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Painted Skin

Un artículo de Eduard Terrades || 08 / 10 / 2012
Pantalla Invisible

En algunos relatos clásicos, cuando algún personaje narcisista ha pretendido conseguir la perfección de su cuerpo, por amor propio o simplemente para rejuvenecerlo, ha tendido a pactar con fuerzas maléficas. Esto mismo sucede en Painted Skin (2008), una fantasiosa producción épica rodada por Gordon Chan, que no escatima en efectos especiales y que además cuenta con Donnie Yen en sus filas para satisfacer a esas audiencias que consideran que cualquier “wuxia pian” debe contener escenas marciales de alto nivel para cumplir unas exigencias genéricas mínimas. En este elaborado largometraje las artes marciales dejan paso a un relato de corte romántico en que se vincula una parte del folklore fantástico autóctono con la historia oficial china.

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Y es que esta longeva historia de amores de palacete, héroes que pasan desapercibidos y príncipes que se convierten en mártires, está ubicada en el período de guerras que tuvo lugar entre las Dinastías Qin y Han, en donde las turbulencias propiciadas por las ansias imperialistas de algunos generales con cierto apoyo plebiscitario, generaron conflictos y disputas que derivaron en sanguinolentas guerras. Curiosamente desde la posición meramente ociosa que ha aportado la industria del séptimo arte hongkonés, siempre se ha magnificado estos períodos históricos a través de producciones épico-fantásticas, que van mucho más allá del simple relato de caballerías surgido de la tradición “pulp” (los llamados “wuxia pian” que tantas veces hemos mencionado en esta sección). Painted Skin se inscribe de lleno dentro del género por distintos motivos: principalmente porque adapta “Liaozhai Zhiyi”, un relato corto escrito por Pu Songling, literato que vivió en el primer siglo de la Dinastía Qing (ojo, no confundir con la Qin) y que seguía las reglas del juego caballeresco al pie de la letra. Y su traslación fílmica no podía ser menos: en ella encontramos todos los elementos característicos del maravillo mundo “wuxia”, es decir, héroes que desafían las leyes de la gravedad (Donnie Yen, un ex-oficial que decide retirarse para buscar la paz interior, poniéndose al servicio de un joven príncipe); idilios amorosos que evolucionan en malentendidos pueriles (en este caso, el joven príncipe tiene dividió el corazón entre su esposa y su concubina, esta última una arpía demoníaca que quiere usurpar, literalmente, su corazón) y alguna entidad malévola con la cual batirse en duelo (la concubina maléfica, representada en el mundo animal por un zorro de pelo blanco, y su fiel acólito, que sin su apariencia humana es un simple camaleón).

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Por lo tanto estamos ante un filme que debería complacer a los amantes de este género que siempre ha fusionado dos disciplinas artísticas, a pesar de que en los tiempos que corren siempre acabe sobreponiéndose la cinematográfica por encima de la literaria. En sí misma, esta adaptación se debería considerar como una buena producción que intenta aproximarse a estas historias marciales que huyen de la racionalidad para caer en el proselitismo mitológico de períodos pretéritos, a los que solo podemos acercarnos a través de la historia oficial; una ventana al pasado histórico mediante la intransigencia épica de un género que por encima de todo pretende entretener a las audiencias. Y este es también uno de los objetivos primordiales de Painted Skin: ofrecer dos horas de entretenimiento con buenas interpretaciones, buenos diálogos, una preciosa música del compositor japonés Ikuro Fujiwara, un diseño artístico increíble y algunos combates marciales rodados con cierta soltura, que no aburren porque no se prolongan en demasía (como sucede en otras producciones pertenecientes al mismo género). Tal vez pueda resultar un poco confusa en su primera hora, y más si no se han visionado demasiadas cintas al respecto, pero en cierto modo este es uno de sus encantos: sentirse perdido ante ciertas trifulcas de palacio, entre tanto soldado clónico y personajes secundarios que aparecen y desaparecen con un simple fundido en negro, es precisamente una de las condiciones “sine qua non” para disfrutar del “wuxia pian”.

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De hecho, este relato de dualidad amorosa convenció enormemente al público hongkonés y chino, pues luego, y en régimen de co-producción, hicieron una serie de televisión inspirada en los personajes originales (coordinada y asesorada por el propio Gordon Chan) y un reboot de gran espectacularidad rodado por Wuershan (Painted Skin: The Resurrection, que prácticamente no tiene nada que ver con la original). Una mini-saga que, a pesar de su hermetismo mitológico, ha conseguido traspasar fronteras, al menos en algunos países europeos. Sirva pues esta crónica “pulp” para que Painted Skin llegue a cuantos más hogares mejor.


Ediciones disponibles: editada en Inglaterra en DVD (zona 2) por el sello Metrodome en una edición sencilla con un buen master.




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