En los últimos tres años, en la cinematografía hongkonesa se ha puesto en marcha una nueva fórmula, en vías de expansión a la cinematografía china (o en régimen de coproducción, lo que se conocen como producciones Maindland), en la que se mezcla el género negro o detectivesco con el cine de artes marciales y el “wuxia pian” puro y duro. Un híbrido genérico que está dando mucho de sí. Podemos considerar como títulos fundacionales Detective Dee y el Misterio de la Llama Fantasma (Tsui Hark, 2010), Reign of Assassins (Su Chao-pin & John Woo, 2010) y Dragón (Peter Chan, 2011). Mientras que en otro orden jerárquico secundario, o simplemente no tan acorde con esta mezcolanza genérica, situaríamos al largometraje Sacrifice (2010) de Chen Kaige, planteado más como un drama histórico y no tanto como un filme-espectáculo vehicular de esta nueva tendencia que busca renovar, ampliar y pervertir los códigos internos del cine marcial.

En esta constante búsqueda de nuevos horizontes para el cine de artes marciales se sitúa The Four (Gordon Chan & Janet Chun, 2012), un blockbuster coproducido entre la Gran Muralla Comunista y la industria de la ex-colonia británica que, lejos de lo que podría presuponerse y de sus problemas en su montaje, no resulta nada residual para el subgénero: en parte porque es la primera adaptación oficializada a lo grande de la famosa saga literaria Si Da Ming Bu / The Four Great Constables, creada por el escritor chino de ascendencia malaya Wen Ruian; en parte porque va mucho más allá e introduce elementos escenográficos desubicados y descontextualizados de la época en la cual transcurre (como en Tai Chi 0, pero sin exagerar), convirtiéndola en un producto que se inscribe a medio camino del “wuxia”, del cine noir y del “steampunk” más previsible.

Gordon Chan no es que esté considerado un gran cineasta precisamente, pero siempre apunta buenas resoluciones narrativas en sus filmes, y aunque esta versión algo superflua de una saga literaria que aquí nunca llegará contenga cierto caos en su narración y hasta diríamos que necesitaría de un segundo montaje, no deja de ser un buen “wuxia” posmoderno, que apunta maneras con respecto a esa mixtura genérica que apuntábamos al principio y cuya trama resulta tan compleja, con tantos personajes secundarios, que demuestra el grado de depuración y sacrificio que le dedicó para llevarla a cabo. Y es que si algo destaca es su trama rocambolesca, que se hace densa por culpa de la cantidad inabarcable de personajes secundarios, y que nos invita a un segundo visionado para poder dar cuenta de todos los elementos históricos y, en definitiva, enterarnos de todos los acontecimientos que transcurren en sus 118 minutos de metraje. El relato está ubicado durante el reinado del Emperador Huizong; un reinado con un departamento gubernamental conocido como los “Seis Paneles” y con plena jurisdicción en todo el reino, con cuatro delegados que se encargan de tareas investigativas y también de la detención de sospechosos. En este contexto, se desencadena una masacre mientras se produce la detención de un presunto traficante de monedas falsas, un fenómeno en auge y que estaba preocupando a la autoridad seriamente, al mismo tiempo que interviene una especie de agente imperial a la sombra de todos los organismos oficiales y cuya existencia solo es revelada por el Emperador. Y así es como los celos del comandante oficial provocan una rivalidad entre ambos para resolver el caso, aunque esto implique ponerse en contra al propio Emperador.

Un relato que combina a partes iguales la praxis detectivesca de las historias clásicas de la literatura negra occidental (ojo, eso solo afecta al filme, pues la narrativa china por razones históricas no bebe de la prosa noir moderna o contemporánea); las artes marciales con desafíos constantes a Newton; armamento, ropajes y escenografías “steampunk”; personajes con arquetipos muy marcados y delimitados en el script (típico de estas historias de guerreros mágicos de capa y espada chinos), desarrollando incluso poderes energéticos como si de superhéroes se tratasen. Un cóctel que viene coreografiado por Ku Huen-chiu (Kill Bill vols.1&2, 14 Blades…), con secuencias marciales que tal vez no aportan demasiado al género pero que están resueltas con eficacia. Lástima de la cámara mareante, demasiado oscilante entre los combatientes y desgraciada por primerísimos planos que complican el seguimiento de la acción; necesitaría de una mayor precisión estática, sin ralentis si se quiere, pero falcada por unos buenos trípodes que no dificultarán el seguimiento por parte del espectador, ni enturbiaran los combates. Es la única nota negativa a una producción que, a pesar de haber hecho méritos en la taquilla hongkonesa (252 millones de dólares frente a los 12 y medio que costó) pasará inadvertida por (casi) todos esos espectadores que no vivan en algún rinconcito del extremo asiático.