Policía infiltrado en las tríadas que termina convirtiéndose en un miembro más de ellas; tríadico que decide cursar la carrera de policía para poder convertirse en un soplón a ambos lados de la ley y termina sucumbiendo a la profesión; un mafioso ascendente que pretende evitar que su hermana forme parte de ese mundo criminal; y tres actorazos que les dan vida, por orden: Anthony Wong, Michael Tse y Francis Ng. Esta triada interpretativa sirvió para que Herman Yau se convenciera de que podía ponerse al frente de Turning Point (2009), otro thriller negro que, a pesar de que algunas secuencias parezcan sacadas de cualquier episodio de una serie televisiva policiaca o rodadas con formato de TV Movie, por su vertiginoso ritmo y su concreción argumental la convierten en una más que notable pieza fílmica que glorifica el género en la cual se inscribe.
Y es que en realidad el origen conceptual del filme se encuentra en una serie de televisión de la cadena pública TVB: The Academy III – Emergency Unit, en la que Michael Tse ya interpretaba a ese joven que, a diferencia del filme, emprendía la carrera de policía impulsado por su novia y su sueño de reducir la criminalidad de su sociedad a cuotas mínimas. Apodado Laughing Gor (que es como también se conoce la película en Hong Kong y China), terminaba actuando como doble infiltrado. En el largometraje que nos ocupa se focaliza más en el pasado del personaje, siendo un cajero que, aburrido de su monótona jornada laboral, decide pasarse al lado oscuro de la ley, aunque luego se decante por ser un policía de la oficina de la OCTB (siglas de “Organised Crime and Triad Bureau”) para ejercer como topo de un padrino local. Los mandamases de la prestigiosa Shaw Brothers (que ahora prácticamente solo funciona como productora televisiva), alentados por Stephen Chan Chi Wan (productor y manager de la TVB), se decantaron por llevar el personaje a la pantalla grande, realizando lo que vendría a ser un “spin-off”. Invertir algo de capital no era problema para la Shaw, además podría suponer un retorno por la puerta grande de esta mítica compañía que tantas buenas horas de artes marciales nos había brindado en el pasado, pues desde Drunkey Monkey (Lau Kar-leung, 2003) que su logo no aparecía sobreimpreso en las grandes pantallas de las multisalas autóctonas. Convencido de que su carrera podría catapultarse más arriba de lo que estaba en esos momentos, Tse aceptó encantado de repetir el papel que le había dado fama en la pequeña caja tonta. Y así, en 2009, y en plena canícula de Agosto, se estrenaba el que sería un título no imprescindible pero sí destacable en la incerteza en la cual se movía la industria cinematográfica hongkonesa en esos años a nivel productivo (que no creativo).
Es constatable de que este resolutivo thriller tal vez no existiría, o al menos su trama no estaría planteada a como lo está, si nunca se hubiera llevado a cabo la trilogía de Infernal Affairs (2002~2003). La saga de “undercover cops” que parieron el dúo formado por Andrew Lau y Alan Mak marcó un antes y un después en los albores de la industria hongkonesa del nuevo milenio; muchas fueron las propuestas que siguieron similar escaleta argumental y la misma tipología de personajes para configurar tramas en la que se intercambiaban los roles entre el policía honrado y ofuscado por su trabajo y el gentleman mafioso. Incluso los propios creadores de la saga original, cuando les faltó de un éxito inmediato para realzar sus respectivas carreras profesionales, recurrieron a la misma fórmula para levantar el thriller Confession of Pain (2006); sin embargo el golpe de efecto no fue el mismo. Herman Yau, cineasta poliédrico, genéricamente hablando, ya había tocado el cine de gánsteres en anterioridad, pero tal vez fue a través de esta producción con la que demostró a todo el mundo su talentosa visión para entender el género más allá de los clichés habituales (buena prueba de ello es que el mismo año firmaba Rebellion, una de las cintas de triadas clave de la última década).
Una de las máximas virtudes por las que sorprendentemente destaca Turning Point (que contó con una secuela rodada por el propio Yau) es que de forma nostálgica integra esos estilemas de las cintas de mafiosos que la Shaw impulsó a mediados de los años 70 y principios de los 80, justo cuando el “polar” se estaba poniendo de moda entre los espectadores locales; ese “savoir faire” de realizadores como Kuei Chih-hung (The Teahouse y su secuela Big Brother Cheng) y Johnny Wang Lung Wei (This Man is Dangerous o Hong Kong Godfather, sendas de 1985) se palpa, tanto en los ambientes que frecuentan los mafiosos, como en las transiciones dramáticas, sin olvidar las secuencias de acción (expeditivas y resolutivas sin alargarse en demasía). Aunque puede que la secuencia final, tanto porque su localización nocturna tiene un aire minimalista, volviéndose insostenible su tensión ambiental, como la planificación de la misma (el uso de los contrapicados, los ángulos de amplitud de las cámaras para dar una mayor profundidad de campo en un espacio aparentemente reducido, etc), a algunos les recordará a las que Johnnie To suelen introducir en sus producciones policíacas. Sea como sea, Turning Point es un thriller que amplifica las coordenadas del cine noir de la ex-colonia británica de forma grandilocuente y no tiene nada que envidiar a otras producciones que, por presupuesto, logística o rostros conocidos, han tenido mucha más resonancia mediática en el último lustro.
Ediciones disponibles: editada en Hong Kong, tanto en DVD como Blu Ray en Region All, con 45 minutos de extras en la que se incluye making of y varias entrevistas tanto al equipo técnico como a sus intérpretes.