Sukiyaki Western Django: pistolas, katanas y cowboys.
Takashi Miike, quién sino, se atrevió a rodar un western en pleno Japón feudal, en homenaje a todo un clásico del cine italiano: Django (1966) de Sergio Corbucci, que en manos de este francotirador de la industria japonesa se convierte en un falso western crepuscular.

Un grupo de hombres del clan Taira y otros del clan Minamoto se enfrentan a muerte en una pequeña aldea durante la longeva guerra Genpei (finales del período Heian, época medieval japonesa). Y en mitad de ella, un forajido que juega a ambos bandos y un pistolero occidental interpretado por Quentin Tarantino que disfruta comiendo sukiyaki. Hasta aquí todo parece una broma japonesa, en dónde no resuenan los ecos de la cinta de Corbucci hasta que no nos damos cuenta de que un niño (con lazos de sangre provenientes de un personaje occidental…) jugará un papel decisivo en la conclusión de la historia, y que como reza en la narración final: “ese chico fue el que emigró a Italia convirtiéndose en Django” (¡!). Un desmadre que podría considerarse como la precuela del Django original, tomando como referencia al Yogimbo (1961) de Akira Kurosawa (casualmente, esta obra maestra del Gran Emperador se avanzó unos añitos al western de Corbucci).

Fusionar dos géneros completamente equidistantes entre si (¿o tal vez no tanto?), como son el ‘spaghetti western’ y el ‘chanbara’ (películas de samuráis con baños de sangre), géneros autóctonos de la cinematografía italiana y japonesa respectivamente, y que fueron carne de los añorados programas dobles, es todo un reto. Solo Miike, hiperactivo dónde los haya, podría llevar a cabo un reto de esta envergadura. En realidad, lo que firma Miike es un falso western posmoderno al supeditar la historia a una puesta en escena demasiado esteticista. Como dirían nuestros abuelos, “una más del Oeste”, muy bien filmada pero sin un claro dominio narrativo. Y eso se nota a la media hora del filme, pues la acción domina claramente por encima de la deslucida trama, lo que por otro lado significa diversión con clara pretensión de serie B, pero con presupuesto de blockbuster.

Al final, Sukiyaki Western Django termina convirtiéndose en un simple ‘soja-western’, a similitud de títulos como Sol Rojo o El blanco, el amarillo y el negro (también de Corbucci). Por otro lado, un ‘soja-western’ nostálgico, pues hoy en día han quedado desfasados, y actualmente ya no se ruedan este tipo de coproducciones entre algún país asiático y alguna cinematografía europea. Una ausencia que Miike intenta paliar con esta contribución a este subgénero tan apreciado por Tarantino.