Sin cita oficial con España en la primera parte de una gira que le lleva a instalarse en Londres durante este mes de junio, Bon Jovi empleó su inclusión en el cartel de Rock In Río para cumplir temporalmente con el público español, al que la misma mañana del concierto en rueda de prensa se habían referido como uno de los más entusiastas y del que destacaban cómo se escuchaba más su voz que la del propio grupo durante sus actuaciones.
Si la banda de Nueva Jersey venía con esa perspectiva, no necesitó mucho tiempo para ver incluso superadas sus expectativas: el entorno de festival en el día de la inauguración era sólo un escenario diferente para un público que mayoritariamente acudía allí en su nombre. Los cambios respecto a una cita tradicional, aparte de un escenario más sobrio y sin sello personal, fueron un repertorio hábil, un tiempo algo más reducido que el de sus actuaciones normales y dos bandas anunciadas para compartir escenario (aparte de Mago de Oz y Zoe,en otro emplazamiento) pero reducidas inevitablemente a teloneros: a Macaco le recibió la indiferencia, a Pereza...gritos de Bon Jovi (a pesar de ello, la presencia de Ariel Rot y Carlos Tarque como invitados logró hacerles conectar gracias al clásico veraniego de Hace calor).
La salida a escena de Jon y compañía, con un enérgico Blood On Blood puso además de manifiesto la marcada actitud con la que iba a encararse la cita: si dos años atrás en Barcelona tuvo que recibir una alta dosis de la efusividad del público para entrar en calor y recuperar la energía consumida el día anterior -precisamente por haber actuado en la edición del Rock in Río de Portugal-, aquí se unió la comunión con la audiencia con la motivación de saberse observado por un festival con nombre seguido más allá de sus propios fans, que incluía además retransmisión televisiva.
Corte a corte fueron así engarzándose temas de siempre repletos de vitalidad y entusiasmo, alternando cortes del último CD, The Circle (empezando por We Weren’t Born To Follow y destacando el conmovedor When We Were Beautiful) e himnos cargados de brío y enriquecidos tanto por el paso del tiempo como por el virtuosismo de un Sambora en estado de gracia. La versión de Hallelujah de la que tanto se enorgullece Jon (que exhibe como una medalla que su autor Leonard Cohen la considere la mejor de todas las que se han hecho de ella) siendo otro clásico en sus interpretaciones aquí se vio alterada por la falta de otro apoyo musical aparte del piano de David Bryan (que supo cubrir huecos hábilmente con sus remates) y nuevamente un público absolutamente entregado y que no iba a dejar ni una sola frase por corear.
Aún así, el máximo encuentro tuvo lugar tras el amago de retirada, con el tiempo justo para dos temas que con el repertorio exhibido hasta el momento sólo podían ser Wanted y Livin’on a prayer. La guitarra de doble mástil anunciaba cuál iba a ser el primero, y mientras Jon y Richie tomaban contacto con los acordes, el público que se adelantaba cantando sorprendió a un Jon Bon Jovi que quiso poner a prueba la entrega de la audiencia: con un primer verso dio pie a que sus fieles se encargaran de continuar hasta el estribillo, y su fascinacion fue creciendo por la unanimidad de las más de cincuenta mil almas al reinterpretar su canción, algo que le llevó a darse palmadas en el corazón agradeciendo la fe de la que se alimenta su longevidad.
Tras ello, sólo quedaba Livin’on a Prayer, a la altura de lo que de ella podía esperarse y que dejó un sabor de boca que en muchos no podía sino traducirse en nostalgia y ansias de más bises para los que faltaba tiempo: era el turno de las remezclas electrónicas de Paul Van Dyck, que a muchos les pilló desertando y buscando en el calendario la fecha y el destino más apropiado para encontrar algo siquiera similar a un concierto digno de ser recordado.