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ATM Er Rak Error

Un artículo de Eduard Terrades Vicens || 12 / 8 / 2013
Pantalla Invisible

De entre todas las cinematografías asiáticas con una potente industria afincada en sus propias coordenadas geográficas y, sobre decirlo, autosuficientes en cuanto a recuperación del capital invertido en sus producciones, hay una que sobresale por encima de otras a la hora de producir las comedias más irreverentes, chabacanas y vulgares de toda Asia. Eclécticamente imposibles de digerir, las mamarrachadas de las producciones tailandesas sobrepasan el límite del buen gusto de cualquier comedia producida en el continente asiático. Tal vez Filipinas (en donde causó cierta sensación en su primera semana de estreno), Indonesia y Malasia se aproximen a esa desfachatez burlona, pero ni por asomo superan la vulgaridad del cine tailandés de registro cómico, en que incluso se permite la mofa hacía esos segmentos de la sociedad más desfavorecidos.

Algunos podrían pensar que las muecas de las comedias cantonesas son difícilmente imitables; pues equivocados están. Si no me creen que prueben con ATM Er Rak Error (Mez Tharatorn, 2012), que con son su impronunciable título, alimonado como si fuera un auténtico galimatías, se esconde un inclasificable producto que pretende convertirse en una cinta familiar y que difícilmente podrá salir de su ostracismo a consecuencia de su humor con denominación de origen y pedigrí, prácticamente insoportable para los cánones occidentales. Pero a sus productores y a su realizador tanto les da, pues el público autóctono la defendió a capa y espada y, sin haber alcanzado un éxito arrollador, su respuesta positiva en taquilla la hacen válida como para que algún curioso de por aquí se haga con ella.

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Imaginaos que entráis a trabajar en una empresa en la que están estrictamente prohibidas las relaciones amorosas entre compañeros de trabajo y, menos, la entablación de parejas con profundos deseos de contraer matrimonio, y a pesar de esta restrictiva condición ‘sine qua non’ para formar parte de la compañía, os enamoráis perdidamente. Esto es lo que les sucede a dos empleados bien posicionados de un importante banco tailandés que, precisamente, se dedican a controlar que nadie de su ámbito laboral mantenga relaciones sexuales o forme parejitas a escondidas. Lo más grave es cuando se piden la mano y sus jefes se dan cuenta de ello, a lo que hay que sumar que una de las nuevas máquinas expendedoras de dinero que han implantado en un pequeño barrio a las afueras de Bangkok, y del que se hacen cargo mutuamente, por error ha empezado a servir el doble de billetes por operación efectuada. Su misión será buscar cliente por cliente y conseguir que devuelvan esa parte de más que no les pertenece, solo así se ganarán la confianza de sus superiores. El problema: la picaresca de todo el barrio es equivalente a lo memos que son sus habitantes y su dificultad para hallar a todos los estafadores deberá ser contrarrestada con un sinfín de extravagantes y risibles soluciones para dar con ellos. Por si fuera poco, solo el que consiga recuperar todo el dinero sustraído podrá continuar en la empresa, el otro será despedido por incumplimiento de la normativa interna, poniendo así en entredicho su relación como pareja y sus ansias de formar una familia.

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Independientemente de su estúpido argumento, lo cierto es que la pareja protagonista forma un buen dúo cómico y la química entre ellos dos funciona, seduciendo al espectador e invitándolo a permanecer hasta el final del filme para saber como terminará esa competitiva relación. El acierto por parte de Tharatorn (siendo éste descalabro cómico su opera prima) de juntar a Chantawit Tanasawee (treintañero actor que empezó como guionista; de hecho coescribe el guión del libreto) y a la debutante Preechaya Pongthananikorn (que para nada parece tailandesa, sino que sus rasgos se asemejan a los de una surcoreana, aunque no entraremos aquí en diatribas antropológicas) es unánime, ya que se complementan de maravilla, estableciendo un equilibrio interpretativo que realza esa absurda competición en la que se hallan inmersos con el fin de preservar sus puestos de trabajo. Puede que esta sea la clave para salvar de la hoguera una producción que, por su registro genérico, nunca debería haber superado la hora y media de metraje: la estúpida ofensiva que mantienen y las situaciones hilarantes en las que se ven envueltos, para conseguir que los morosos entreguen el dinero sustraído, son el telón de Aquiles de esta ridícula historia que cae en todos los tópicos de la mal llamada guerra de sexos. No es un tema exclusivo de este irregular largometraje, sino más bien un pretexto de las comedias tailandesas, lo que a uno le cabe pensar que culturalmente aun hay ciertas barreras sexistas que deberían superarse… Pese a quien pese, no deja de ser una comedia para todos los públicos, puramente artificiosa y ociosa y, como su argumento indica, de usar y tirar. Aunque hay largometrajes mucho peores. Los valientes que se atrevan a visionarla, advertidos están sobre su peculiar estilo burlón, afín siempre a las tendencias humorísticas de la cinematografía tailandesa.

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Ediciones disponibles: la edición autóctona tailandesa no dispone de ningún subtítulo en algún idioma asequible, sin embargo existe una edición hongkonesa oficial en DVD (zona 3) del sello Vicol Entertainment que viene con audio en tailandés y subtítulos en inglés.



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