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Sopressata cinematográfica (3): Inglorious Bastards

Un artículo de Eduard Terrades || 26 / 12 / 2011
Pantalla Invisible

Más conocida en Europa por Aquel Maldito Tren Blindado, lo cierto es que sin este filme bélico brindado por Enzo G. Castellari en 1978 nunca existirían los Malditos Bastardos de Tarantino, pues éste en su día quedo tan impresionado con la epopeya que realizaban unos convictos para escapar de una muerte segura a finales de la Segunda Guerra Mundial, que decidió rendirles tributo en el largometraje protagonizado por Brad Pitt que todos conocemos. Recuperemos pues una serie B de culto, resuelta con mucha pasión y mucha dinamita barata que incluso sorprenderá a todos aquellos que se burlan de los efectos especiales artesanales.

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Desgranar la trama interna de esta belicosa producción italiana resulta tan sencillo como desternillante: un grupo de convictos, junto con un coronel tránsfuga, huyen de un campo de prisioneros del ejército aliado con el objetivo de cruzar la frontera suiza, pero por el camino se cruzan con un grupo de espionaje formado por milicias francesas y varios militares estadounidenses, que pretenden robar el famoso misil V2 que los nazis custodian en un tren blindando (he aquí el nombre del filme); una misión suicida llena de explosiones de feria, metralletas de madera y extras (o actores principales) dispuestos a romperse la cadera (y los decimos por el pobre Fred Williamson, que tuvo que saltar desde un puente de piedra al susodicho tren, sin poder divisar nada al ser cegado por el vapor que salía de la máquina infernal). Una delicia que se ve complementada por una escena de puro “sexplotation” en que los (anti)héroes disfrazados de nazis intentan montárselo con un grupo de alemanas que están bañándose en un lago para quitarse las malas pulgas que gastan. La orgía termina sin orgasmos, pues son descubiertos y mientras huyen a pelota picada son acribillados. Pero sobreviven; aún les queda mucha guerra hasta que consigan volar por los aires la locomotora armada: desde asaltar una fortaleza de las SS hasta protagonizar algunas acrobacias con motocicleta, e incluso tendrán tiempo para enamorarse de alguna nena gala.

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Uno podría pensar que se trata de otro filme bélico más del montón rodado en Italia para abaratar costes. Más lejos de la realidad, el guión de Inglorious Bastards (así es como se rebautizó para el mercado anglosajón, y de aquí surge el homenaje de Tarantino) podría haberse quedado en un cajón si no fuera porque sus responsables afrontaron el proyecto con tanta pasión que removieron cielo y tierra para poder hacer realidad su sueño fílmico: rodar una ambiciosa odisea marcial situada a finales de la Segunda Guerra Mundial, alejándose de las tramas sociopolíticas y dramáticas que caracterizaban al género, y que encima fuera exportable a varios países dado su casting multirracial (sobre todo por Fred Williamson, cuyo éxito entre la audiencia afroamericana hizo que algunos avispados distribuidores lanzaran una copia al mercado de VHS con el actor encabezando el cartel de portada y con el título de G.I.Bro.). De hecho la columna vertebral de la trama ya había sido articulada desde hacía tiempo (bautizada provisionalmente con el nombre de Bastardos Sin Gloria), y los populares productores Roberto Sbarigia y Ermanno Donati intentaron vender el tren en suelo estadounidense allí por el año 76 (dicen las malas lenguas que tantearon la idea a Ted V. Mikels, un realizador de serie Z que había conseguido que The Doll Squad, una casposa cinta de acción, calase entre ciertos espectadores sin demasiado paladar cinéfilo). Finalmente regresaron al país del panettone sin haber podido cerrar ningún contrato en firme, confiando la locomotora maldita a su colega Castellari con la esperanza de que la volviera a poner en marcha. El atlético realizador quiso rescribir parte del guión junto con su socio Tito Carpi, aunque finalmente las tascas de reescritura fueron acertadamente concedidas a la reputada Laura Toscano (y al marido de ésta). Y una vez tuvieron sobre la mesa una trama sólida, se pusieron manos a la obra gracias a la ayuda estimable de la compañía Capitol Internacional; convocaron a unos cuantos extras y se rodearon de varias glorias yankis que (literalmente, y tal y como figuran en las entrevistas de varias ediciones remasterizadas) estaban enamoradas de las excelencias gastronómicas italianas.

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El resto ya es historia: camaradería absoluta entre todos los integrantes del rodaje, escasa hemoglobina para no herir sensibilidades, unos grandes decorados de cartón-piedra con un final explosivamente delicioso hecho con unas maquetas muy creíbles y promoción algo tendenciosa. Y todo sin malgastar ni una lira extra del presupuesto (tal y como afirman sus creadores en varias entrevistas: “antes se podían llevar a cabo semejantes locuras como ésta por menos de 10 o 15 millones de dólares, contando con la buena respuesta del público y de la propia industria, ahora es impensable”). Esto provocó una revalorización extra de Castellari, e incluso entre ciertos círculos se lo consideraba el "Sam Peckinpah de Europa" (apelativo que se le coincidió dos años antes al deslumbrar con Keoma). Esta interminable ficción bélica pues le reportó grandes beneficios y un cierto estatus de culto que se consolidó después de que presentara su injustamente demandada L’Ultimo Squalo (rodada en 1981, antes de que Universal la plagiara para terminar la famosa El Gran Tiburón 3D y que después frenase la distribución del filme del cineasta italiano para que nadie pusiera el grito en el cielo con los más que parecidos razonables).

Históricamente hablando, puede que los más puristas la repudien por algún que otro defecto cronológico, pero en su día fue todo un referente para una generación de cineastas europeos que veían como podían encandilar a un público fiel que devoraba programas dobles a la misma velocidad que ese tren blindado recorría las vías del viejo continente europeo.

Ediciones disponibles: DVD editado en España por Tribanda Pictures (zona 2) con un disco dedicado exclusivamente a documentales relacionados con la obra. Recomendamos el pack editado en Estados Unidos (zona 1) con el nombre de Inglorious Bastards: Explosive Edition, que contiene 2 DVD y un CD con la banda sonora original de Francesco de Masi.




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