Cine de triadas puro y duro con mucha violencia descarnada, así de contundente podría resumirse Fatal Move (2008), un largometraje extremo de Dennis S.Y. Law, en el que intentó poner toda la carne en el asador para escandalizar al público, a pesar de que sus fallos en el guión y su falta de indefinición genérica terminen convirtiéndola en un subproducto de Categoría III, sólo apto para seguidores del cine hongkonés.

Resulta complicado resumir en pocas palabras un thriller tan oscuro, violento y coral como es Fatal Move, y es que a lo largo de sus casi dos horas de metraje transitan por él muchísimos personajes que se mueven por intereses personales, a pesar de que deberían dejar sus motivaciones egoístas en segundo lugar para poder dar soporte a la triada; un sentimiento de pertenencia que se rompe cuando surgen conflictos entre miembros de los tres clanes, sin que ninguno de ellos se pare a pensar por un momento que todos buscan rentabilizar los mismos negocios sucios en la zona en donde operan. Mientras un tríadico (Sammo Hung) celebra el primer aniversario del nacimiento de su hijo, un inspector (un recuperado Danny Lee) interrumpe en la fiesta para proceder a una inspección rutinaria. Al mismo tiempo, en los bajos fondos de Hong Kong se está moviendo una importante movida relacionada con deudas, droga y movimientos territoriales. El problema se sucederá cuando uno de los miembros de uno de los clanes, que mantiene un secreto para la supervivencia de su grupo, sea arrestado y encerrado sin fianza en una céntrica comisaria. Intentarán sacarlo de las rejas por la fuerza, y más contando con la colaboración de una infiltrada en dicha comisaría, pero la operación no saldrá como esperaban y demasiadas víctimas caerán por el camino. Paralelamente, una de las esposas de uno de los padrinos está tramando una conspiración para hacerse con el control de la tríada, cerrando un importante negocio que enemistará a los socios de su marido y pondrá en entredicho la legitimidad como líder de la misma.

Simon Yam, Sammo Hung, Danny Lee (el policía que rivalizaba con Chow Yun-fat en The Killer), Wu Jing, Maggie Shiu, Ken Lo o Lam Suet (cuyo personaje, un analfabeto policía a punto de jubilarse, tiene injustamente un final trágico); todo un elenco de personalidades hongkonesas de reconocida trayectoria profesional son las que conforman este fresco fantasioso sobre el mundo de las tríadas actuales. Son todos rostros muy apreciados en los contornos geográficos de la ex-colonia británica y sus limítrofes zonas cercanas. Por lo tanto, e independientemente de lo rebuscada (y a veces conflictivamente poco estructurada) que resulta ser esta historia de venganzas y puñaladas, lo que de verdad cuenta y buscaban sus productores era realizar una ambiciosa producción en la que se pudieran identificar muchos de esos actores famosos que seducen a las masas con un simple parpadeo de ojos. Efectivamente se trata de uno de esos largometrajes en el que importa más quien aparece que no como lo hace o actúa, dejando un poco al margen su compleja trama, que poco importa si está muy elaborada o no, sí está bien hilvanada o sí mantiene una cadencia adecuada con sus propósitos comerciales. Eso sí, Law ha querido darle cierta pretenciosidad al producto, además de intentar mejorar su narrativa con respecto a la anterior Fatal Contact (mucho más visceral y primitiva, con un Wu Jing excepcional poniendo en práctica sus dotes marciales). El problema es que a veces intenta reciclar viejos estilemas de otros compatriotas suyos, como John Woo (algún que otro tiroteo cruzado, con ralentí y rápidos fundidos en negro, o la planificación en la comisaría, recuerda mucho algunas de las plásticas obras del creador de Hard Boiled) y Derek Yee (sobre todo por la fotografía nocturna, que cuenta con el soporte del multidisciplinar de Herman Yau, que por otro lado fue el responsable de Rebellion, una de las mejores producciones del último lustro sobre jóvenes que pretenden ascender al mundo de las tríadas). A pesar de todo no impide que la disfrutemos, y es que la hiperbólica violencia (que le resta algo de credibilidad por culpa del gore digital) la convierte en una apetitoso thriller para desfogarnos de nuestro estrés y una manera de reconsiderar el cine de acción “made in Hong Kong”.