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Adrift in Tokyo

Un artículo de Eduard Terrades || 30 / 7 / 2012
Pantalla Invisible

Vagabundear por la capital de los neones siempre ha sido un deporte muy saludable para todos aquellos que aman Japón. Entre la multitud y la muchedumbre cotidiana se cruzan miles de callejones anónimos, franqueados por la inabarcable red de ferrocarriles y cables eléctricos que suspendidos a cierta distancia contemplan cómo la ciudad se hunde en un mar de agitado oleaje. Esta sensación es la que quiso reflejar Satoshi Miki a través de Adrift in Tokyo (2007): un viaje catártico a través de dos parias que recorren la megalópolis nipona de cabo a rabo sin un objetivo prefijado, a pesar de que uno de ellos quiera redimir cuentas con el pasado.

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Fumiya (Jô Odagiri) es el eterno estudiante universitario que vive en un piso de alquiler de cuatro tatamis. Ahogado por las deudas contraídas con una entidad financiera vinculada a la yakuza, se esconde en su vivienda, saliendo lo justo y necesario para conseguir víveres y dinero para su manutención. Pero un día es descubierto por un prestamista (Tomokazu Miura) que es enviado por la agencia en cuestión para cobrarle la deuda que va arrastrando desde hace años. Si no quiere terminar al fondo del río Sumida con una piedra atada en sus piernas, deberá devolver el préstamo de 800 mil yenes en los tres días siguientes. A pesar de verse entre la espada y la pared, el desgreñado chaval sigue practicando su rutina habitual, hasta que el yakuza regresa antes de lo previsto y le propone una solución para saldar la cantidad que debe: si le acompaña en un paseo por Tokyo, le facilitará el dinero que necesita para poder sufragar el préstamo. Sin más dilación que la de coger lo necesario para subsistir durante el trayecto (léase lo que lleva puesto y un paquete de tabaco), los dos emprenden un viaje a pie sin saber lo que se encontrarán por el camino. Poco a poco ambos personajes se irán desnudando, y mientras el yakuza desvela que huye de su hogar ya que ha asesinado a su esposa por accidente, pretendiéndose entregar a la oficina central de policía de Kasumigaseki (situada a la otra punta de la ciudad, en donde se encuentran ubicados varios edificios de estamentos oficiales como el Ministerio de Justicia), el joven nihilista intenta recordar aspectos de su infancia para poder comprender los motivos que le impulsaron a abandonar a su familia. Por ello visitan el suburbio de Asagaya (lugar de nacimiento del chaval), pero también se pierden por Shinjuku y otras zonas poco exploradas por esos viajeros que están de tránsito por la capital. Una caminata pues que servirá para remover sus almas, con la finalidad de que tomen conciencia sobre su patetismo y encuentren la manera de mejorar su condición existencial.

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Adrift in Tokyo es para Satoshi Miki lo que en su día fue El Verano de Kikujiro (1999) para Takeshi Kitano, es decir, un cambio de tercio en su discurso, mucho más sentimental, alegórico, en el que la historia se construye y bascula a través de dos personajes antagónicos que utilizan el paisajismo natural japonés como escenografía ideal para conocerse mejor. Dos road movies placenteras que comparten los mismos objetivos catárticos, temáticos y existencialistas, y que además intentan mostrar en sus pausados fotogramas como la futilidad de la vida puede a veces juntar a personas que aparentemente no tienen nada en común. Sí en el filme de Kitano era un mafioso con deudas el que acompañaba a un niño en busca de sus padres, en esta ocasión es un joven con mentalidad infantil el que acompaña al yakuza a buscar a sus parientes lejanos. Pero mientras Kitano convertía el camino en una manera de rendir cuentas con su pasado familiar (viviendo en sus propias carnes una paternidad mal llevada), convirtiendo así el viaje en un recorrido melancólico que se apoyaba de las notas musicales de Jô Hisaishi; Miki rehúye del mero discurso nostálgico para expresar en imágenes la manera en como dos seres anónimos evitan reencontrarse con sus familiares más cercanos porque se avergüenzan de sí mismos, no quieren que les vean en su estado actual. No están satisfechos de sus vidas y por eso deciden emprender este paseo que de alguna manera les ayudará a reconciliarse emocionalmente.

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Satoshi Miki y Kitano son de generaciones diferentes, eso es evidente, tanto por edad como también por la manera de entender la narrativa cinematográfica (¿o tal vez no tanto?). Kitano empezó en la industria nacional a finales de los 80, mientras que Miki, hoy por hoy, es una joven promesa para la industria cinematográfica nipona. Y es que a pesar de que ya ha sobrepasado los 40, su filmografía solo cuenta con siete largometrajes (la primera, In the Pool, data del 2005), además de participar en varios TV Doramas. Y de entre todas estas, la que más ha trascendido es precisamente este viaje por un Tokyo surrealista, aunque hemos de ser justos y no olvidarnos de Instant Swamp (2009), ya que cuenta con el beneplácito de la crítica y ya ha sido descubierta más allá de sus fronteras naturales. Aún así le queda aún una larga senda profesional por recorrer. Eso sí, queda evidenciado que a este inclasificable cineasta ama con pasión las comedias de estilo costumbrista, en las que introduce personajes atípicos para las reglas de comportamiento social nipones, pero que desprenden inocencia y humildad a pesar de sus mentalidades excéntricas. Esta corriente contemporánea del cine japonés de partir de escenarios urbanos hiperrealistas para desarrollar comedias ligeras sobre la condición humana de sus ciudadanos, no sería lo mismo sin una obra maestra de culto como es The Taste of Tea de Katsuhito Ishii (2004). En esa cinta sobre una entrañable familia disfuncional se apuntaron las bases para este subgénero (y en la que curiosamente también aparecía el actor Tomokazu Miura como un miembro más de esa imposible familia). Y ha sido precisamente en el último lustro cuando han florecido muchas producciones con ese mismo sabor extravagante y festivo, como por ejemplo Funuke, Some Love, Your Losers! (2007) de Daihachi Yoshida; Fine, Totally Fine (2008) de Yosuke Fujita; Osaka Hamlet(2009) de Fujiri Mitsuishi o Lalapipo: A lots of People (2009) de Masayuki Miyano. En muchas de ellas se introduce además el componente fantástico u onírico (por ejemplo, en Adrift in Tokyo un viejo disfrazado de un héroe enmascarado que participa en una convención nocturna de anime, resulta ser un ladrón de guante blanco que para burlar a los dos protagonistas sobrevuela un rascacielos).

Podemos ir concluyendo pues que Adrift in Tokyo es una cinta que se emancipa de todas las podrían englobarse dentro de este subgénero de comedia urbana surrealista, ya que busca explorar nuevos horizontes; nuevos caminos (valga la redundancia) con los que profundizar en el absurdo que emana de muchos de sus personajes secundarios (la pintora homeless que vive en una destartalada vivienda tradicional entre los rascacielos de Shinjuku; un músico que recorre las calles de ese mismo distrito con una guitarra “Fisher Price” en mano, etc). Si lo consigue o no dependerá del criterio subjetivo de cada uno, pues su visionado puede descolocar si nunca se ha tenido la oportunidad de gozar con una de estas producciones teñidas de un inocente gamberrismo. Es fácil pensar que triunfa tanto en todos esos aspectos burlescos como en los momentos de intimismo humano, pues no solo se limita a provocar la sonrisa del espectador, sino que quiere que se implique en ese viaje emocional. Igualmente siempre os queda la opción de disfrutarla solo como un pasatiempo (nostálgico si alguna vez habéis tenido la oportunidad de visitar la capital japonesa) que evita caer en lo chabacano. Un filme reposado, repleto de personajes estrambóticos y que intenta huir de los manidos tópicos turísticos para recrear esos rincones secretos que sólo conocen algunos afortunados. Por lo tanto es la excusa ideal para sumergirse en ese Tokyo ostracista sin salir de vuestros hogares.


Ediciones disponibles: editada en Inglaterra en DVD (zona 2) por el magnífico sello Third Window Films, en una edición que contiene audio 5.1 y un longevo making off de unos 70 minutos aproximadamente.



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