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Blackout

Un artículo de Eduard Terrades Vicens || 26 / 11 / 2012
Pantalla Invisible

Filipinas acoge actualmente a una serie de realizadores, relativamente jóvenes, muy preocupados en que las nuevas generaciones de su país se interesen por la cinematografía pinoy, rica y llena de contrastes, pero que en la última década se ha decantado por contentar a los festivales internacionales, con propuestas muy sesudas que irremediablemente no conectan con el espectador local. Ato Bautista es uno de estos cineastas filipinos que intentan labrarse un nombre entre el público cosmopolita, con enrarecidas ficciones que, en un primer visionado, provocan cierta tensión. Blackout (2007) es uno de sus thrillers psicológicos con pequeño toque sobrenatural que, a pesar de su innegable calidad técnica y de viajar por distintos festivales alrededor del globo terráqueo, nunca ha salido de su ostracismo.

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Como bien apunta su título (sin trampa ni cartón), el “leit motiv” principal de su trama será la amnesia, apagones intermitentes en la memoria de un padre de familia, que debe hacerse cargo de su hijo pequeño después de que su esposa los haya abandonado, y que vendrán determinados por el consumo desmesurado de alcohol. Y en la embriaguez comatosa de una noche cualquiera, en pleno trastorno memorial, se despertará al lado de su abollado vehículo, observando en un momento de lucidez que los faros traseros están impregnados de sangre humana. Mientras tanto su vecina busca desesperadamente a su hija pequeña, desaparecida desde hace algunos días. Intentando recomponer las piezas de las últimas jornadas, se acordará de un accidente fortuito que por error cometió unas noches antes y que, muy a su pesar, intentará esconder y silenciar para proteger a su hijo.

Aunque la perspicacia del siempre inteligente lector ya intuya por donde irán los tiros, cabe esperar un giro algo forzado que sirva para lanzar una lanza a favor de su argumento. Solo que de la misma manera que sucede en esas películas de terror asiáticas del último milenio, en las cuales sus tramas se van enroscando, el previsible guión de este largometraje filipino no se resuelve con la máxima diligencia con la que a veces deberían solventarse estos thrillers, que apuntan buenas ideas en sus planteamientos conceptuales, pero que luego no se desarrollan equilibradamente de acuerdo a los clichés del género o pierden todo su fuelle por la ineptitud narrativa de sus creadores.

Blackout se encuentra a la mitad de la senda: presenta una historia no muy novedosa en un escenario reducido (una comunidad de chabolas), apunta ideas interesantes que la dotan de cierto interés, contiene una sorpresa en su resolución final que no convence del todo y retuerce algunos personajes completamente secundarios (el vecino glotón tatuado que aparece en los momentos más inoportunos, sin sospechar nada de lo que está ocurriendo).

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Esta curiosa producción rodada mayoritariamente en lengua tagalog (uno de los idiomas más hablados del archipiélago filipino y una de las mayores comunidades etnias de este país insular del sureste asiático), que en su estilo formal se parece al cine primerizo de Yam Laranas (sobre todo con respecto a Sigaw, la producción que lo dio a conocer a nivel internacional y con la que tiene algunos puntos en común formalmente hablando), es una buena manera de introducirse a un tipo de cine pinoy helador, que pone una barrera hermética entre el espectador y los personajes con una frialdad hierática. Tampoco se asemeja a esa insensibilidad que denotan algunos de los filmes más impactantes de Brillante Mendoza, como la brutalmente sádica Kinatay (2009), pero si con esa falta de calor humano que la convierten en una película muy distante, a pesar del temperamento contrariado de su protagonista y el amor que profesa hacía su retoño. Batista hilvana con bastante soltura los mecanismos del suspense, jugando precisamente con esa frialdad que hiela la nuca del espectador, pero también por su puesta en escena algo minimalista: único ambiente (la comunidad de casas baratas) y prácticamente dos únicos escenarios (la especie de loft en el que viven padre e hijo y la chabola derruida por un incendio). Tomas alargadas con movimientos suaves de cámara; decoración húmeda e indecorosa (esos cuartos de baño sucios no serán del gusto de muchos); lente desenfocada y fundidos en negro intermitentes, acelerados y pretendidamente molestos con el ojo humano para precisamente dar esa impresión de amnesia vertiginosa… elementos que hacen revalorar Blackout y que vienen a definir precozmente a un realizador que aún le queda bastante camino por recorrer.

Lástima que sus coordenadas geográficas impidan que sea descubierta a nivel mundial por una amplia mayoría de público muy acostumbrada a devorar constantemente thrillers procedentes de Estados Unidos (país que, por cierto, tuvo colonizado a Filipinas hasta 1946). Ya se sabe: si no hay rostros conocidos con sonrisas blanquecinas, por mucho que estemos ante la obra capital de la cinematografía pinoy, el público mainstream occidental nunca pagará por ellas ni un céntimo de euro. Ni aunque padecieran amnesia.

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Ediciones disponibles: únicamente editada en Filipinas en DVD (zona 3), aunque durante un tiempo limitado se pudo ver en VOD a través de un canal de distribución estadounidense.




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