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Bleak Night: ecos lejanos de bullying surcoreano

Un artículo de Eduard Terrades || 04 / 6 / 2012
Pantalla Invisible

El sistema educativo surcoreano se ha convertido en uno de los más exitosos a nivel mundial; su modelo competitivo es fuente de admiración por parte de algunos estamentos gubernamentales de otros países asiáticos, pero también muy cuestionado por la discriminación que sufren esos alumnos que no responden adecuadamente a lo exigido. Si a finales del siglo XX, Japón era el país que encabezaba las listas de suicidios entre adolescentes, ahora es Corea del Sur quien tiene este desgraciado honor. Esta situación es la que se expone en Bleak Night (Yoon Sung-Hyun, 2010), un thriller intimista muy oscuro que habla del bullying en secundaria alta de una forma gélida y apesadumbrada.

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A través de la penitencia de un padre (Jo Sung-ha), que ha perdido a su hijo por razones que nunca habría podrido imaginar, asistimos al viaje emocional de tres chavales desde la pubertad hasta el paso de la adolescencia al mundo adulto; tres colegas que permanecía unidos, que eran carne y uña, pero que por culpa de las divergencias ocasionadas por la falta de comprensión hacía todos esos sentimientos que albergaban en su interior de forma oculta para no herir a los demás, así como por varios malentendidos en una relación amorosa que afecta a dos de ellos, se van distanciando como polos opuestos, hasta que la enemistad se vuelve irreversible. La permanencia del grupo, un sentimiento muy ligado a la adolescencia, se vuelve insostenible para ellos, y mientras que uno incluso decide abandonar el instituto por culpa de presiones internas del grupo, otro prefiere alejarse de todos los marrones y mantener un vínculo emocional con una chica de su clase. El problema se produce con ese miembro restante: abandonado por la falta de camaradería de sus colegas, vive su solitaria existencia aupándose en un grupo de matones que él mismo dirige, meditando sobre su fútil presencia como ser humano y, en definitiva, sintiéndose culpable por haber marginado a ese compañero de correrías que ahora ha cambiado de centro para no tener que aguantar sus humillaciones. Mediante largos flashbacks asistimos a esa violencia subversiva que poco a poco se ha ido gestando, y que el padre intenta comprender en el presente entrevistando a los compañeros más próximos de su desaparecido hijo, intentando dar con respuestas que vayan más allá del simple hecho de entender las razones por las cuales sus amigos ni tan siquiera asistieron al funeral. Un drama demoledor sobre el peso de la culpabilidad.

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El pasado 31 de Marzo empezó aplicarse una nueva ley para prevenir las tendencias suicidas entre los adolescentes surcoreanos; ley que se amplía hasta jóvenes de 24 años después de comprobar que es hasta esta franja de edad cuando hay más riesgo de suicidio, teniendo en cuenta las estadísticas que se han venido realizando desde hace cinco años, y que demuestran que la tendencia ha sido exponencialmente negativa. Cada vez hay más jóvenes que se quitan la vida (31 por cada 100 mil habitantes) a consecuencia del rígido sistema educativo, cuyas frustraciones se dan, sobre todo, en la estresante época en que hay que preparar los exámenes de ingreso a la universidad. El fracaso escolar no está contemplado en una sociedad que mira con recelo a los que tienen pocas ambiciones. Por este motivo el gobierno ha impulsado una campaña para concienciar a las nuevas generaciones de que deben tener más apego a la vida, con medidas de prevención y un test de evaluación mental obligatorio para aquellos que entren en la adolescencia. Pero lo que siguen ignorando es la raíz del problema, y es que muchas amistades que se habían forjado en la infancia se pierden por el camino, y en parte es debido a la jerarquía que se establece inconscientemente entre los propios estudiantes, que intentando escalar posiciones en el sequito estudiantil más elitista, se cierran en sí mismos. Un proceso que en el filme viene representado por ese chico que evita meterse en líos (el más maduro de los tres amigos, interpretado por un mesurado Seo Jun-Young), y que renuncia a su amada porque, además de que lo han engañado con falsos rumores entorno a las practicas sexuales de ella, no es un buen estudiante, ya que decide abandonar sus estudios momentáneamente (y que luego retomará cuando años después se reencuentre con el otro viejo camarada, el que huyó a otro centro educativo). Este proceso se acrecienta en las facultades, que compiten entre sí para obtener los máximos resultados, aunque la trama no llega hasta este período del aprendizaje de una persona coreana corriente.

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Lo que sí nos muestra Bleak Night es que este problema empieza en secundaria alta, y hoy por hoy parece imposible revertirlo. Y es que no solamente el ministro de educación tiene algo que decir a este sistema de hierro, sino que las familias de los implicados, es decir, de todos esos adolescentes que viven con desesperación y pulso violento el amargo destino de no entrar en una universidad de nivel (o simplemente no aspiran a ello dada su falta de capacitación), deberían respaldarlos más emocionalmente. Sí el padre que busca consolación entre los amigos de su hijo fallecido, para entender y comprender las razones que lo llevaron al suicidio, hubiera estado más a su lado, comprender el porque de sus frustraciones (muchas de ellas por falta de afecto y al no tener a una madre que equilibrase la balanza en el hogar familiar), tal vez ahora no estaría lamentándolo. Lo curioso es que este progenitor que no muestra sus sentimientos ante la cámara, sino que su represivo compungimiento lo hace aún más terco ante la verdad que pretende descubrir, sirve en cierto modo para comprender la contención emocional de una sociedad muy marcada por los altibajos políticos y diplomáticos con su país vecino. Otro aspecto que sirve para contextualizar el clima de culpabilidad es que la persona que se suicida, situación que ya se advierte desde los títulos de crédito iniciales, no es la víctima que ha padecido el bullying continuado, sino el causante de dicha práctica. E intuimos que se decide a cometerlo justo cuando los primeros rayos del Sol rompen el alba, después de una agitada tarde de reconciliación frustrada con uno de sus amigos. Un punto de vista planteado de forma algo ambigua y que da pie a interpretaciones ensayísticas de los motivos que impulsan a autodestruirse, pero que resalta la originalidad conceptual del tema que narra con una prosa cinematográfica algo ascética y muy desalmada.

Podríamos decir que Yoon Sung-Hyun firma así su opera prima (después de haber participado en If You Were Me 5, filme colectivo impulsado por la Comisión de derechos Humanos de Corea y que trata sobre varios aspectos de la sociedad contemporánea), y lo hace practicando ese nuevo estilo neorrealista que se ha apoderado del cine asiático en su faceta documentalista y que otros compañeros de profesión, como el taiwanés Hou Hsiao-Hsien, el chino Jia Zhang-Ke o el nipón Hirokazu Kore-eda (sobretodo en sus primeros trabajos televisivos no conocidos dedicados hablar sobre personas portadoras del VIH), han utilizado en sus respectivos trabajos para interferir y opinar sobre algunas problemáticas de sus países. Bleak Night podría considerarse un docudrama si no fuera porque en muchas de sus secuencias hay una clara vocación de utilizar el lenguaje cinematográfico para crear una ficción lo suficientemente tipificada y prefabricada que capta la mirada del espectador acostumbrado a devorar dramas. Pero el punto de partida de esa ficción son precisamente unas estadísticas que no se mencionan en el largometraje, pero que sí aparecen de vez en cuando en la prensa coreana y, a sabiendas de que el cine no deja de ser una exageración hiperbolizada de la realidad, el cineasta ha preferido darle un aire de “cinéma verité” para reforzar el discurso y la denuncia que pretende hacernos llegar. Los sentimientos de los personajes se van destapando como una matrioshka, y la narración, desestructurada, esquivando la métrica clásica, parece bascular entorno a esa desencriptación sentimental que experimentan los tres estudiantes. Además la cámara se sitúa en muchas ocasiones en el punto de mira de los personajes, a la misma altura que su mirada, siguiendo sus movimientos desde su perfil o desde sus hombros en un ángulo muy usado durante todo el metraje gracias al refuerzo de la cámara en mano, reforzando así el realismo subjetivo del que hace gala todo el filme.

Todo esto se vio recompensado por varios premios que resaltan la genialidad de una producción que muy difícilmente verá luz comercial en nuestro país: desde varias condecoraciones a Lee Je-Hoon como actor revelación en distintos festivales y galas de su país (Blue Dragon Film Awards o los Daejong Film Awards otorgados por el ministerio de cultura e información coreanos) hasta recibir el premio de la crítica FIPRESCI en suelo asiático en la 35 edición del Festival Internacional de Cine de Hong Kong. Premios todos ellos que sirven para que no caiga en saco roto, igual que ese chaval que decide poner punto y final a su corta existencia porque nadie le presta la atención emocional que se merece.

Ediciones disponibles: únicamente disponible la edición coreana en DVD (zona 3), que además de venir con un audiocomentario del realizador, viene con el cortometraje previo “Children” de 31 minutos.




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