Otro aspecto emotivo se produce a las acaballas del filme: una escena mágica, situada en el interior de una vieja librería, en la que Tatsumi caracterizado como personaje animado se rencuentra con los personajes ficticios, que imaginó para sus cómics, leyendo sus obras (menos uno, que por su condición de primate, lo acompaña en su paseo posterior). Un instante delicioso que, en cierto modo, sirve de epílogo de todo su catálogo ilustrado y de su vida como dibujante “underground”.

Tal vez el complemento que no termina de funcionar es la banda sonora, demasiado melódica en algunas secuencias, entorpeciendo algunos aspectos de la trama (sobre todo cuando complementa las imágenes de los relatos cortos, parece que esté por encima de los propios personajes). Aún así, el tema insertado en la librería y callejuela adyacente, cuando el dibujante se topa con sus creaciones, es de una belleza extrema y es muy difícil que no se nos haga un nudo en la garganta en el momento en que aparece en escena, desde el margen izquierdo inferior del plano general, un personaje difunto. Salvando esta nimiedad técnica o desafección musical personal por una partitura que funciona mucho mejor cuando se escucha sin imágenes, Tatsumi (2011) es una de esas obras en mayúsculas que, por su valor histórico, no solamente resulta recomendable para los amantes del noveno arte, sino en general por todos los que tengan curiosidad por un autor singular, un poco de interés por el Japón “Pre-Milagro Económico” y por el cine de animación alternativo. Encima el propio dibujante nos brinda la oportunidad de disfrutar con una de sus últimas ilustraciones, confeccionadas expresamente para su biografía animada y que podemos apreciar tanto en los títulos de crédito iniciales como en los finales (en donde vemos como trabaja en su estudio). Un filme insólito, pues, para un dibujante asombroso.