El mismo día que en la sección de series hablamos de la integración que una hipotética llegada a televisión tendría con la saga de X-Men en el cine, Simon Kinberg expresa en voz alta algo que no sólo tiraría por tierra la lógica de esa integración, sino que también cambiaría drásticamente todo lo que hemos visto de los X-Men en el cine hasta la llegada de Días de futuro pasado.
Esto porque, en cualquier planteamiento que juegue con los viajes temporales, hay consecuencias, y las que se planteaban en esta última cinta no eran precisamente minucias. Al contrario: ¿no cambia drásticamente todo lo relatado? ¿Qué implica eso en el futuro de la saga? Es más, ¿cómo no se había puesto más énfasis en sus efectos?
“No sé si habías nacido en 1973, pero yo sí, y hasta donde yo recuerdo, no cayó ningún estadio sobre la Casa Blanca”, comienza Kinberg. “Toda la historia de la humanidad cambió después de Días de Futuro Pasado, no solo si Jean o Scott vivieron o murieron”, prosigue.
Aunque lo relata de forma distendida en una entrevista con Cinemablend, las implicaciones son mucho mayores: “Lo que esto nos da, que es verdaderamente divertido, es que podemos mezclarlo con nuestra historia. No importa que todo lo que suceda en las futuras películas de X-Men sea secreto, porque si te mantienes a las originales, al principio de la primera de X-Men tienen lugar las primeras conversaciones que se tienen sobre los X-Men en el mundo. Pero si en 1973 un estadio cae sobre la Casa Blanca y en 1980 hay un evento apocalíptico, las conversaciones habrían comenzado mucho antes”.
Así pues, los efectos no solo dejarían en una zona indeterminada todo lo relatado en las tres primeras X-Men, sino que habría ramificaciones tenidas muy en cuenta en X-Men: Apocalypse, cuya llegada a los cines tendrá lugar en 2016. Parece que después de todo, el beso entre Lobezno y Tormenta no es lo único que se ha perdido víctima de los saltos temporales: la trilogía inicial se pierde en su propia ficción.