez más a la fantasía del RPG. No pueden faltar las monedas de oro, que los monstruos llevan siempre encima por sabe-Dios-qué-métodos. Nosotros ya lo obviamos.