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Antique Bakery

Un artículo de Eduard Terrades Vicens || 16 / 9 / 2013
Pantalla Invisible

La moda por las pastelerías refinadas, de estética kitsch o que promueven la repostería creativa, ha llegado hasta Asia; por herencia, claro está, del ascendente auge de este tipo de establecimientos en Estados Unidos o Francia, país este último que fascina a nacionalidades orientales como la japonesa o la coreana. De resultas de estas dos democracias del extremo asiático, donde sus fuertes economías han permitido que una amplía clase media-alta pueda invertir en todo tipo de lujos gastronómicos (y culturales, aunque esto ya lo damos por sentado), surge Antique Bakery (Min Kyu-dong, 2008), una deliciosa comedia homoerótica surcoreana, basada en un manga japonés, en la que cuatro fornidos hombretones hablan de sus problemas personales mientras se dedican en cuerpo y alma a su pasión: la elaboración de pasteles para paladares exquisitos.

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Uno de los grandes logros y ventajas de leer cómic japonés es que cualquier persona encuentra su propia historia adecuada a sus necesidades ociosas, su estatus social o incluso su perfil de edad. Por si fuera poco, a los japoneses les encanta la gastronomía, sobre todo si es de procedencia extranjera, destacando por encima de todas la “haute cuisine française” y su bollería. Toda una filia en un país en que el arroz sigue siendo el acompañamiento principal en las comidas, a pesar de cada vez más el pan ha ido ganando terreno. Muchos son los mangas que, mientras los lees, tu paladar empieza a salivar, y de entre los más curiosos hay uno que destaca por su mezcolanza temática: Antique Bakery, de la autora Fumi Yoshinaga, es un tebeo que se publicó durante cuatro añitos en los albores del nuevo milenio y que, pese a estar destinado a jóvenes lectoras que disfrutan con romances light entre varones (lo que se conoce con el nombre de “shonen-ai”), no tuvo una trascendencia marcadamente diferenciada con otras obras de género similar en el vasto mercado editorial nipón. El rectángulo romántico entre cuatro chicos que trabajan en una misma pastelería elitista obtuvo más resonancia mediática cuando se estrenó su versión animada en 2008 y algunas editoriales del extranjero se interesaron por él, que no cuando se presentó el culebrón de imagen real mientras se estaba serializando el manga.

Por este motivo, a todos los seguidores de la obra original les sorprendió que la mastodóntica compañía Showbox Mediaplex (especializada en todo tipo de géneros, pero eminentemente que tengan un empaque comercial de superproducción) se hiciera con los derechos de la obra original para una adaptación fuera de sus fronteras naturales, justo cuando el anime tuvo una pujanza más destacable en las audiencias japonesas. De hecho, el público surcoreano es un ávido consumidor de comedias románticas y este cuarteto de gais (algunos declarados abiertamente, otros nunca consiguen salir del armario por miedo al rechazo social) tenía todos los números para seducir al público local. Además, las adaptaciones de cómics japoneses a imagen real por parte de la industria surcoreana ya habían dejado buenas cifras y críticas positivas en el pasado (¿Cuántos espectadores les sorprenderá saber que la historia de Old Boy, en realidad, está sonsacada de un longevo manga de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi?).

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Con todos los ingredientes encima de la mesa, lo más empalagosos posibles para poder seducir a esas audiencias más jovencitas, el cineasta Min Kyu-dong, que al fin de cuentas ya había elaborado otros manjares para el público adolescente (por ejemplo Memento Mori, una de las producciones fundacionales de terror sobrenatural en institutos a consecuencia de bullying o malentendidos amorosos), consiguió captar la esencia original de las viñetas de Yoshinaga, adaptando la historia en el contexto socioeconómico de su país. Igual que una manga pastelera, el realizador va moldeando y retorciendo a sus personajes hasta conseguir que abran sus corazones y expliquen esas heridas, que miran de cicatrizar, mientras se esmeran con la sacrificada pero dulce profesión que han elegido y consiguen elaborar alta orfebrería comestible en forma de pasteles y bombones de sabores exóticos. Así, mientras que en el inicio del filme, el patrón de la pastelería parece un chico muy equilibrado, que se dedicó a estudiar repostería para poder triunfar con el público femenino (personaje desdibujado de una forma muy metrosexual), a medida que avanza el metraje van apareciendo sus traumas de infancia, condicionadas por una serie de secuestros exprés que vivió en primera persona en las inmediaciones de su barrio y que ahora un desquiciado parece repetir cerca del establecimiento donde moldea sus pasteles. Le acompañan en su periplo pastelero: un antiguo alumno de su instituto gay, que consiguió realizar sus estudios de repostería en Francia y conoció a un megalómano cocinero con el que tuvo un romance; un ex-boxeador que va de hombre fuerte y que está pretendidamente enamorado de su maestro pastelero (es decir, del chico gay que viene de perfeccionar sus dotes reposteras en Paris); y un melindroso ex-guardaespaldas que había sido compañero de juegos del propietario cuando eran pequeños, porque su madre hacía de sirvienta en el hogar de sus padres, que ahora es reclutado como camarero en el espacio reservado para los clientes que quieren tomar un café mientras se regocijan de un lujoso postre y cuyo corazón se debate entre su patrón y el maestro pastelero.

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Cada personaje está muy bien delimitado por su carácter y las sacudidas que la vida les ha dado (sean positivas o negativas). Por lo tanto, los que esperen encontrarse con una comedia sobre el proceso de fabricación de alta repostería se sentirán defraudados, pues a pesar de que la gran mayoría de situaciones suceden en el local donde elaboran los pasteles o sirven a los clientes, el filme se decanta por mostrar los sentimientos que emanan de los cuatro pasteleros hacía los demás miembros de esa pequeña empresa. Sus rencillas personales, su narcisismo, su falta de autoestima en muchos momentos y, finalmente, los traumas de infancia y adolescencia, priman por encima de las situaciones cómicas o en las que el espectador querría formar parte de esa clientela que entra y sale de la cafetería anexa, no apta para diabéticos, para poder probar esas exquisiteces de sobremesa. En este aspecto, la boca se nos hará agua. Sin embargo, lo más interesante, y por este motivo creo que es un acierto dramático, es conocer las interioridades de los cuatro personajes, que están construidos de forma muy sólida por parte del equipo de guionistas (con la ayuda encomiable de la autora del manga original). No hay fisuras argumentales en la manera en como se explica las luchas interiores que protagonizan entre ellos mismos para ser los mejores en el gremio, a sabiendas de que deben lidiar con problemas que aún no han resuelto.

Antique Bakery podría considerarse en toda regla una comedía dramática, en que la homosexualidad está presente desde el primer minuto hasta los títulos de crédito, tratada con sumo respecto y con aras a la normalización en un país en la que no está bien contemplada en según que estamentos, sirviendo en todo caso como base al pathos dramático de sus figurantes (como por otro lado sucede en la inmensa mayoría de “shonen-ai”, donde las relaciones sexuales explícitas no son mostradas porque quedan difuminadas por el romance natural, mostradas de igual a igual como si fueran protagonizadas por una pareja heterosexual). La tonalidad cómica, pues, solo pretende desdramatizar las situaciones tensas en las que ven envueltos sus protagonistas y el punto reivindicativo, aunque se halle presente, queda un poco contrarrestado por el estira y afloja y la pulsión romántica entre ellos. Y es que el filme no deja de ser un buen culebrón que complementa y cierra un moderado logro editorial, cuya historia universal se podría expandir a cualquier pastelería del globo terráqueo.

Ediciones disponibles: la edición inglesa en DVD del sello Terracotta Distribution presenta una serie de extras muy jugosos: además del habitual making of y las entrevistas, contiene videoclip musical y una galería de imágenes de estudio.



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