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Caterpillar: la última voluntad antibelicista de Kôji Wakamatsu

Un artículo de Eduard Terrades || 23 / 10 / 2012
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Hace unos días nos dejaba uno de los cineastas más underground, revolucionarios y izquierdista que la cinematografía japonesa recuerda en su dilatada historia; un hombre al que le fue vetada la entrada a los Estados Unidos por haber rodado un documental sobre el grupo armado “Nihon Sekigun” (Ejército Rojo Nipón); un “yakuza” retirado que, después de batallar dentro y fuera de la industria cinematográfica para expresar su descontento social con el despotismo político del siglo XX, quiso redimirse espiritualmente con una producción antibelicista no exenta de polémica: Caterpillar (2010), un alegato humanista, que intenta mostrar el día a día de esas familias que durante la segunda contienda sino-japonesa, en 1940, esperaban en sus chabolas el regreso de sus soldados, y en la que el realizador profesa su desidia contra cualquier nacionalismo que implique derramar sangre a cambio de un ideal.

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El patriotismo exasperado nipón durante la Segunda Guerra Mundial es algo que se enseña en los libros de Historia, pero del mismo modo que por razones culturales no vivimos en nuestras propias carnes ese nacionalismo impuesto de forma totalitaria por un emperador supeditado a las fuerzas imperialistas alemanas, tampoco podemos ponernos en la piel de esos ciudadanos que fueron reclutados para combatir en alguna de las distintas contiendas, siendo una de las más genocidas las que protagonizaron contra el pueblo chino en la zona de Nanking (y cuyo testimonio cinematográfico se recoge en la durísima Ciudad de Vida y Muerte de Lu Chuan, llegándose a prohibirse su estreno en el archipiélago japonés). Kôji Wakamatsu, aunque fuera muy jovencito (nació en 1936), si ha podido comprender todo ese rencor inculcado en la mente de unos ciudadanos inocentes que defendían a capa y espada la voluntad del Emperador, ni aunque sea a través de sus familiares directos. En este contexto quiso situar Caterpillar, que asimismo se basa en un desagradable relato corto del escritor de misterio Rampo Edogawa (“Imomushi”, que ya había sido adaptado en anterioridad en el filme coral Rampo Noir y por el mangaka Suehiro Maruo). Wakamatsu toma prestado el concepto que expresa Edogawa en su brillante ficción literaria para compartir en imágenes su tesis, menos politizada que de costumbre, en torno a la manipulación que siempre han ejercido los gobernantes contra el pueblo. Ya se posicionó en los años 60 cuando dio soporte a los movimientos sociales y estudiantiles que se oponían al ANPO (“Anzen Hoshô Jôyaku”, es decir, el Tratado de Mutua Cooperación y Seguridad entre Estados Unidos y Japón), mostrado en algunas de sus radicales pero vanguardistas propuestas fílmicas, como por ejemplo Sex-Jack (1970). Unas manifestaciones que se alargaron durante buena parte de esa década, propiciadas en parte por las “zengakuren” (una federación de varias asociaciones estudiantiles de extrema izquierda), y en las que Wakamatsu se sentía cómodo, al menos en cuanto a los ideales que promulgaban (el documental ANPO: Art X War de Linda Hoaglund resulta muy interesante desde el punto de vista sociológico, ya que explica esos años de descontentamiento social y los motivos de oposición a ese tratado).

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Ahora que estaba disfrutando de una segunda juventud como cineasta, un esplendor fílmico que, a pesar de suavizar su postulados en contra la supremacía política de unos pocos elegidos, no renegaba de su pasado izquierdista (lo demuestra en el aclamado docudrama United Red Army), se propuso con Caterpillar centrar su discurso antibelicista partiendo de unos lamentables hechos históricos de los que muchos nipones hoy en día se arrepienten. Un discurso pacifista que, como sostiene el propio Wakamatsu, se debe “a que después de rodar United Red Army he comprendido que es imposible cambiar nada a través de la lucha armada; yo he venido hablando y meditando sobre cosas que solo pueden solventarse a través del poder del espíritu humano, no a través de la fuerza militar” (declaraciones recogidas en el libreto de prensa). Unas palabras que reafirman su propósito de enfocar Caterpillar desde el bando de los vencidos, desde todos aquellos que manifestaron su odio a través del uso de la fuerza y regresaron tullidos, desde el dolor y la redención, desde una óptica que nos invita a reflexionar sobre el sentimiento de soledad que experimentaron todos aquellos que cometieron atrocidades y cargaron a sus espaldas con la culpa. Esa culpa fue conducida por los altos mandos, ya que dejaban que los mercenarios se fustigasen hasta que terminaban minados mentalmente, fenómeno psicosomático que asimismo puede apreciarse en la ideológicamente cuestionable Kamikaze: Moriremos por los que amamos (Taku Shinjo, 2007).



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