Nunca nos cansaremos de ver en fotogramas invasiones alienígenas, sobre todo cuando aportan algo diferente y están ubicadas en ambientes hostiles de reducido espacio. La invasión cinematográfica que hoy proponemos provocará náuseas a los que estén acostumbrados a consumir comida congelada, pero causará euforia entre los que estén hartos de marcianitos verdes, realizados con CGI baratos y sin demasiada personalidad combativa. Alien Raiders (Ben Rock, 2008) viene a constatar que con un presupuesto ajustado se puede montar un buen pollo extraterrestre en el sitio menos pensado.

Unos parásitos de procedencia alienígena, que residían en un asteroide, llegan a un pequeño pueblo norteamericano después de que varios fragmentos se hayan dispersado por el planeta al entrar en contacto con la atmósfera. Un equipo de investigadores les siguen el rastro desde hace años junto con un grupo de observadores, personas que han sido infectados por los seres hospedadores y que a base de quimioterapia han conseguido que no dominen sus organismos. El objetivo es aniquilar a toda la especie invasora y procurar que no infecten a otros humanos, además de dar con el troyano padre, el rey de la infecciosa raza alienígena que se oculta entre sus repugnantes súbditos. Las pistas les conducen a un supermercado, en dónde parece que los extraterrestres han ido tejiendo un nido entre la carne almacenada en las cámaras frigoríficas. La operación se complica cuando el equipo de investigación decide convertir el asalto en un atraco, para no levantar sospechas sobre sus verdaderos fines, y la policía local decide intervenir ya que entre uno de los rehenes se encuentra la hija del sheriff. Y los problemas no han hecho más que empezar, pues entre los pueblerinos que han quedado atrapados dentro del supermercado se encuentran personas que ya han sido infectadas previamente. Solamente las primeras mutaciones vendrán a confirmar sus temores: que se encuentran atrapados dentro de una ratonera.

Este largometraje pensado exclusivamente para su explotación masiva en videoclubs y grandes superficies (de hecho su productora es Raw Feed, una subdivisión de la Warner fundada hace cinco años para dar cabida a productos que por sus características podían funcionar mejor en el terreno doméstico), no deja de ser una serie B muy bien empaquetada, con unos efectos especiales más que convincentes (por suerte los bichos están creados de forma artesanal y producen cierto asco) y un ritmo incesante que por desgracia flaquea en los últimos veinte minutos. Del guión mejor no hablar demasiado, ya que además de acumular algunos tópicos del género, se perciben ciertas incongruencias conceptuales (¿cómo puede ser que este equipo de cazadores presuman entre los rehenes de que son muy precavidos con su profesión, tendiendo en cuenta que han dejado la furgoneta estacionada en el párquing del supermercado, llena de material confidencial, siendo descubierta a la primera de cambio por la policía?). Pero tampoco hay que pedirle peras al olmo a este entretenido cóctel de thriller y ciencia ficción, a medio camino entre alguna versión de los ladrones de cuerpos y la novela The Mist de Stephen King, protagonizado por actores desconocidos para el público en general y cuyo máximo reclamo es el espectacular cartel, prometiendo más de lo que realmente ofrece (emulando así a las ya clásicas carátulas engañosas de los VHS de los años 80).

Definitivamente Alien Raiders es un festín para cinéfagos con apetito alienígena y que tengan un estómago lo suficientemente resistente como para soportar la mezcolanza genérica a la que se expone uno al devorar este curioso subproducto de acabados finales desiguales.