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Green Snake

Un artículo de Eduard Terrades || 12 / 12 / 2011
Pantalla Invisible

El “wuxia pian” (historias de caballerías de procedencia pulp) ha sido un género explotado cinematográficamente hasta la saciedad por la industria hongkonesa, y desde que se mezcló con la fantasía heroica, aún se hizo más popular y rentable tanto dentro como fuera del territorio asiático.

Una buena muestra de esta simbiosis genérica es Green Snake (1993), una bellísima utopía marcial filmada por el siempre ambicioso Tsui Hark (que este mismo año ha sido perpetuada en un descafeinado reeboot épico en The Sorcerer and the White Snake), en la que se combina magia, monjes taoístas que surcan los cielos, erotismo light resaltado por serpientes que cada vez que se transforman en mujeres bailan de forma sinuosa y un espíritu artesanal que le sienta de maravilla.

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Es complicado explicar de forma concisa la trama interna de esta adaptación libre de la novela original escrita por la respetada Pik Wah Li (Adiós a mi Concubina), pues su estructura interna es tan anárquica como fantasiosa, lo que la hace mágica y difícil de olvidar. A grandes rasgos nos encontramos con un cazador de espíritus malignos con un descendiente que está más ensimismado con la poesía que no con la disciplina taoísta que le permitirá seguir un camino recto, alejándose de la lujuria y codicia. Pero un día se topa con dos hermanas que lo seducen de buenas a primeras, atrayéndolo hacía una vida libidinosa a la que no podrá renunciar. Lo que ignora es que detrás de esas cautivadoras féminas se esconden voraces serpientes que seducen a extraños para poseerlos.

Asimismo las fechas del festival del dragón se acercan y el maestro taoísta huele algo maligno en su pupilo. Pronto el poder del dragón taoísta se enfrentará con la ávida furia de las dos reptiles. Lo que no sabe es que una de ellas lleva en sus entrañas el bebe de su pupilo, lo que hará que se interponga entre él y su alumno.

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Es este uno de los mejores títulos en cuanto a fantasía heroica que se pueden rescatar de la cinematografía hongkonesa de los años 90. Aunque se rodaron una cantidad innombrable (muchas de ellas de forma mediocre), son pocas las que se recuerdan por sus buenos acabados finales. Partiendo de la base que han pasado casi veinte años, y que todo lo que vemos en fotogramas es de una majestuosa artificialidad onírica que no se puede extrapolar al mundo terrenal, hay que saber valorar lo imaginativo que resultó el producto en su época, con unos efectos especiales ahora ampliamente superados (esas serpientes de plástico gigante resultan del todo entrañables), pero que Hark supo sacarles provecho con eficacia y destreza visual: los típicos efectos de cable eliminados en la postproducción, jugar con un falso cromatismo escénico como si fuera un colorido musical (de hecho la banda sonora contiene temas musicales y bailes más propios de Bollywood) y mucho humo artificial para difuminar la imagen con el objetivo de producir esa sensación de ensueño que desprende el metraje de principio a fin.

A todo ello hay que sumarle unas buenas interpretaciones de Maggie Cheung (la serpiente verde) y Joey Wang (la serpiente blanca), que imprimen una sensualidad que en la nueva versión mainstream rodada por Tony Ching Siu-Tung ha sido eliminada casi por completo, optando en su lugar por infantilizarla hasta extremos risibles.

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Por esta razón resulta aún hoy en día incomprensible que no ganara ninguna de las nominaciones en los Hong Kong Film Awards del ‘94 (dirección artística, mejor vestuario, mejor maquillaje y mejor banda sonora). Lo que nos hace pensar en la mano negra de las tríadas, muchas veces relacionada con el mundo de la farándula. Especulaciones banales aparte, lo cierto es que Tsui Hark y su Film Workshop asentaron un estilo que sería imitado hasta la saciedad, y sus 9 millones y medio de dólares hongkoneses de la época que recaudaron, sirvieron para demostrar que las artes marciales combinadas con la fantasía heroica (a veces llamada “swordsplay”) tenían un largo camino por explorar, como ese mismo año atestiguarían imaginativas cintas como The East is Red (aka Swordsman III, producida por Hark), The Evil Cult (rodada por el controvertido Wong Jing) o el díptico de culto que conforman las dos partes de La Novia del Cabello Blanco (rodadas por el irregular Ronny Yu). Pero Green Snake estaba por encima de todas ellas, y vino a significar lo que en su día aportó Una Historia China de Fantasmas (1987) al género: una revitalización fantasiosa de esos relatos pulp con valientes guerreros e inocentes aprendices de monje, que dignificaban la idiosincrasia milenaria de un pueblo rodeado por miles de leyendas transmitidas de padres a hijos, como esta historia de unas encantadoras serpientes que seducen a los humanos para sus propios fines sexuales.



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