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Asian Trash (3): V Madonna War

Un artículo de Eduard Terrades || 14 / 5 / 2012
Pantalla Invisible

A mediados de esa década la industria cinematográfica japonesa experimentó una profunda crisis creativa y económica.

¿Una versión adulterada de Los Siete Samuráis en clave femenina situada en el mundo estudiantil? ¿Una cinta de culto repleta de mujeres guerreras que arrasó en los videoclubes internacionales? ¿Una muestra del cine guerrillero que se cocía en el archipiélago japonés, coincidiendo con el clima prebélico que se vivía en algunos institutos marginales? Sí, todo esto y un castillo de juego de artificiales como colofón final es lo que contiene esta cinta de acción más conocida entre nosotros por Colegialas Violentas: Destrucción Total (aka Go For Broke, 1985). Impactante título para un filme del desconocido Genji Nakamura, que no es tan malo como lo que aparentemente denotan sus imágenes si visionamos su trailer, y que os hará cambiar la percepción que teníais sobre los disciplinados alumnos nipones. ¡Violencia en las aulas en estado puro!

En total son cinco (y no siete) las guerreras callejeras reclutadas para ayudar a un grupo de muchachos que viven acorralados por los sobornos y la violencia constante que un grupo de motoristas (los Yagyu Biker), liderada por una dominatrix que mantiene un pulso romántico con una de las muchachas del grupo rival, ejerce con mano dura en un centro situado a las afueras de Tokio (o eso se nos vende). Por si fuera poco, una de las alumnas ha caído en las redes de uno de los sublíderes del grupo, y para sumar fuerzas, decide seguir adelante con el objetivo de cumplir su misión como espía. Aunque en el primer ataque salgan victoriosas, serán atacadas de forma individualizada. Humilladas y maltratadas, deciden emprender una ofensiva nocturna que les llevará a emprender una guerra con armamento pirotécnico en las inmediaciones del instituto, junto con la ayuda de varios estudiantes con cara de no haber roto un plato en su vida. A pesar de la carga violenta y la consecuente victoria final, al concluir el espectador descubre que todo había sido el sueño de uno de los muchachos que se había dormido en clase. Vamos, que el tributo a Akira Kurosawa no es tanto como lo que pudiera parecer, a no ser por la especie de homenaje que se quiere rendir al “chanbara”, es decir, al cine de samuráis puro y duro que tanto practicó el otrora realizador de Yogimbo, al caracterizar a una de las femme fatale como una actriz especializada en producciones del género. Digamos que se ha sustituido los paisajes feudales y los campesinos asediados por los bandidos del filme de culto que fue rodado por el que es considerado el emperador del cine nipón, por un destartalado edificio viejo que hace a veces de instituto y otras de soporte logístico para guardar toda la pólvora que se empleará en el clímax final.

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Desde que se puso de moda la música punk entre la juventud de la época, los niveles de violencia en las escuelas e institutos de las ciudades dormitorio habían aumentado de forma alarmante.

Los años 80 fueron terribles (o de una riqueza productiva para la serie B increíbles, según como se mire); a mediados de esa década la industria cinematográfica japonesa experimentó una profunda crisis creativa y económica, tal vez la que más tangencialmente demoledora se recuerda. Atrás quedaba esa efímera ola que se había iniciado con Hausu (1977), una curiosa producción de casa encantada firmada por el hippie Nobuhiko Obayashi, y que dio pie a que realizadores como Kazuki Omori o Yoshimitsu Morita arrancaran sus carreras de forma fructífera. Para salir del atolladero, muchos productores decidieron apostar por el formato doméstico, recién inaugurado y que estaba causando sensación entre los hogares nipones. Y por ello se lanzaron en tropel a buscar éxitos inmediatos con géneros que fueran proclives a ello: el yakuza eiga, el cine de acción, el policíaco violento o el” pinku eiga” (cine erótico) fueron sus máximos exponentes. Sin obviar claro está el anime, que era otro mundo aparte. Había que reconsiderar también a Sogo Ishii, precursor del cyberpunk cinematográfico, como instigador de un cine undeground que no afectaba a los resultados de la taquilla nacional, pero que incitaba a la instauración de un nuevo modelo artesanal que determinó ciertos comportamientos vanguardistas que eran reciclados por miles de cineastas que empezaban desde abajo como buenamente podían, sumergiéndose incluso en el cine porno para poder aprender del oficio que amaban (como el propio Nakamura, encargado de dirigir esta locura con colegialas sin músculo que pretenden convertirse en las reinas del instituto, o producciones tan bizarras como Beautiful Mystery).

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Pero había que sumarle un fenómeno que preocupaba seriamente a las autoridades niponas: desde que se puso de moda la música punk entre la juventud de la época, con bandas locales míticas como The Stalin o The Roosters, los niveles de violencia en las escuelas e institutos de las ciudades dormitorio habían aumentado de forma alarmante. A eso hay que sumarle la fundación de una nueva tribu urbana conocida por “bôsôzoku”, que eran grupos de vistosos motoristas que tuneaban sus motocicletas y que marcaban su territorio con banderas y otras consignas más propias de una organización sectaria. Esta subcultura popular fue arraigando entre la industria del momento, naciendo así un subgénero de jóvenes pandilleros que expresaban su valentía y libertad a golpe de casco. De todo ello hay en V Madonna War. Y a pesar de que a nivel fílmico no aporte demasiado, sea por sus cualidades técnicas muy limitadas (con esos zooms mal encuadrados o forzados, una fotografía pésima y un sentido del ritmo muy cuestionable, pues la trama se alarga en demasía), sea por sus actuaciones (se cogieron a idols del pop y a figurantes sin experiencia, exceptuando a Mickey Curtis, actor mestizo que aparece en un rol muy secundario y que luego participaría en varios proyectos relevantes de Takashi Miike), sí que hay que alabarla por sus espíritu combativo y anárquico, en un momento en que las nuevas generaciones más rebeldes estaba reivindicando el cine prerrevolucionario y izquierdista nipón que se forjó a principios de los años 60. En este aspecto, y salvando los objetivos comerciales entre ésta vulgar película de pandilleros, principalmente carne de videoclub, y las ansias agitadoras del cine de Koji Wakamatsu, Masao Adachi o del propio Ishii, es un ejemplo perfecto para adentrarse en el complejo mundo del V-Cinema (cine pensado para la pequeña caja tonta). Un mundo que sirvió para que los más talentosos evolucionaran hacia un terreno más mainstream (por ejemplo el propio Hideo Nakata después de que muchos años después arrasara con Ringu), y los más mediocres continuarán rodando productos como el que tenemos entre manos.

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Aún así, V Madonna War se salva de la quema porque intenta ofrecer una resolución imaginativa (de forma onírica) a un conflicto entre violentos pandilleros que no se sostiene por ningún lado, más propio de las guerras entre clanes yakuza, y que la policía ignora a pesar de la gravedad de la situación. Además contiene alguna escena polémica que la hace proclive al morbo: la posible violación de la infiltrada debajo de un puente de una línea de ferrocarril, cortada en forma de elipsis ante la atenta mirada de la tigresa de armas tomar, que se regocija del momento mientras se fuma un pitillo. Sin obviar esos últimos veinte minutos finales rodados a golpe de música rock mientras asistimos a la pelea de gamberros más larga de la historia del cine japonés (con perdón de Crows Zero de Miike), y que rodados de forma anárquica, en un todos contra todos, la convierten en una ociosa guerra improvisada que ni el propio Enzo G. Castellari se atrevería a rodar. Todo ello mientras nos tomamos unas deliciosas pizzas, manjar ideal para una producción caótica y destructiva como la que conforman estas madonas asiáticas.

Ediciones disponibles: ha sido editada por Tema Distribuciones junto con un suculento programa doble que incluye Massacre: Mad Killers vs Cutie Fighters (Seiji Yamada, 2005), escenas eliminadas, el primer episodio de la serie de pandilleras con yo-yo Sukeban Deka y unos cuantos trailers de material a priori imposible de conseguir.





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