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Víctima del celuloide recuerda su año pasado

Un artículo de José M. Robado || 30 / 12 / 2010
cine

Última entrada del año, así que habrá que hacer balance. No, tranquilos, no voy a hacer una lista de las diez mejores películas del año, ni de lo mejor y lo peor del cine en 2010, a pesar de que siempre es un aliciente para los lectores.

Como espectador, este 2010 me deja una sola sorpresa, una sola novedad respecto a lo que vengo observando en años anteriores. Se trata del discreto éxito de una película singular, inesperada, marciana... Uncle Boome recuerda sus vidas pasadas, de Apitchapong Weerasethakul.

Sorpresa no sólo por su inesperada calidad, que se ha abierto hueco entre el público y los festivales, demostrando que todavía existe entre el público una sensibilidad diferente preparada para propuestas alternativas a la poderosa marea comercial, sino también por su modelo de producción, una asociación de diez productoras de distintos paises de todo el mundo. Éste quizá ha sido el auténtico éxito de su propuesta y de su existencia, pues abre una puerta hacia nuevos modos de financiación y distribución de películas independientes y pequeñas que, de otro modo, se verían limitadas a un reducido circuito nacional del que sería muy difícil que salieran.

La coproducción multitudinaria, llamémoslo así, entraña menos riesgos para las compañías participantes al no tener aportar tanto dinero y multiplica enormemente las posibilidades de éxito de la cinta al garantizar la distribución como poco en las salas y festivales de los países participantes. Como espectador, no puedo más que celebrar que se haya encontrado una nueva vía que permita la llegada de nuevas propuestas hasta las salas de mi ciudad.

Sin embargo, si 2010 me deja esta sorpresa, también me deja una decepción: Internet. Y no me refiero a la tan llevada y traída Ley Sinde. Ese es un tema con tantas interpretaciones y tantos flecos políticos que incluso me da pereza tocarlo. Más bien me refiero a la decepción de comprobar como las compañías productoras y distribuidoras no han sabido encontrar en Internet el canal de distribución y exhibición que parecían prometer hace un año. Sí es cierto que hay propuestas estimulantes, la web NetFlix en Estados Unidos empieza a tener una cuota de mercado sugerente y en España Filmotech y Filmin, sobre todo esta última, están haciendo una gran labor desde sus pequeños equipos de trabajo para ser una alternativa de visionado.

De ambos hechos deduzco que en este negocio y arte del cine hay aún un factor que no está lo suficientemente analizado, mejor dicho, no está analizado con la suficiente inteligencia: el público.

Al público se le considera una masa informe y homogénea que se mueve al son del aire que sopla como la cebada en un campo de siembra. Y desde todas las facetas del negocio del cine se intenta que cada película lleve al público de manera masiva a la sala. Parece que aún no se ha reflexionado que hay películas de diez mil espectadores, películas de cincuenta mil, de medio millón y de tres millones de espectadores. Y no se puede pretender que una película como Pá Negre de Agustí Villaronga, permanezca más de una semana en una sala con una aforo de mil personas.

Es necesario encontrar los circuitos adecuados para cada película, distintos modelos de exhibición que pemitan la circulación (y por tanto, la repercusión necesaria y el beneficio para su productores) de distintas propuestas y tamaños de películas.

Quizá un circuito de exhibición en museos provinciales o casas de cultura, como en su día lo fue el de cine-clubes, sería deseable para que películas tan estimulantes y diferentes como las de Villaronga, Marc Recha, Judith Colell u otros cineastas más arriesgados lleguen adecuadamente a su público potencial. Pasar por el bochorno de estar un único fin de semana en cartel no es necesario sino sólo para constatar que el circuito comercial no es el adecuado para esa propuesta. Articular una propuesta de exhibición de pago en Internet con una calidad adecuada e incluso con otras innovaciones que permita el medio (¿videoconferencia o chat con los creadores tras la exhibición?) son aún quimeras que, aunque posibles tecnológicamente, nadie se ha atrevido a implementar.

Mientras tanto, parece que 2011 será de nuevo un año donde seguiremos viendo a las productoras pelear absurdamente por un hueco entre los cuatro o cinco estrenos de los viernes, rezando y procurando no coincidir con otro estreno que les arañe espectadores y consiguiendo que en pleno siglo XXI, películas como Más Allá de la Duda de Clint Eastwood o Mother de Joon-Ho Bong lleguen a nuestras salas con meses de retraso.



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El rincón en que el crítico torturado explica por qué el cine puede ser algo muy grande unas pocas veces, y algo muy, muy miserable muchas otras.

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