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Asian Trash (1): Samurai Zombie

Un artículo de Eduard Terrades || 05 / 12 / 2011
Pantalla Invisible

No sólo de la Troma vive el gore; no todo el erotismo casposo ha sido filmado por Russ Meyer; no todas las invasiones extraterrestres con platillos volantes de cartón piedra han sido rodadas en suelo estadounidense. Más allá del extremo oriente existen una serie de cinematografías punteras que han convertido la precariedad en un digno modo de ganarse la vida. Asia siempre ha contraatacado con productos trash de un encomiable bajo nivel. Incluso el cine japonés (durante décadas considerado entre exótico y refinado) ha promulgado históricamente la serie Z como bandera inconfundible del cine alternativo y barriobajero; categoría a la que puede inscribirse Samurai Zombie (Tak Sakaguchi, 2008), una infame producción con título y carátula engañosa, hecha con cuatro duros y en la que se mezcla la vulgarización del gore digital con el espíritu amateur del cine indie.

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Tres fugitivos de la ley que están siendo buscados por la policía (precisemos, por dos polis catetos que son fans de Harry Callahan), secuestran a una familia en plena carretera y les obligan a conducir por unas carreteras secundarias comarcales para que no sean descubiertos, hasta que se pierden por unos caminos forestales y tienen un pinchazo en medio de la nada. La noche amenaza y el padre, mientras huye cuesta abajo para buscar recambios en alguna gasolinera, es sorprendido por un no muerto vestido de samurai que busca hemoglobina para poder resucitar a todo su clan y así recomponer a los Siete Samuráis zombificados. Paralelamente, la madre, junto con sus dos hijos y los atracadores, son sorprendidos por el fantasma de una anciana, advirtiéndoles que el bosque y el poblado que hay más adelante están malditos por los siglos de los siglos. Poco a poco las cabezas irán volando a ritmo de katana, mientras el hijo pequeño se hará amigo de los muertos vivientes por alguna extraña razón que se nos desvelará en un flashback final pillado por los pelos en el que se aclara el origen de la maldición.

Tak Sakaguchi es un actor marcial muy conocido por participar en los filmes más cool de Ryuhei Kitamura. Fruto de su amistad con el cineasta de Versus (largometraje con el que Samurai Zombie guarda bastantes paralelismos), éste le confió uno de sus muchos guiones clónicos que por cuestiones de agenda no podía dirigir, viendo como resultado final esta mediocre traslación de la moda zombie en el contexto samurai. Una traslación que podía haber dado mucho más de sí, en parte porque hubiera sido ideal adecuar la historia en el período Sengoku (1467-1568), muy fructífero en cuanto a guerras civiles, o en la longeva era Tokugawa (1603-1867), período en dónde se inscriben muchos de los enfrentamientos entre clanes samuráis. En su contra, y supongamos que para abaratar los costes de producción, la presencia de los solemnes guerreros que seguían el código bushido, aceptando el camino de la espada hasta el fin de sus días (o hasta que desertaban convirtiéndose en ronin), es puramente anecdótica, pues los resucitados en vez de samuráis podrían ser perfectamente espíritus de personas que hubieran fenecido históricamente en el mismo sitio maldito y la historia (vamos, el mínimo relato que traza Sakaguchi), no se hubiera adulterado.

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Así pues el hecho de presenciar un híbrido entre la casta samurai (con esas máscaras “hoate” que les recubrían el rostro para protegerlos y que en algunos casos tenían una apariencia terrorífica) y un zombie era una buena idea inicial, muy sugestiva para todos aquellos que se han apuntado al carro de los muertos vivientes, pero por desgracia se queda en la superficie, pues acumula tantos fallos narrativos que a uno le dan ganar de coger las bobinas y remontarlas como es debido en una sala de montaje. Además los trucajes gore ya apuntábamos más arriba son algo chusqueros, sobre todo porque al utilizar técnicas digitales para provocar ríos de sangre falsa no se consigue el efecto repugnante que sí se logra con trucajes artesanales. En definitiva, que Samurai Zombie se puede definir como un anacronismo trash que se salva de la quema por algunos momentos cómicos y por el último plano filmado, de una exquisita e incomprensible belleza formal, dando pie a una posible secuela. Por nuestra salud cinéfila esperamos que los productores no le den el visto bueno, sino los que cogerán la katana para cortar cabezas niponas serán los espectadores que no les gusta que les den gato por liebre en este tipo de filmes gore en los que la comicidad tendría que arrinconar a la seriedad. Y este no es el caso, aunque les garantizo que tampoco es de las más infumables que hemos visto.

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