Zelda sigue cuidando cada una de sus entregas.
The Legend of Zelda: A Link Between Worlds carga con una doble -y en ambos casos enorme- responsabilidad: el peso de una saga del renombre Zelda, el presentarse como continuación del que podría ser el episodio más querido, A Link To The Past (disputándose el puesto con Occarina of time).
Las primeras críticas al juego están llegando por varios frentes y todo parece cumplir el guión: el objetivo está cumplido. No hay reproche alguno relevante, el título va camino de hacer lo que hacen todos los Zelda cuando llegan a las tiendas: arrasar en ventas, agrandar la leyenda.
Ahora bien, para llegar a ese nivel de excelencia, es necesario uno de supervisión muy estricto. Y hay nos encontramos con cosas tan llamativas como un Miyamoto decepcionado por los primeros pasos de la criatura de la que hablamos: la idea le disgustó abiertamente, su rechazo frontal fue expresado con la frase "suena a una idea con 20 años de antigüedad".
Shiro Mouri como responsable del equipo desarrollador, ha desvelado cómo inicialmente la idea fue desechada por Miyamoto sin contemplaciones: "tan pronto como iniciamos la presentación, pude apreciar cómo el rostro de Miyamoto se volvía sombrío; pensé, 'esto es malo', y al final dijo 'esto parece una idea con 20 años de antigüedad', lo cual fue el golpe final; estábamos noqueados en el suelo".
Tras ello volvieron a maquinar ideas, y en ese punto aparecieron nuevos conceptos como el de Link pasando a ser un dibujo que podía moverse por las paredes. En ese sentido, el director Hirosama Shikata explica cómo la influencia de Miyamoto fue determinante: "se cargó el concepto de una forma tan brutal que yo estaba trastornado, decidimos replantearlo desde el principio, y un día en que estábamos los tres reunidos pregunté: ¿qué tal si Link pudiera entrar por entre los muros?; dijo 'hagámoslo', y nos quedamos enormemente aliviados".
El resultado de la filtración de Miyamoto, no puede parecer más positivo. Ojalá todas las compañías fueran igual de exigentes.