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Anime Nippon (vol.3): GYO “TOKYO FISH ATTACK!”

Un artículo de Eduard Terrades Vicens || 11 / 11 / 2012
Pantalla Invisible

La capital mundial de los neones lo es también de Japón, y a la vez es la megalópolis más devastada de la historia, tanto en formato cinematográfico como viñetero. Una muestra más de esta filia destructiva la encontramos en un anime apocalíptico de reciente facturación, en que varias especies marinas dejan de respirar por sus branquias para poblar las costas japonesas, como si fueran mamíferos en busca de su nido, campando a sus anchas hasta llegar al centro neurálgico financiero de la economía nipona. Y entre tanto pez volador, se intercala una historia de amor a distancia que desvelará tal afrenta de la naturaleza contra el hombre. La rebelión de los peces, fusionados con unos misteriosos organismos mecánicos, desembocará en una lucha para la supervivencia de la especie humana.

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Al principio del largometraje animado que presentamos, es decir, Gyo: Tokyo Fish Attack (Takayuki Hirao, 2012), se presenta una sociedad japonesa idealista, tipificada por la imagen contrastada entre el bullicio que suelen ofrecer las grandes ciudades de este país del extremo asiático con la calma de las zonas rurales o de los pueblos costeros, y que siempre se enseñan en esos ortodoxos documentales que promocionan el archipiélago nipón como un paraíso aparte. Y puesta en su contexto, esa distancia que se establece entro lo cosmopolita y campestre se ajusta bastante a la realidad del Japón cotidiano. Imagen idílica que se repite con cierta frecuencia en muchos “anime”, hasta que un elemento externo, sobrenatural o como resultado de la mano del hombre, golpea con fuerza el suelo japonés o tokiota para deleite de los que aman lo fantástico. Así, mientras un grupo de tres amigas se refugian en Okinawa para disfrutar de unos relajados días de vacaciones, algo en las profundidades marinas se está cociendo para terminar con el sosegado ambiente que se respira, no solamente en la localidad en la que residen esas muchachas, inmersas en las nuevas tendencias ociosas que ofrece la industria del entretenimiento autóctono, sino en todo el archipiélago. Tiburones, distintas clases de mariscos, pequeños peces que normalmente terminan en una tabla de sushi… todos ellos deciden unirse para propiciar una invasión a escala nacional, como si la madre naturaleza se rebelará contra el pueblo nipón. La historia sería harto previsible si no fuera porque el guión esconde un as en la manga relacionado con un experimento militar pretérito: para no desvelar nada solo apuntaremos que, no por casualidad, la invasión empieza en Okinawa, isla principal del conjunto tropical conocido tradicionalmente como Ryûkyû, y que hasta 1972 fue administrada parcialmente por el ejército norteamericano. Tampoco la podríamos considerar innovadora si no hubiera un trasfondo ecológico en ella, y puestos a divagar, una exposición del trauma colectivo como resultado del terremoto de Tohoku del 11 de Marzo de 2011 y de la posterior crisis nuclear de Fukushima, que desembocó en una paralización parcial de la ciudad de Tokyo.

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En realidad hay que atenderse a la primera hipótesis, es decir, que este relato desagradable (los artilugios mecánicos terminan haciendo estallar a los peces y tomando a los humanos como sustitutos, introduciendo por todos sus orificios posibles los conductos de ensamblaje) es una excusa para recabar en los peligros reales que supone la sobre-extracción de los recursos naturales del planeta a marchas forzadas. De hecho, este largometraje se basa en un manga grotesco de Junji Ito, concebido una década antes del desastre de Fukushima, en el que el autor mantiene una postura a favor de la preservación del planeta (como de hecho siempre suele hacer en sus historias de corte sobrenatural, vinculadas con lo pagano, ya que no necesariamente transcurren en su país natal, o con tradiciones de comunidades rurales regionales). Pero no es el único “leit motiv”, pues también saca a relucir viejas heridas del pasado entre la nación japonesa y los Estados Unidos e incluso se toma la licencia de opinar sobre el mal uso que a veces el hombre hace de la ciencia y las nuevas tecnologías. Un cómic con un contenido muy sólido, con un argumento que resulta de fácil adaptación dada su narración, pero que lamentable en el filme todo se queda en la superficie. Tanto la animación, que para nada se asemeja al estilo tosco de Ito, como la buena voluntad por trasladar una idea original al terreno del “fast food” animado en la franja de la “midnight hour” (típica del anime para mayores de 20 años), convierte a esta adaptación en un producto desaprovechado, con unos CGIS en 3D encomiables, alguna escena francamente repulsiva (en el buen sentido), y poco más a destacar.

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Sin ser muy perseverante en lo que podría corregirse, sí que es necesario apuntar que los “character design” (palabra muy en boga en los animes de los 80 y 90) hubieran necesitado de un mayor estudio artístico para que fueran más cercanos al estilo inconfundible de Ito (el diseño de la protagonista en el anime es un calco de las féminas que aparecen en los mangas de Minetaro Mochizuki, por no decir que se parece peligrosamente a la chica de Dragon Head, incluso por la indumentaria que lleva puesta durante buena parte del metraje).

En algunas entrevistas se le ha preguntado a Ito sobre la posibilidad de ver segundas lecturas con respecto a la situación del agravio nuclear que vivió su país en invierno del 2011; él mantiene que, aunque su obra estuviera situada por contexto en un período distinto (aún no habían los teléfonos de última generación como sí aparecen en el largometraje), podría ser aceptable el paralelismo que se puede establecer entre la crisis de emergencia que experimenta Tokyo por culpa de unos fenómenos inexplicables (pese a que van encontrando una explicación científica a medida que avanza la trama) con las escenas que pudimos contemplar de miles de japoneses intentando regresar al hogar, refugiándose en donde buenamente podían, durante los días posteriores al tsunami. Aun así prefiere no mojarse demasiado. De todos modos, en ningún caso hablamos de que este “anime” sea una mala traslación cinematográfica o una producción fallida, pues la esencia del relato no se pervierte y se mantiene. Además hay algunos planos idénticos a muchas viñetas del cómic. Simplemente necesitaría de una mayor profundidad de la que carece, ya que en su lugar opta por el sarcasmo (la secuencia que acontece en un circo ambulante, en la que se exhiben hombres-pez-máquina, es delirante). También es cierto que la escenas de acción restan importancia a las especulaciones científicas (con “mad doctor” incluido), que son despachadas en un flash-back que nos retrotrae a finales de la II Guerra Mundial, pero le dan algo de brillo a una trama que sigue la cadencia rítmica propia de un anime de metraje ajustadísimo (71 minutos de nada para más de 350 páginas aproximadamente de manga).

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Sin ser muy convincente, la trama romántica, así como los sacrificios que realiza la protagonista para rencontrarse con su amado y salvarlo de la infección, resulta aceptable desde un punto de vista dramático, sirviendo de excusa para ofrecer durante buena parte de la trama un interesante montaje en paralelo, alternándose los acontecimientos que están sucediendo en Okinawa con los que afectan a la capital japonesa. Otro de los problemas atañe al raccord y a la situación ilógica de algunas de las soluciones narrativas que se proponen para esquivar a los peces mecanizados. Incluso podríamos hablar de secuencias forzadas en los cambios de escenario en una misma secuencia: ¿Cómo puede ser que, después del accidente que sufre el avión, en donde viaja la chica para regresar al aeropuerto de Haneda, por culpa de la intrusión en pistas de toda la fauna marina, pasemos de un simple plano a otro sin que, ni se haya hecho un rasguño, ni se explique cómo narices salen ilesos del asfalto? Salvando estas nimiedades, este banquete fílmico de “nigiris” se vislumbra como un complemento del manga original, proclamándose como uno de los animes más extraños del último año. Un pasatiempo que nos quitará las ganas de ir a comer a un restaurante de “kaiten-sushi” (bufet giratorio) durante una buena temporada.

Ediciones disponibles: editada únicamente en DVD (zona 2) por el sello inglés Terracota Distribution, incluyendo como extras una entrevista a Junji Ito y un mini-reportaje sobre el festival de cine asiático que viene organizando esta misma compañía desde el 2011.




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