El “Om” (u “omkara”) es uno de los símbolos más reconocibles de las religiones dhármicas, es decir, del hinduismo y el budismo, dos religiones muy veneradas y respetadas en la India por igual y sin ningún tipo de prejuicios. Por este motivo es muy normal que ambas aparezcan en producciones autóctonas; tratadas con sumo respeto pero como algo natural e interiorizado en las vidas de los millones de ciudadanos que conforman la República de la India. La industria de Bollywood no es ajena a las motivaciones religiosas de sus conciudadanos, es más, forma parte idiosincrásica de muchas de sus producciones, no como adoctrinamiento sino como una filosofía y un símbolo de normalización del culto religioso sin caer en ningún tipo de sectarismo o misticismo exótico. Esta voluntad integradora del culto religioso sin manierismos ni agresividades culteranas se puede apreciar en Om Shanti Om (Farah Khan, 2007), uno de los musicales indios con más aceptación en el último lustro y en el que se utilizó muy directamente ese simbolismo dhármico para confeccionar una historia romántica intergeneracional, en la que el amor traspasa la línea de lo terrenal y se convierte en un sentimiento eterno.

La historia de Om Shanti Om arranca en la década de los años 70, cuando la industria de Bollywood ni tan siquiera había llegado de oídas a Occidente, en medio de un boom para encontrar a nuevas estrellitas que imitaran los rostros más conocidos de esa época de esplendor fílmica. En este contexto se halla un chico joven, Om Prakash Makhija (interpretado por el fibroso Shah Rukh Khan), que quiere formar parte del espectáculo cinematográfico local y acepta cualquier papel que le ofrezcan, por más humillante y pequeño que sea. Hasta que un día, haciendo de extra en una película de acción, salva de las flamas a la actriz principal (Shanti Priya, interpretada por Deepika Padukone) y adquiere cierta notoriedad entre algunos mandamases de Bollywood, entre ellos un productor sin escrúpulos que no ve con muy buenos ojos que ambos interpretes caigan enamorados. Pero el romance es inevitable y el dictatorial productor organiza un falso rodaje en un plato monumental para que Shanti se enamore de él, aunque forma parte de su estratagema para asesinarla. Mientras que el pimpollo actor intenta salvarla del fuego, una vez más, sale volando por una deflagración y es rescatado por un famoso actor, cuya esposa está encinta. Antes de que muera, su alma se reencarnará en el hijo de de este famoso actor, naciendo con un extraño lunar en forma de “Om”, el mismo que tenía tatuado Om Prakash. Y así, con el tiempo, se dará cuenta de que el karma de ambos estará unido por ese símbolo y ya de adulto, y habiendo adquirido cierto renombre en el mundo del séptimo arte, organizará una divertida venganza contra ese productor, que se reforzará cuando la presencia espectral de Shanti regrese para, además, cerrar ese círculo de amor inmortal.

En definitiva, pues, estamos ante un culebrón, alijado con mucha comedia (que por otro lado puede que no satisfaga a los que no estén acostumbrados al humor autóctono), con una historia algo sencilla y banal (diríamos que vista en otras producciones similares) y en la que prevalece los números musicales por encima del relato (he aquí como se justifican sus para nada aburridos 169 minutos de metraje). Una producción 100% Bollywood amigos, inspirada parcialmente en Karz (Subhash Ghai, 1980), una famosísima producción en la que aparece el famosísimo actor de la época Rishi Kapoor (uno de los motivos que justifican que el actor reencarnado en Om Shanti Om se llame Om Kapoor, representando que el padre es precisamente Rishi Kapoor) y de la que toma bastantes referencias aunque no se puede considerar un remake (el título del filme lleva el nombre de unas de las canciones originales y el propio Kapoor hace un cameo bailando). Pero la gracia de esta blockbuster hindú es que muestra los entresijos de la industria local de una forma amena y, a pesar de que no sea el objetivo principal del filme el de mostrar el funcionamiento interno de Bollywood, sí que asistimos a algunas secuencias en las que se pueden observa y hacerse una idea general de como realmente se mueve todo el engranaje de una de las industrias cinematográficas más punteras de todo el globo terráqueo. Un regalo para todos los cinéfilos curiosos y especialmente para los que amen los musicales hindúes.