Fandigital y Comicdigital emplean cookies para determinadas funcionalidades. Si continúa navegando asume la aceptación de las mismas.
Dance of the Dragon - Pantalla Invisible - blogs de cine
Buscar en
Estás en CINE >> BLOGS >>

Dance of the Dragon

Un artículo de Eduard Terrades Vicens || 09 / 9 / 2013
Pantalla Invisible

Dance of the Dragon hubiera necesitado de una reescritura para dibujar mejor esta especie de triangulo amoroso, y otro tipo de realizador que hubiera articulado mejor la historia.

Hoy en día, entremezclar artes marciales y danza no es ninguna novedad cinematográfica. El vínculo existente entre ambas disciplinas se estrecha por la plasticidad de sus movimientos. El “wuxia pian” cinematográfico siempre ha procurado tender un puente entre ambas artes y no son pocos los actores del cine hongkonés que han pasado por la Ópera de Pekín para complementar sus estudios o integrarse en la plantilla de esta respetada compañía, famosa por sus rígidos métodos de enseñanza (sin ir más lejos, el infatigable Jackie Chan). En otro orden fílmico dentro del mismo género, y de forma ya más contemporánea, las coreografías marciales que registró con su cámara Zhang Yimou en Hero (2002) o, sobre todo, en La Casa de las Dagas Voladoras (2004) están condicionadas y enlazadas por la danza china (solo cabe ver las piruetas de Zhang Ziyi al inicio de la segunda de las películas de la inconfesa trilogía marcial de Yimou). Lo que sí es menos habitual es encontrar una producción singapurense que mezcle danza, romanticismo y artes marciales en una misma historia, englobando además en ella a varios rostros del cine asiático actual menos comercial (y alguna que otra vieja gloria).

Pantalla Invisible



A pesar de su forzado y edulcorado guión, Dance of the Dragon (John Radel & Max Mannix, 2008) no engaña a nadie: desde el primer momento y desde el mismo título -definitorio del enfoque que han pretendido darle sus creadores- sabemos que se trata de una de esos relatos de auto-superación con chico inmigrante que quiere triunfar en una cultura alejada a la suya (aunque esta vez no tanto) y todas las barreras (más idiomáticas y económicas que no xenófobas) que debe afrontar si quiere convertir su sueño de ser bailarín en una realidad palpable.

En unas breves líneas se puede resumir este relato de auto exigencia personal: chico coreano (Jang Hyuk) sueña con convertirse en un bailarín profesional y para ello abandona la fábrica en la que su padre le ha conseguido un puesto y se marcha a una reputada escuela de Singapur que busca nuevos alumnos. Allí se enamorará de su profesora (Fann Wong), que en estos momentos está atravesando una crisis de pareja con su futuro marido (Jason Scott Lee), un profesor de artes marciales que trapichea con un gángster local y que no ve con buenos ojos el acercamiento amoroso con su alumno aventajado. El enfrentamiento físico entre ambos estará condicionado por el dominio de sus dotes artísticas y de aquí su explícito título. Un argumento, pues, sintético, ubicado antes del estallido económico surcoreano y que no necesitaba de la dilatación a la que su narración es sometida, con un metraje que alcanza las casi dos horas de duración. Sí el excesivo ensanchamiento de su metraje sirviese para profundizar en las vivencias y situaciones personales de algunos personajes, tendría sentido esa prolongación y coherencia para poder dar un mejor comprensión lógica a la trama. Sobre todo del profesor de artes marciales, con un reciclado Scott Lee que intenta ofrecer una caracterización madura y adulta de su alter ego, pero que, por la poca profundidad que los guionistas han imprimido en él, poco puede hacer. Las divergencias familiares entre padre e hijo tampoco terminan de convencer al no estar muy bien expuestas sobre pantalla, más que nada porque la progresión dramática surgida por el distanciamiento, así como las diferencias con el modelo de vida que ambos defienden, hubieran necesitado de una mayor profundidad emocional para poder conseguir ese efecto catártico de reconciliación que la historia y sus realizadores buscan en todo momento.

Pantalla Invisible



El guión, pues, no sería su mejor baza. Eso sí, está bien filmada, con una espléndida fotografía y una correcta composición y planificación de la imagen, aguardando algunos buenos momentos de pura artificiosidad plástica. Lástima que la música extradiegética (por gentileza de Ricky Ho, compositor que se encargó de la versión epiléptica de Zu Warriors, que rodó Tsui Hark en 2001) esté sobredimensionada y termine pasando factura, lastrando toda la trama, pues en muchas escenas valen más los silencios del chico, al no poder comunicarse con nadie por la falta de depuración con su inglés y de amigos con los que relacionarse, que no de esa pomposidad orquestal crecida. Sin embargo, y pese a su armoniosa planificación fotográfica, los contados enfrentamientos marciales tampoco son nada del otro mundo y las coreografías dancísticas quedan empobrecidas por la vorágine visual. Otro defecto en su desbocado avance narrativo se encuentra en su desenlace, donde la pareja de baile compuesta finalmente por la profesora y su pupilo intenta demostrar ante el jurado de una competición nacional sus habilidades en el arte de la danza: además de resultar previsible, es poco cautivador y queda evidenciado la falta de depuración tanto estilística como narrativa.

Pantalla Invisible



Aunque no son comparables desde el punto de vista argumental, la posterior El último Bailarín de Mao (Bruce Beresford, 2009), aun con sus problemas en la dirección y montaje, sí ofrecía una convincente historia de auto-superación condicionada por el buen hacer de la veteranía de su realizador a la hora de encarar este tipo de dramas, en este caso de un chico chino que, para glorificar su país aun en plena recepción del comunismo en su vertiente más dura, intenta labrarse un futuro en suelo americano hasta que descubre el amor de su vida y no quiere regresar. Dance of the Dragon hubiera necesitado de una reescritura para redibujar mejor esta especie de triangulo amoroso y otro tipo de realizador que hubiera articulado mejor esta historia de dragones que alcanzan su cénit con dos disciplinas artísticas que comparten la flexibilidad y belleza de sus movimientos. El dragón no danza hasta alcanzar el cielo.

Ediciones disponibles: editada en Inglaterra en DVD (zona 2) en una edición sencilla sin extras remarcables. Y en Francia ha sido también editada en Blu Ray.



Pantalla Invisible

La sección en donde se dará a conocer obras perdidas del cine, de ayer y de hoy, con el objetivo de que lleguen al espectador con mayores inquietudes cinéfilas

Actualización: Lunes.

Blog administrado por Eduard Terrades

ARTICULOS DE PANTALLA INVISIBLE

Buscar PANTALLA INVISIBLE en

Buscar PANTALLA INVISIBLE en NEWS









© Revista Fandigital.es 2000-2015
Revista iPad / | Contactar