La película más tortuosa y madura de Ang Lee, que responde en casi todo momento a sus ambiciones
En un momento de este fresco intimista y apasionado sobre la invasión japonesa de China (1937-1945), un joven director de teatro exiliado en Hong Kong recrimina a sus actores que aspiren a representar “dramas burgueses”, fuera de lugar según él en unos tiempos que exigen el compromiso patriótico frente al agresor. Cuatro años después, Wang Jia Zhi (Tang Wei), una actriz de aquella compañía teatral que ejerce como espía para la resistencia en Shanghai, discutirá con Mr. Yee (Tony Leung), un colaboracionista con quien se acuesta para sonsacarle información, sobre la importancia de los detalles. Mr. Yee concluirá que “no hay nada banal, sin importancia, para quien sabe mirar”.
Tales citas textuales son posiblemente los comentarios más certeros sobre la nueva película del oscarizado Ang Lee (Brokeback Mountain) y, por extensión, sobre el grueso de su filmografía. Siempre que entendamos por dramaturgia burguesa un clasicismo que, pese a haber ampliado sus márgenes de representación explícita, sigue fiel a un sentido y una sensibilidad humanistas, sutiles y elegantes, que algunos pueden confundir con lo apolillado; y siempre que comprendamos la atención obsesiva de Lee a unas fichas de mahjong, una huella de carmín o una mano que acaricia una cama vacía como la exacerbación de gestos rituales para la memoria, que asociará siempre esos instantes a las convenciones, a la pasión, a la catástrofe.
Deseo, Peligro se constituye en ambos aspectos en una de las películas más complejas y maduras de Lee. Las referencias al cine de Hollywood coetáneo a la acción; el inclemente destino de una joven cuyas ilusiones serán machacadas por el fanatismo y los condicionantes sociohistóricos; el retrato nada maniqueo de un traidor a su patria que ha perdido la humanidad en el camino; la turbia relación sexual y veladamente afectiva que se establece entre una y otro... Lee ha corrido muchos riesgos, aunque el empaque técnico del film, y su pertenencia a un modelo de producción con los premios y el beneplácito popular como horizonte, tentarán a muchos espectadores a no ver más allá de la superficie.
Quizás el síntoma más claro de que Lee ha traspasado esa fina línea que separa al realizador del artista resida en la dilatación de los tempos en ciertas situaciones, lo que provoca cierta distorsión narrativa impropia en él, y propicia en cambio la acumulación de secuencias extraordinarias: los encuentros eróticos, la primera partida de mahjong, las miradas postreras que cruza Wang Jia Zhi con sus camaradas de célula, su felicidad en el tranvía tras su exitosa representación, el asesinato inequívocamente hitchcockiano, Mr. Yee presa final de la oscuridad, y otras que el lector descubrirá gozosamente por sí mismo, y que atestiguan que Deseo, Peligro es, sí, una película imperfecta; pero alberga la grandeza de un autor que ya no tiene miedo a rendirse, como sus personajes, a las emociones, sin importar el qué dirán.