1993 fue un año clave para el “wuxia pian” cinematográfico, prueba de ello son los imprescindibles filmes que con el paso de los años se han convertido en piezas muy apreciadas por esos espectadores acostumbrados a devorar cine de factura asiática. Por poner ejemplos que ratifican esa pujanza genérica concretada en ese año podemos mencionar La Novia del Cabello Blanco, de Ronnie Yu; Butterfly and Sword, de Michael Mak; o Green Snake, obra maestra de Tsui Hark. Pero también fue un año de gloria para Jet Li, contribuyendo al género con su peculiar recreación de otro de esos mitos de las artes marciales: Fong Sai-yuk. El especialista en cine de acrobacias marciales Corey Yuen se puso al frente de un dueto fílmico que se estrenó en tan solo cuatro meses de diferencia, rivalizando con otras producciones en que esos guerreros voladores hacían acopio de las multisalas hongkonesas. Saber sobre este guerrero legendario equivale a conocer un pedacito más de la cinematografía de la ex colonia británica y de la propia historia del pueblo chino.

Fong Sai-yuk no fue un personaje tan emblemático como si lo era Wong Fei-hung, del mismo modo que esté ultimo ha sido utilizado como reclamo fílmico en centenares de largometrajes (curiosamente, la saga de Erase una Vez en China, dedicada a su figura, el personaje fue interpretado por el propio Li en cuatro de sus episodios). Sin embargo, su historia particular es sumamente interesante desde su nacimiento: según cuentan las leyendas, la madre de Sai-yuk le rompió los huesos de las extremidades justo al nacer, sumergiéndolo en un recipiente con “Dit Da Jow”, un tipo de linimento de alcohol destilado utilizado en medicina china para curar y fortalecer la musculatura. Su padre era un comerciante y hombre de negocios con conexiones con las tríadas de la Dinastia Qing y su madre era hija de unos de los Cinco Sabios del Monasterio de Shaolin del Sud, lo que según el mito formado a su alrededor, fue ella misma quien vengó la muerte de Sai-yuk a manos de un espadachín. Sea como fuere, la mitología creada en torno al personaje no se recuperó hasta que estos dos filmes de Corey Yuen se pusieron en circulación, a pesar de que ambas producciones se decanten más por la comedia de estilo cantonés que no por la acción marcial pura y dura.

El primer acto, por llamarlo de alguna manera, se centra en las vicisitudes de Sai-yuk en sus años mozos, cuando aun estaba terminando de recibir sus enseñanzas morales a través del estudio de distintas artes, alejadas (por expresa voluntad de su padre) del kung-fu. Es precisamente la ausencia de su padre, en un a priori viaje de negocios, el que anima al joven a participar en un torneo local, en el que un viejo comerciante ofrece la mano de su hija, una joven con la que Sai-yuk cayó enamorado en un encuentro anterior. Como aun no tiene la destreza necesaria para ganar un combate, su madre le echa un cable, a pesar de los malos entendidos que ocasiona su intervención. Una vez consumado este affaire romántico, Sai-yuk descubre que su padre es, en realidad, un miembro de la Sociedad Flor Roja, que está encaminada a conspirar para asesinar al Emperador. Aunque se esconden en casa de sus suegros, son descubiertos por el gobernador local, y antes de que el padre sea guillotinado públicamente, el líder de la sociedad lo salva junto con la ayuda del propio Sai-yuk, que en un acto de valentía se encarama contra el gobierno provincial. El Segundo acto, mucho más complejo argumentalmente y más apreciado por sus espectaculares batallas, se centra en la formación marcial completa de Sai-yuk a manos del líder de la Sociedad Secreta, junto a su amada, y de los secretos oscuros de este clan de conspiradores. Es en este segundo capítulo donde el personaje se transforma en un verdadero héroe y se resaltan sus atributos como espadachín, al mismo tiempo que intenta proteger a su esposa y salvaguardar el honor familiar y el del clan que le toca dirigir por herencia directa de su dirigente.

Pese a que la segunda película es la que contiene unas escenas de acción más logradas y mejor coreografiadas, fue el primer capítulo el que se llevó el gato al agua, ganando un premio por las mejores coreografías marciales en los Hong Kong Films Awards de ese mismo año. Si, es cierto, el clímax final en el que Sai-yuk debe hacer acopio de todas sus fuerzas para evitar que se su padre sea guillotinado, mientras se bate en duelo utilizando una ballesta como arma, es espléndido desde el punto de vista plástico. Aun así, todo el despliegue armamentístico, así como los movimientos y las acrobacias con cable de la segunda parte son memorables, sobre todo por un sobredimensionado Jet Li, que puede demostrar porque es uno de los mejores luchadores de “wushu” de toda la historia. También cabe resaltar las dotes artísticas de Li, pues a raíz de su desembarco en Hollywood todo el mundo lo ha catalogado como un actor muy frío, distante con la cámara y sin expresividad. Vale la pena recuperarlo tanto en Fong Sai-yuk como en otras tantas producciones previas a su participación en Arma Letal 4 (Richard Donner, 1998) para observar que Li es más que un simple acróbata marcial, que solo sabe ponerse delante de una cámara para demostrar sus habilidades de tantos años de entrenamiento. Muy probablemente se lo debió pasar de maravilla filmando este dueto, pues obviando sus risibles muecas (con una actuación musical folklórica cómica incluida en el primer filme), se esforzó al máximo para mostrar sus capacidades dramáticas con el objetivo de dar una profundidad intimista al personaje, en función de la situación o adversidad que debe afrontar en cada momento. Encima parece que le salga de forma natural. Por descontado es altamente recomendable visionarlas de un solo tirón, solo de esta manera nos podremos aproximar a la figura de este héroe de la cultura “pulp” cantonesa, tanto de forma lúdica como historicista.