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Guía sanitaria para el cine español

Guía sanitaria para el cine español

Pasos a seguir para una recuperación (¿im?)posible

Un artículo de Redacción || 07 / 5 / 2009

Niveles de audiencia pobres, desprecio generalizado del que debería ser su público, eternas luchas víctimistas (repentina y preocupantemente apaciguadas), confrontaciones políticas... y una total confusión al identificar el problema. Lejos de pretender hurgar en la herida, esta pretende ser una enumeración de las causas por las que nuestro cine falla y de los aspectos que deberían, siquiera de reojo, contemplarse para recuperar posiciones.


cine español


8.Atención al público


Posible fruto de la endogamia del buen cineasta español, de los círculos de los que se rodea, estos no tienen una perspectiva real de quién es su público. Si uno tiene aspiraciones artísticas y se contenta con que le visiten cuatro ilustrados (o en el peor de los casos, cuatro pedantes a los que no les importa aburrirse si con ello logran excepcionalidad cultural) se olvida de cierto punto antes mencionado: el cine es un espectáculo de masas.
Hay que tener presente que no todo el cine es el cine de las salas de autor: los multisala, los cines de centro comercial de la periferia, tienen un papel importante en cantidades de público. Una película empieza a quemar millones desde el alquiler de los equipos y la movilización de su innumerable personal, sin entrar en los costes de copias, distribución y marketing. Para todo esto hacen falta muchos espectadores.
Vale que un cierto público que se mete en la sala para ingerir palomitas como si se adentrase en el circo concede escaso margen a la autoría (y la autoría es el motivo por el cual el director decidió dedicarse a la profesión al fin y al cabo), pero incluso poniéndonos “culturizadores”, a ese público se le puede atraer con un reclamo circense y luego hacerle alguna aportación intelectual. Los grandes éxitos suelen ser poliédricos: tienen la faceta que contenta a nivel más superficial y la que lo hace con un mensaje de mayor profundidad.

8. Estudio de mercado (atención al público parte b)


Para no culpar únicamente al espectador palomitero de centro comercial, hay que tener en cuenta quién es el grueso del público, no para darles sólo un género, si no para no darle demasiado del mismo. Imaginemos al espectador de viernes por la noche, que tras cinco días de largas jornadas laborables quieren una distracción, y que no quiere que le machaquen ni le coman la moral (y que si toca drama, que al menos no se duerma). ¿Alguien se ha preguntado cuándo va mayoritariamente el público y con qué interés?

8.B No insultar al público (atención al público parte 2)


Lo saben en cualquier sector que se dedique a labores públicas: este es soberano.
En el cine español hay una cierta tendencia a despreciar a quien no acude a la sala. Si el público mayoritariamente quiere cine americano, como si lo quiere turco o como si prefiere ir a la feria (lo que no difiere mucho de la mayoría de estrenos yanquis) es, atentos, legítimo. Acusarles de falta de talla intelectual supone a)una mala asunción de la cultura por quienes afirman tenerla, puesto que la cultura no debe usarse para despreciar a quienes presuntamente no la tienen (y además sólo quieren entretenerse); b) entrar en una competición sobre bagaje cultural que difícilmente garantizará una victoria segura: hay mucho universitario formado que huye del cine español, y hay mucho buscavidas en el cine español con serios problemas para recordar cuál es el libro de moda para decirlo en la próxima entrevista en que se lo pregunten.
Como apunte final y sin entrar en temas políticos, cualquier labor de relaciones públicas se preocupa del cuidado, siquiera aparente, del público al que se dirige

9. El cine “fenómeno”


En la década de los 70 el cine en Hollywood agonizaba y alguna productora de renombre estuvo a punto de caer en la industria del cine porno. La transición tras el cine clásico parecía imposible y el distanciamiento con el público era determinante. Y apareció la figura del “fenómeno”. Los estrenos que por primera vez se hacían en todo EEUU al mismo tiempo, los actores de fama cuidadosamente cincelada, los apabullantes datos de cada película que merecían la atención de los noticiarios y convertían al estreno en un... fenómeno. Sí, era algo que había que ver para no perderse un evento ‘relevante’ que estaba sucediendo en las salas de cine. Así se convocaba, no sólo a los fieles cinéfilos, sino a aquellos con moderado o nulo interés. ¿Se cree alguien que todos los que acudieron a ver Spiderman 3 salieron satisfechos? La mayor parte de los estrenos no satisfacen a la mayor parte del público, pero acuden bajo un reclamo, bajo unas promesas. El fenómeno ayuda (y hacer menos películas de mayor capital debería ser nuestra forma de lograrlo).

10. Subvenciones… SÍ


Las subvenciones en la industria (ver punto 1: esto ha de ser una industria) y más en un tema con posibles implicaciones culturales, son necesarias. Pero para ello hace falta que se den dos características. Primero, el cine, como bien nos decía Federico Luppi en una entrevista, tiene tanto derecho como otras industrias a recibir ayudas estatales. Como otras industrias. Cuando algunos hablan de otros productos que se financian dan ejemplos a menudo relacionados con cuestiones de alimentación. Pero en estos casos sí hablamos de una industria, sí tiene una función clara y determinada y al margen de su rentabilidad tiene un uso vital. De poco sirve financiar una película que nadie va a ver. Poca aportación cultural tiene. Y además, si la gente la ve, si la función cultural aparece... ya será rentable por sí misma. Hay que subvencionar, pero con máxima atención a la rentabilidad por encima de otras cuestiones menos tangibles. La recuperación del capital invertido cuando la cinta tiene éxito para financiar nuevas cintas ha de ser una prioridad.
Lo segunda característica es la predicable en general para cualquier concesión con cargo al erario público. Rigor, igualdad, transparencia, austeridad… Que los criterios en la concesión, que sus destinatarios, den la máxima garantía de que aquello puede generar dinero atendiendo más a su función efectiva que a la función hipotética (que sea vista, más que lo que podría lograr si fuera vista), y si esto suena materialista, que entiendan lo antes anunciado: si da dinero es porque la gente lo ha visto, y si no, sólo ha servido para financiar los gastos de cuatro que decían hacer cine y no se leyeron este artículo para saber que no lo hacían. Ya que el cine es un espectáculo de… sí, de masas.

11.Cine social... o no.


Por si alguien cree salvar patrias dedicando películas a causas sociales, una nota: con los cuatro espectadores que acuden a la sala a reafirmar convicciones que ya traían de casa no están haciendo ningún bien social. Y ese dinero público sería más útil yendo a la causa social en la que se basa su argumento.
Cierto que algunas cintas se han hecho con público y han ahondado en importantes debates (aunque el debate de la eutanasia de ‘Mar adentro’ duró lo que las entrevistas de los políticos a la entrada del cine), pero uno no puede quejarse de la sobreexplotación de filones del cine americano, y en cuanto ve uno aquí sobreexplotarlo de la misma forma. Más cuando deja de funcionar. Deja la sensación de que frente a la obsesión de machacar filones del cine comercial, el cine subvencionado se obsesiona con los criterios de apariencia “políticamente admirable” por los que se concede la subvención. Y cuando no se mira al público... el encuentro es difícil.

12.Ánimo de cambio


Si algo no funciona, cámbialo. Si alguien no funciona… Son cosas de la competencia, que cuando no se respetan, las cosas no salen bien. Curiosamente el momento actual de quejas interminables y descontento generalizado coincide con el momento en que hemos formado a la mayor generación de posibles cineastas –entre los que habrá un evidente exceso de gente simplemente alargando su vida “académica”, vale– y ahí podría estar alguna de las nuevas figuras del cine español que merecen que el dinero público se dirija a darles una oportunidad. Nunca antes habíamos tenido universidades y escuelas especializadas en dirección, guión, actuación, y en tantas cantidades. Lamentablemente, estos podrían quedar sólo en una promesa nunca expresada si el grueso del capital va a parar a quienes han demostrado recurrentemente no saber qué hacer.
Las subvenciones [11.] deben ser una vía para que surjan nuevos cineastas e inyectar algo de aire fresco, apoyando más a aquellos que sí han recibido una formación específica y que estaría bien utilizaran para algo. Y
si no cumplen, para otros. Y si cumplen, no necesitarán muchas más subvenciones.

13. Producción...


Figura clave a menudo desdeñada, los productores deben aparecer como una pieza básica donde se diferencie claramente quiénes merecen o no crédito. En España hay algunos que llevan años mostrando solvencia y cuyos métodos habría que extender (e implicarles en escuelas de cine sacando talentos). A menudo el buen cine surge de una dialéctica entre un director talentoso que podía haber cometido excesos que un hábil productor ha sabido comedir, para dar un resultado que se acercaba más al público.
Si la producción queda en manos de charlatanes o se substituye por una figura indefinida de corte político que se limita a mantener la sintonía con el mundo del cine para evitar críticas del famoseo... la producción como figura útil, no existe.

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