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Love Death

Un artículo de Eduard Terrades || 09 / 7 / 2012
Pantalla Invisible

Había una vez un realizador nipón que hacía producciones para divertirse, con un presupuesto muy limitado y con actores amateurs. Con el tiempo su discurso fue evolucionando y con él su lenguaje visual, hasta que tuvo la oportunidad de probar suerte en el mercado internacional (The Midnight Meat Train). Pero antes firmó uno de los mejores thrillers contemporáneos que se recuerdan del cine japonés: en Love Death (2006), basándose en un oscuro manga de Tsutomu Takahashi, el “enfant terrible” Ryuhei Kitamura narra la odisea de un yakuza y de su pretendiente en busca de un oasis donde esconderse, para evitar ser cazados por una horda de estrambóticos seres que se mueven como cucarachas por los bajos fondos de la sociedad nipona. Un viaje extravagante de casi tres horas, que nos llevará por los paisajes más inhóspitos del archipiélago japonés a través de la mirada sesgada de varios outsiders que intentan huir de su propio destino.

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Un bar en horas nocturnas, una joven de figura escultural y angélica mirada, un yakuza que intenta agredirla y otro que la salva del purgatorio. Sai es un rudo muchacho que ha decidido convertirse en un proscrito de forma independiente y que, después de esa noche, su vida cambiará al caer rendido a los pies de Sheela, convirtiéndose en ese momento en su piedra angular. Pero la enigmática joven desaparecerá durante 345 días, regresando una vez más para pedirle ayuda, ya que ha robado el motín del clan Kurogane. En realidad el “oyabun” (el jefe en jerga yakuza) de dicha banda es el mismo que esa pretérita noche la estaba maltratando en un pub, y ahora quiere cobrarse su merecida venganza con métodos poco ortodoxos (en los que incluyen un revolver vibrador). La huida será inminente, siendo perseguidos por otra banda que ha sido contratada por el propio Kurogane, por unos sofisticados policías extremadamente excéntricos y, sobre todo, por el azar, que en ocasiones actuará a su favor y en otras en su contra. Y ante todo, un macguffin: una maleta lo suficientemente cargada de yenes como para plantearse viajar hasta el fin del mundo.

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Desde siempre ha habido ciertas sinergias entre Kitamura y Takahashi. Una empatía que va más allá del entendimiento mutuo, y que ha llevado al primero a adaptar varias novelas gráficas adultas del segundo: la menospreciada Alive (2002); la budista SkyHigh (2003), tal vez una de las adaptaciones más fieles que se hayan hecho últimamente de un manga; y 69, que es el nombre original de la historieta gráfica que da pie a este filme en que la yakuza es presentada como una organización extraña, desterrada de la sociedad de forma consciente por los distintos grupos que la forman. Pero este número de connotaciones sexuales (y que juega un papel simbólico durante el metraje), también da pie al nombre de la website en dónde se recogen todos los trabajos del autor. Cabe decir que el manga original es muy sombrío, no contiene toques humorísticos como sí se han introducido a lo largo del metraje, y levemente resulta más violento (por el trazo agresivo que suele utilizar Takahashi en sus viñetas). Aunque Kitamura no escatime ni en sadismo ni en hemoglobina, al introducir cierto sarcasmo en los personajes que pueblan esos escenarios adornados por una deliciosa crueldad superficial o gore barato, no resulta tan desagradable como en la obra original.

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Personajes, esta es la palabra clave. No hay otra acepción que confirme lo que vemos reflejado en fotogramas: esta es una producción coral de personajes entrelazados, otros de secundarios y muchos que no saben que les ocurrirá en la siguiente secuencia. Pero por encima de todos ellos hay uno que parece domar a todo el ganado: el que interpreta Shinji Takeda, el protagonista principal que, entre musculito y un aire a cantante pop (de hecho, en sus ratos libres es saxofonista en una banda), deambula entre su amor platónico (interpretado por Nora) y antiguas amantes algo maduritas (la increíblemente bella Aya Sugimoto), sin olvidarse de otros sinistros e inexplicables personajes de ambigüedad mefistofélica (como su sacrificado mentor yakuza, brindando por el gran Riki Takeuchi, que le enseña la profesión sin posicionarse en ningún bando). En el otro extremo tenemos al líder del clan Kurogane, el líder de la manada yakuza, interpretado por un revolucionado Eiichirô Funakoshi. Y justo en medio se sitúa el camaleónico Susumu Terajima, que en un logrado intento por parecerse a un policía corrupto, obsesionado por la ingesta desmesurada de comida, actúa como abogado del diablo de ambos bandos.

Love Death puede considerarse una road movie postmoderna, y tal vez la producción más completa de Kitamura. Y a pesar de que su historia halle la fuente original en un manga de Takahashi, puede considerarse como su proyecto más personal en el que ha tenido más libertad para extender su discurso. Prueba de ello es la abundante cantidad de “pillow-shots” y secuencias completamente vacías de contenido que perfectamente podrían haberse eliminado, pero que en el montaje se han respetado para dar una mayor profundidad metalingüística a una obra que intenta reformular el “yakuza eiga” (películas en las que se vanagloria a los mafiosos japoneses) de nueva cuña; teniendo en cuenta además que personajes como el que interpreta Susumu Terajima (actor fetiche de Takeshi Kitano) se interpretan a si mismos.

Love Death es para Kitamura y el cine yakuza lo que en su día significó Agitator (2001) para Takashi Miike. Aunque a diferencia de la obra más puritana de Miike, en la que se respetaba el conservadurismo del género, Kitamura ha preferido deconstruir ese modelo que desde Kinji Fukasaku prácticamente parecía intocable. Otros lo habían intentado, como Kitano, Rokuro Mochizuki (no perderse Another Lonely Hitman) o el propio Miike cuando se atrevió con Ichi the Killer, aunque esta adaptación de un cómic de Hideo Yamamoto iba por otros derroteros. Pero el otrora realizador de Versus ha ido más allá de lo impensable, tomando como base varios géneros autóctonos para mezclarlos equilibradamente y brindarnos el mejor postre de frutas exóticas que nunca hayamos probado. Pura macedonía fílmica: un poco de comedia freak, algo de terror y gore, acción al más puro estilo Hong Kong, sabor “indie” en algunas secuencias (sobretodo las que acontecen sobre ruedas), clichés parodiados de las típicas producciones de mafiosos nipones, un poco de erotismo chabacano como si fuera una “pinku eiga” (cine erótico de carácter light) de videoclub y algo de comedia romántica (el anticlímax final o cuando ambos personajes emprenden el viaje definitivo de sus vidas). Todo ello aliñado con una excelente banda sonora que combina sonoridades new-age con ese rockabilly gamberro de sus primeros largometrajes. En resumen, que este singular viaje por lejanas carreteras secundarias puede que se convierta en la mayor experiencia “cool” cinematográfica.

Ediciones disponibles: editada en Francia en DVD (zona 2) en un estuche steel box de coleccionista cargadísimo de extras que incluyen, entre otros, dos cortometrajes previos relacionados con la historia, escenas eliminadas (26 mins), varias entrevistas (33 mins), la premiere mundial en el prestigioso Yubari Internacional Fantastic Film Festival, parte del concierto especial que realizó Shinji Takeda a propósito del lanzamiento de la película y mucho más.




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