Su título no engaña a nadie. Probablemente sea la producción más macabra del último lustro rodada en Indonesia, con soporte económico singapurense (el conocido realizador de cine de autor Eric Khoo figura en los títulos de crédito como productor ejecutivo). Un puré de gore cinematográfico que, emulando al ritual de vísceras y sangre que una familia endogámica practica a sus invitados, termina por empachar por su pesante carga sanguínea. Así se puede resumir Macabre (2009), una “survival horror movie” de exquisita manufacturación técnica, por obra y gracia de los Mo Brothers (tándem formado por los cineastas locales Timo Tjahjanto y Kimo Stamboel), en la que una matriarca del siglo XIXI ejerce de perfecta anfitriona ritualista al querer perpetuar su inmortalidad comiéndose los riñones de los desorientados jovenzuelos que descubren su lujosa pensión, apostillada en una alejada carretera comarcal. Un gourmet con ingredientes sobrenaturales solo apto para goreadictos.

Desde los inicios del metraje, con ese grupo de amigos celebrando una fiesta de despedida en una discoteca, pues uno de ellos se muda a Australia por motivos profesionales, ya intuimos por donde irán los tiros. Sabemos que esos inocentes muchachos van a ser masacrados como en cualquier buena “slasher”. Pero ni por asomo podríamos imaginarnos que serían despachados con la ferocidad que veremos en pantalla, después de que se decidan a recoger una enigmática y desorientada chica en medio de la carretera y la lleven hasta su hogar. Ojalá hubieran rehusado su carta de invitación, su pase a una pesadilla grotesca de la que no podrán huir. La responsable: una madre de rostro ofídico y mirada mefistofélica que aguarda en su interior un poder traspasado de generación en generación, una fuerza sobrenatural que ha perpetuado gracias a los crímenes perpetrados por sus retoños y familiares que han pasado por ese caserón de la muerte, cuyas paredes están forjadas a base de sangre y huesos.

Sin un ápice de comicidad, y con una naturalidad que pone los pelos de punta, se presenta ante el espectador una sinfonía macabra de horrores dantescos, cuya malévola protagonista había aparecido en un cortometraje previo donde ya daba a conocer sus ensangrentadas dotes culinarias (Dara, incluido en Takut: Faces of Fear, filme de terror indonesio segmentado en seis relatos sin demasiada conexión). Los Mo Brothers no esconden sus objetivos comerciales ni polémicos, tenían muy claro que pretendían realizar una historia extrema para sacudir a la industria local, causar un poco de revuelo para que algún productor o programador internacional echará el guante a su película y poder volar hacía otros territorios más fértiles para explotar el género cinematográfico con el que mejor se identifican (sin ir más lejos, Timo Tjahjanto ha aportado su granito de arena en los filmes occidentales ómnibus The ABCs of Death y V/H/S/2). Ojo, Indonesia tiene una larga tradición por el cine de terror, pero al ser un país con una fuerte presencia musulmana en todos los estamentos de la sociedad (y a pesar de que en la Constitución se recoja la libertad de culto religioso), los problemas históricos con la censura han provocado la huida masiva de realizadores a países vecinos (como Singapur). Curiosamente, esta maquiavélica y clásica historia de familias desquiciadas con aptitudes por la gastronomía caníbal, y en la que se vuelve a exponer esas quiméricas conquistas del poder de la inmortalidad, no tuvo demasiados problemas de cortes en su propio país; si que los tuvo, por ejemplo, en Malasia, donde fue prohibida por su violencia paroxística (siendo la primera película indonesia de la historia que ostenta ese honor en suelo malayo).

Sea como fuere, los Mo Brothers conocen todos los truquillos del género y saben como provocar inquietud, malestar físico o repulsa en las plateas. Aunque sería poco realista no considerar que los defectos que va acumulando son síntoma de una falta de dominio fruto de su precocidad como realizadores: algunos momentos del argumento se vuelven prácticamente indescifrables (nunca se explica exactamente como funciona el ritual, ni en las viejas cintas que encuentra la policía), incoherente dentro de los márgenes del fantástico (personajes que creíamos muertos resucitan sorpresivamente ante la mirada atónita del espectador) y forzado (la incursión de la policía en lugar de los hechos antes del clímax final). Macabre es un decente slasher con denominación de origen que conecta perfectamente con la tradición del cine asiático sobrenatural, al no desvelar ni aclarar nunca el verdadero origen del mal. Lástima que sus múltiples referencias al cine de terror occidental le resten originalidad y nublen su buena factura técnica, y es que sus evidentes influencias van desde La Matanza de Texas a la trilogía de Hostel, pasando por el filme francés À L’intérieur (¿tal vez su referencia más explícita?) o, incluso, Imprint, el relato que dirigió Takashi Miike para la serie norteamericana Masters of Horror. Solo falta ver hasta que punto puede extenderse en un futuro no muy lejano como una saga local de ascendente popularidad, pues esa pérfida matrona, siguiendo los postulados de las grandes series de psychokillers cinematográficos, tiene motivos más que suficientes para volver de entre los muertos. Y si no…esperad al último segundo de metraje. Como decía en su promoción: todo horror tiene una madre.