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HK Noir (17): Dream Home

Un artículo de Eduard Terrades || 11 / 6 / 2012
Pantalla Invisible

Una de las producciones más salvajes que se han rodado en la ex-colonia británica en los últimos años está relacionada indirectamente con la burbuja financiera, y a sabiendas que son muchos los que degustan ciertos manjares gore con cierta regularidad, resulta conveniente darla a conocer precisamente en este momento de rescates económicos: Dream Home (Pang Ho-Cheung, 2010) es un impacto fílmico visual de principio a fin, y que pone en el punto de mira a los especuladores inmobiliarios a través de una encabronada “femme fatale” que trama una serie de asesinatos para conseguir la vivienda de sus sueños. Un cruce entre las manidas muertes de un “slasher” convencional y los giros imposibles de un “giallo” violento; un largometraje negrísimo que puede provocar náuseas a los más aprensivos.

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Primera secuencia: un vigilante de seguridad de mediana edad es cruelmente asesinado en el vestíbulo de un lujoso edificio de nueva construcción. Fundido en negro. Tomamos aire y comprobamos que la mujer que aparece en escena, que está hablando con compañeros de trabajo, que intenta mantener relaciones sexuales con un tiburón de las financias, es la misma que, enfundada en un mono gris, se ha cargado al pobre vigilante sin pestañear. Y no sólo eso, sino que toma el primer ascensor para subir a las plantas superiores para proseguir con su descarnada actitud violenta. Su actividad psicópata no cesa, al contrario, las muertes se suceden detrás de otra, mientras varios flashbacks se van intercalando para mostrar la sacrificada vida de la sociopata: una fémina frustrada que desde niña había soñado que cuando fuera adulta viviría en un piso con vistas a Victoria Harbour, es decir, la famosa bahía ubicada en el barrio de Kowloon desde donde se puede vislumbrar todo el skyline de la isla financiera de Hong Kong. Después de ahorrar lo suficiente como para mudarse a un recién inaugurado bloque aposentado justo delante de la bahía, una serie de contratiempos relacionados con varios especuladores de la zona y con varios propietarios de la finca impedirán que adquiera el piso de sus sueños. Y la masacre prosigue, hasta que el espectador descubrirá cuales son los verdaderos motivos que la han inducido a cometer dicho encarnizamiento con los vecinos del lugar. Obviamente hay trampa y la maquiavélica resolución final dará un giro sorprendente a la macabra trama.

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Cuando se estrenó en las concurridas multisalas hongkonesas, algunos carteles informativos advertían de sus desagradables imágenes e incluso en algunas salas, cuando se adquiría la entrada en taquillas, se regalaba una pequeña bolsa de papel por si durante la proyección a alguien le sentaban mal las palomitas. Un reclamo comercial que se complementaba con el mítico rótulo de “Categoría III” ilustrado en dichas bolsas (una indicación que equivale a la clasificación R estadounidense, es decir, sólo se permite la entrada a mayores de 18 años), emulando así a las viejas campañas de marketing que las pequeñas compañías norteamericanas llevaban a cabo con el cine de terror de los años 70. Pero a diferencia de Wes Craven & cio, Ho-Cheung no necesita de presentaciones suplementarias, su obra cinematográfica es sobradamente conocida por sus paisanos. Incluso para el público foráneo no es desconocida (aquí se encuentra disponible su irreverente comedia erótica AV). Lo que sí fue toda una sorpresa es que este realizador joven, que se había especializado en comedias sociales sobre aspectos que afectan sobretodo a su sociedad, cambiara radicalmente de estilo y género para brindar una de las salvajadas más reivindicables de la última década. Eso sí, sin alejarse temáticamente del aspecto sociológico que sus películas pretenden ser a través de tramas rocambolescas. En este caso, la culpable la tiene la crisis financiera y el agresivo mundo especulativo hongkonés, en donde los edificios que tienen más de medio siglo de existencia son derribados para dar paso a monstruosos rascacielos de lujo; colosos edificios de hormigón armado que asfixian a los viejos bloques colindantes. Un mercado inmobiliario que, a pesar de la escasez de suelo edificable, va engordando la burbuja económica hasta cuotas inimaginables, retroalimentándose de esos espacios que han quedado desiertos por derribamientos forzados por matones sin escrúpulos y que en algunos casos traspasan la legalidad.

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En este contexto aparece una antiheroína que se siente traicionada por el sistema bancario y las inmobiliarias y que, para suplir sus frustraciones, decide tomar las riendas del negocio, imponiendo sus propias reglas financieras a través del asesinato. Y esta fémina rencorosa, que no tiene miramientos a la hora de tomar decisiones fatales que afectan a sus familiares más directos, está interpretada por una desbocada Josie Ho, una diva que no se caracteriza por su belleza corpulenta, pero que seduce por su agrietada mirada y su pulsión violenta. Otro aspecto a retener es la excelente y por momentos alucinógena fotografía de Yu Lik-wai, todo un especialista en la materia que ha trabajado en la China continental con un cineasta tan importante de la sexta generación como es Jia Zhang-Ke (por ejemplo en Naturaleza Muerta o Historias de Shangai), y que en algunas ocasiones también se ha puesto al mando de un equipo de filmación para poder dirigir sus propios proyectos personales (aquí hemos podido disfrutar con su drama costumbrista Love Will Tear Us Apart, en donde retrata las bulliciosas calles del Hong Kong contemporáneo con un aire neorrealista). Pero sí hemos de hacer hincapié en algún aspecto que sobresalga por encima de los demás en esta sanguinolenta función, el gore es sin duda alguna el que más destaca por su utilización desmesurada: la secuencia que acontece en el interior de un minúsculo apartamento, atiborrado de discos de vinilo, y en el que varios jóvenes han montado una fiesta con dos prostitutas, raya lo paroxístico; un festival de sangre y tripas (literalmente) que se acerca al clásico espectáculo “grandguiñol” por su crueldad prolongada y sadismo sin atisbos de comicidad. Y aunque parezca mentira, este ensangrentado cóctel le sirve a Ho-Cheung para denunciar la mala praxis inmobiliaria de Hong Kong de forma poco ortodoxa, escapando así del simple filme gore de usar y tirar (buena prueba de ello es que fue nominada en varias categorías de los Hong Kong Film Awards del año 2011). Thriller macabro, horror malsano, trama noir que se va construyendo a través del pasado de la protagonista, “slasher” convencional fusionado con el “giallo” a consecuencia de las esperpénticas muertes violentas… de todo ello hay en este enrabiado largometraje que hace del exceso su bandera. Home, sweet home.



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