También de todas las opciones de configuración que puede acabar mostrando, inicialmente sólo manejamos unos parámetros. Así en el primer circuito podemos elegir los seis motores (incluyendo sidecars), pero para llegar al resto y recorrer cómodamente las marcas más reconocidas (Aprilia, Benelli, Ducatti, Honda, Kawasaki, Suzuki, Triumph, Yamaha y Moto Guzzi) tendremos que ir ganándonoslo. Resultan de ayuda sus 40 tutoriales para aprender a pilotar los distintos tipos de bikes. No en vano, la conducción inicial nos sorprende con todo tipo de despropósitos por nuestra parte: desde darle demasiado gas y ver cómo acabamos a una rueda camino a la gravilla, hasta permanentes choques con aceras cuando no colisiones que deberían resultar más trágicas con el público o alguno de sus edificios.
Así se ha puesto énfasis en dos detalles, el circuito en que se ha tratado de reflejar las nombradas 264 curvas en los paisajes propios de la isla, y el manejo del vehículo, si bien diferenciado en 3 niveles de principiante, intermedio (por defecto, y que no resulta sencillo) y experto.
Gráficamente, la recreación del pueblo se inicia equilibrada, con algo de austeridad pero preocupada en plasmar los parajes y clima de la zona. Su decorado, crea una ambientación muy próxima y en cierto sentido natural, a diferencia de la artificiosidad de la competición en circuito cerrado. Luego se ha querido dar distintos aspectos a la isla según se compita al amanecer, atardecer, de noche, bajo la lluvia o e un día nublado o de sol. Lo que deja más frío, especialmente observado al detalle o tras uno de esos choques contra una valla, es el triste público, reducido como es habitual en esta generación a unos cuantos monigotes escasamente animados y que no están hechos para ser vistos de cerca. El piloto por su parte, con su indumentaria y moto personalizable en varios colores se mueve correctamente en la vista externa, respondiendo a la perfección a los intuitivos controles que no obstante se penalizan a base de choques si no ha habido un buen aprendizaje.
Lo que es destacable es que si esa perspectiva dada por defecto y que nos sitúa tras nuestro corredor, la cambiamos a la subjetiva, como en la práctica totalidad de los títulos de conducción hay un cambio ostensible que podría concluirse es para mejor. La velocidad se acentúa, fundamentalmente por los giros e inclinaciones a cada curva, que se diferencian las carreras de coches ya que en ellas la pantalla no gira completamente haciéndonos intuir cómo de cerca estamos del asfalto. Se gana consciencia de que el apartado gráfico por su soltura suple la falta de brillantez, y nos hace vivir la competición muy directamente.