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Love my life

Un artículo de Eduard Terrades Vicens || 03 / 9 / 2013
Pantalla Invisible

A pesar de no estar legislado el matrimonio entre personas del mismo sexo y de unas fuertes estructuras sociales jerarquizadas, en Japón siempre han sido bastante más abiertos y tolerantes con la homosexualidad que en otros países. El sexo no se mide por el grado moral, sino por el deseo y el sentimiento de un individuo, formando parte de su ámbito privado. La homofobia no se contempla desde un grado religioso, pues el Shintoismo no es una religión dogmática, y la discriminación siempre ha venido condicionada por una mala praxis de los preceptos del catolicismo, religión influyente que desde hace un par de décadas se ha puesto de “moda” en el país de los cerezos en flor. Del mismo modo, mientras una relación no afecte al ámbito laboral, nadie de una empresa cuestionará a un empleado sus opciones personales ante la elección de con quiere estar, habiendo una ley proteccionista incluida en la zona de Honshu (donde se encuentra ubicada la capital) que incide en este aspecto, en la que se prohíbe la discriminación laboral por la identidad sexual de un trabajador.

Aun así siguen habiendo algunos recelos o prejuicios propiciados, a veces, por la cultura popular del entretenimiento para adultos y producciones como Love my Life (Koji Kawano, 2006) intentan abolirlos. A través de la historia de dos lesbianas, y su día a día, se muestra los problemas a los que deben hacer frente este colectivo, aunque vaya un poco más allá y muestre otras problemáticas sociales del Japón contemporáneo, sea el individualismo como obligación para sobrevivir en la gran ciudad, condicionado por la pertenencia al grupo con respecto al pensamiento colectivo en el sector empresarial, sea por el espíritu de sacrificio y de la cultura del esfuerzo para poder ganarse un puesto en la sociedad japonesa, sociedad de la información y del progreso desaforado.

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Curiosamente este filme, que ha pasado por decenas de festivales especializados en cine gay y lésbico, pero que prácticamente no ha salido de su ostracismo geográfico, desembarcó en salas japonesas justo un año después de que la congresista de Osaka Kanako Otsuji proclamara su lesbianismo, habiendo empezado una carrera activista para defender los derechos civiles de las personas gais, lesbianas, bisexuales o transexuales. Un acto de valentía en un país en que la política está eclipsada por el sexo masculino y está considerada como algo muy viril (Otsuji era una de las 7 mujeres que formaban parte de la Asamblea Legislativa de la prefectura de Osaka entre sus 110 miembros integrantes). Casualmente, una de las dos protagonistas de Love my Life se debate en realizar la carrera de derecho para convertirse en abogada (para complacer a su padre y renunciar así a su condición natural de lesbiana), profesión que tendencialmente está ocupada por hombres, o proseguir con sus estudios literarios, que es lo que realmente le satisface y la une con su pareja, cuyo padre es un reputado escritor que salió del armario después de criarla cuando era niña con su madre. El conflicto entre ella, precisamente, estallará cuando ese debate interior se vuelva insostenible, provocado por el rechazo del padre tradicional y conservador; un punto de inflexión en su relación que servirá para que ambas reflexionen sobre su condición humana, maduren a nivel profesional y encaren mucho mejor el futuro como pareja, solidificando así los sentimientos de ambas.

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Filmada con una cámara HDV 1080i y otra de Sony HVR-Z1J, lo cierto es que toda ella tiene un aire amateur que le sienta de maravilla por la frescura con la que su realizador enfoca el tema de la falta de comprensión de ciertas personas hacía la homosexualidad (una de las chicas tiene un amigo en la universidad que es gay y debe soportar las burlas y tópicos hacia el colectivo por parte de unos compañeros de clase que desconocen su sexualidad). Este estilo de “vérité” cinematográfica está planificado a conciencia y caza perfectamente con la carrera en labores productivas de Koji Kawano. Y es que aunque sea su opera prima, este cineasta nacido en Fukuoka se había empapado previamente del discurso fílmico de otros realizadores que en algún momento de sus carreras optaron por enfocar sus relatos urbanitas desde un punto de vista subjetivo, directo, incluso neorrealista. Kawano había trabajado con el director taiwanés Edward Yang (un cronista de la realidad de la isla de Formosa desde un óptica sociológica) o su compatriota Toshiaki Toyoda (especializado en dramas juveniles o personas marginadas). No podemos decir que hayan ejercido una influencia directa sobre su debut cinematográfico, pero si un leve influjo a la hora de perfilar su historia, equilibrando las escenas evasivas más distendidas, en las que vemos el día a día de la pareja, con los momentos más dramáticos o reivindicativos a favor del colectivo de gays y lesbianas.

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Otro punto a favor de su desacomplejada narración (aunque algo academicista) es que la banda sonora, compuesta exclusivamente por la banda de pop-rock Noodles, ayuda a remarcar los temas que se van exponiendo a medida que avanza el metraje, a la par que le sienta muy bien en esas secuencias rodadas en exteriores y que no dejan de ser pequeños “pillow-shots” que ayudan a distender el dramatismo y rellenar algunos huecos del guión entre secuencia y secuencia. Love my Life no pretende ser ni mucho menos la película definitiva sobre la lucha para la igualdad entre gais y lesbianas, sino un reflejo del costumbrismo del Japón contemporáneo, de los valores de esta competitiva sociedad, integrando en ellos a este colectivo que, según las estadísticas oficiales, abarca un 14 % de la demografía nipona y que pasan desapercibidos, a pesar de que haya ciertas disciplinas artísticas, como el manga (donde la industria del cómic gay se oriente hacia lo morboso y para el público femenino) intente mostrar una imagen irreal de ellos (la obra fílmica de Ryosuke Hashiguchi, un compatriota que en sus filmes muestra la homosexualidad como algo natural en la sociedad de su país, ya había intentado distanciarse y criticar esta visión perversa integrante de la cultura otaku underground). Si este filme sirve para romper tabús, no solo entre el público japonés, seguramente su funcionalidad tendrá sentido más allá de la emotividad que despierta los pequeños quehaceres de una pareja que busca su lugar en la jungla urbana tokiota.

Ediciones disponibles: editada en Francia únicamente en DVD por un sello independiente especializado en películas que hablan sobre el colectivo de lesbianas.



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