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Bedevilled

Un artículo de Eduard Terrades || 24 / 9 / 2012
Pantalla Invisible

Ahora que Japón y China han truncado sus relaciones diplomáticas por culpa de unos pedruscos en alta mar, sería el momento de recuperar Bedevilled (2010), una locura surcoreana que transcurre en el seno de una comunidad rural aislada precisamente en un islote, y cuyos conflictos internos derivan hacia fatales consecuencias para sus habitantes, todos ellos tocados por la varita de la taciturna insensatez irracional. Un filme polémico, desagradable, que ha levantado debate viendo las opiniones dispares que se generaron en torno a ella, y admitiendo que estamos ante una ópera prima que, igual que un diamante en bruto, se podría haber pulido hasta abrillantarlo de tal manera que sedujese a todos los públicos, no podemos dejar de sorprendernos ante tal hazaña argumental, en donde además de tocar temas de cierto tabú nos muestra la hipocresía de una sociedad que desde la distancia no podemos juzgar porque no disponemos de suficientes elementos ni conocimientos para tal afrenta. Jang Cheol-soo (asistente de Kim Ki-duk en Samaritan Girl), como buen samaritano que es, sí puede, y lo hace a través de esta escalofriante crónica negra de dos amigas que se verán enfrentadas por la desidia de revocar sus situaciones personales en un ambiente de machismo irrefrenable.

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Efectivamente, si hay alguna manera de enfocar este filme de regusto áspero es hablando sobre lo que el realizador ha querido contar más allá de la historia vengativa que, poco a poco, se va apoderando del dilatado metraje (casi dos horas de sufrimiento), y no hay otra manera que tomarse esta perturbadora historia, cuyos protagonistas son unos huraños demasiado moldeados por los tópicos que siempre suelen atribuirse a la gente de campo, como un alegato en contra del maltrato a la mujer o de la violencia de género si se quiere, pero subvirtiendo los códigos genéricos a la cual pretende inscribirse la producción. Todo empieza cuando Hae-won (Ji Seong-won), una oficinista algo asocial, presencia la paliza de una prostituta en medio de una concurrida calle; después de testificar a favor de los asaltantes, por miedo a represalias, decide pasar unos días de relax en la isla de Moodo para olvidarse del percance. Allí se reencuentra con Kim Bok-nam (Seo Heon-see), su amiga de la infancia, a la que prometió que cuando pudiera la acogería en su casa de Seúl, pero que, hoy por hoy, es una promesa que aún no ha podido cumplir. Allí descubre horrorizada como una mini sociedad patriarcal la ha condenado al ostracismo y a la vejación constante por parte de su supuesto marido, que les es infiel con una prostituta que de vez en cuando viene de la ciudad. Pero lejos de ayudar a su amiga, asiste como mera espectadora a los maltratos psicológicos y físicos a los que es sometida, hasta que un día una revelación (que tal vez producirá la risotada entre el espectador, sino es que ya la ha producido) desemboca en un espiral de ansia vengativa hasta límites insospechados.

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Resulta evidente que Cheol-soo ha pretendido rodar un largometraje que se adentra en los límites del terror, aunque este en un principio aparece subversivamente. Casi es peor la violencia verbal que deben aguantar las dos protagonistas en la primera hora de metraje, que los estallidos de gore y excrementos (literales) de los que hace gala como reclamo comercial en su segundo tercio. Hemos de advertir, pues, que no es un filme que pretenda satisfacer a los fans del género, ya que su discurso va mucho más allá de las convenciones del thriller cruel y aberrante surcoreano al que estamos acostumbrados, sino que pretende contraponer la violencia estamental de la Corea urbanita (mostrada a través de los ojos de tres jóvenes desalineados que acosan a Hae-won cuando esta va a testificar) con el silencio intimidatorio de esas comunidades que, al vivir apartadas de los grandes avances tecnológicos y, por lo general, consideradas algo atrasadas en el timeline contemporáneo, aún prosiguen con tradiciones rudimentarias y arcaicas que suelen acarrear malos hábitos y la incomprensión de los que con su mirada ignorante penetran en ellas.

Seguramente lo que más puede irritar de esta profunda inmersión fílmica de los hábitats rurales es precisamente que se vuelva a aprovechar de esas personas que viven, adoran y profesan su amor hacía el campo, para la creación de un relato que no los deja en muy buena posición social que digamos.

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Este discurso hubiera merecido una segunda revisión, segundas lecturas que puliesen como decíamos ese diamante sin cortar, por lo tanto aceptemos dentro de unos márgenes de contención que su disertación sea algo fallida. Más allá del maltrato hay muchos otros temas que se intuyen, como el lesbianismo no consumado de las dos protagonistas desde la pubertad, y que forma parte del conflicto silenciado y no resuelto entre ellas. El problema, entre otros, es que esa capacidad resolutiva que sí se obtiene de la trama visceral, de esas secuencias en las que se resuelve de forma expeditiva el guión, no se da en cambio en los distintos temas que pululan en el ambiente y que se intentan expresar mediante breves tomas que casi actúan como “pillow-shots” (las tres abuelas hablando de la jerarquía rural en su familia; la relación que mantiene la hija pequeña con el padre o los flashbacks de cuando las dos amigas comparten algo más que un paseo entre una arboleda). Temas todos ellos que son presentados con cierta ambigüedad discursiva. Creo que el problema principal ya radica en los objetivos comerciales que denota su título original (김복남 살인사건의 전말; es decir, The Whole Story of the Kim Bok-Nam Murder Case), y que parece impuesto más por los productores que por su realizador, al que, insisto, seguramente quiso darle una mayor profundidad o pretenciosidad para huir de los manidos tópicos del “slasher”. Aun así, Bedevilled (no confundir con la cinta de homónimo nombre, pero también de género criminal, rodada por Mitchell Leisen en 1955) tuvo una buena respuesta crítica y prueba de ello es que ganó el gran premio del Festival de Cine Fantástico de Gerardmer, así como su actriz principal, la mencionada Seo Heon-see, obtuvo varios reconocimientos en distintos eventos y festivales cinematográficos por su logrado y sufrido papel.

Sea como fuere, casualmente coincidió en el tiempo con Dream Home, otra cinta de procedencia hongkonesa con dama vengativa y objetivos comerciales completamente distintos, y sigo pensando que valdría la pena que muchas personas le dieran una segunda oportunidad, de la misma manera que encontramos en ella distintas lecturas que refuerzan su sorpresivo visionado.

Ediciones disponibles: editada en DVD y Blu Ray en distintos países europeos. En Francia ha sido editada con el risible título de Blood Island.




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