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Red Light Revolution

Un artículo de Eduard Terrades Vicens || 24 / 6 / 2013
Pantalla Invisible

El primer sex-shop oficial abrió sus puertas en Pequín allá por el año 1992 de forma semi-clandestina y bajo la cautelosa mirada del Régimen Comunista. Han pasado dos décadas desde este acontecimiento festivo-erótico y el negocio se ha expandido hasta límites insospechables en un país en que este tipo de comercios aun hoy en día se miran con cierto recelo. Por si fuera poco, esa generación de chinos, que vivieron el último aliento de Mao y que ahora pertenecen al segmento demográfico de la tercera edad, ven este tipo de comercios con temor al proponer un modelo de negocio inscrito explícitamente dentro de ese capitalismo desaforado que parece abrir un poco las puertas del rígido sistema comunista. Aunque pueda sonar a leyenda urbana, parece ser que el 70% de juguetes eróticos está fabricado en China, lo que supone unas ganancias de más de 15 billones de yuanes, o eso apunta el realizador australiano Sam Voutas en Red Light Revolution (2010), que con esta premisa sociológica de los hábitos de ocio íntimo del pueblo chino ha construido una comedia sencilla sobre un tipo sin suerte, que a través de un pequeño establecimiento de estas características encuentra la gallina de los huevos de oro con los que prosperar económicamente.

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Un pobre desgraciado (Jun Zhao, siendo este su opera prima como actor) al que la vida no le sonríe en absoluto acaba de perder el trabajo, su mujer le ha abandonado por un chico más joven y ante su falta de recursos económicos debe regresar a su hogar natal, donde sus padres, de cierta edad, descubrieron una nueva juventud sexual después de que su hijo se independizará. Un día, por casualidad, se topa con un antiguo compañero de instituto que ha triunfado en el mundo de los negocios y le presenta un inversor nipón que presta dinero y material para personas que quieran abrir establecimientos de ocio nocturno en la capital China. Junto con una amiga deciden abrir un pequeño sex-shop en el barrio de chabolas en el que viven, vendiéndoles a sus padres la idea de que en realidad la pequeña tienda es para vender productos de medicina tradicional. En este pequeño barrio, amenazado por la especulación inmobiliaria, aun perviven esos guardianes comunistas que velan por las buenas formas, el pudor y la corrección moral y política, y es uno de estos veteranos afiliados al sistema el que pone en evidencia este negocio que ha triunfado entre esta pequeña comunidad suburbial de Pequín. Después de que se clausure el negocio, y ante la deuda contraída con el inversor japonés (en realidad, un prestamista perteneciente a la “yakuza”), se ve entre la espada y la pared, hasta que sus padres, después de probar con ciertos productos medicinales y fruto de sus apasionadas relaciones sexuales, dan con un remedio ante sus problemas: un elixir sensual que revolucionará el mercado y los pondrá en la mira de varios inversores internacionales.

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Esta es la típica historia de personaje frustrado, que la vida no ha tratado bien, con cierto complejo por su físico, que después de mucho batallar un día la suerte se le aparece delante de él y le da una oportunidad que supone para él un cambio radical en su manera de vivir y hacer. Este tipo de relatos los hemos visto centenares de veces en pantalla grande, pero seguramente no en este contexto, donde además de tratar un modelo de negocio particular, le sirve de excusa al director para adentrarse y explorar de forma superficial ese proceso de transformación que ha venido sufriendo la República Popular de China desde principios del nuevo milenio, sobre todo en el ámbito de la industria de la construcción y de esos tanteos con el capitalismo más agresivo. Y eso que Sam Voutas es de origen australiano, pero su coqueteo e interés por la gran muralla comunista (y otros parajes asiáticos, como Filipinas) ya lo llevó a inmiscuirse dentro de la industria cinematográfica china, ya sea rodando algunos documentales anecdóticos, ya sea como actor de reparto en alguna superproducción (como en Ciudad de Vida y Muerte, polémica producción de Lu Chuan sobre la masacre de Nanjing durante la invasión japonesa en la Segunda Guerra Mundial, y que por la dureza de algunas imágenes en algunas de sus secuencias se hace inaguantable desde el punto de vista dramático).

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Para la ocasión, ha preferido rodar una comedia muy ligera, en que predomina el habla de los figurantes antes que las situaciones propiamente cómicas, y en la que a veces resulta algo previsible y demasiado lineal. Digamos que se queda muy en la superficie de este tipo de negocios y en la realidad que expone. A nivel general parece que podría haber dado mucho más de sí a nivel argumental. Se vendió como la primera comedia de sex-shops china, aunque una vez visionada a uno le da la sensación de que se trata de la primera comedia frustrada china sobre este tipo de establecimientos en clara expansión por toda la China continental.

Ediciones disponibles: editada en Inglaterra únicamente en DVD por el sello Terracotta Distribution, en una edición muy completa que incluye un extenso making of, unas cuantas escenas eliminadas, una introducción del propio realizador y la premiere en distintos festivales.




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