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Made in Hong Kong

Un artículo de Eduard Terrades || 28 / 6 / 2010
Pantalla Invisible

No es solamente un filme de Fruit Chan que se rodó justo en el momento en que la ciudad perdía su identidad británica al ser traspasada a China, sino que para muchos es también un sello distintivo con el que se dieron a conocer muchos largometrajes de acción capitaneados por John Woo, Chow Yun Fat, Jackie Chan y un largísimo elenco de talentosos directores y actores ligados a una industria que siempre se ha nutrido de producciones autóctonas para remarcar un mercado de cine muy acorde temáticamente con el limitado territorio en el que se mueven sus ciudadanos.

Este archipiélago adquirido en 1842 por el Reino Unido constituye uno de los territorios más poblados del mundo en una extensión de terreno muy pequeña. Se podría dividir entre la isla de Hong Kong propiamente dicha, en dónde de forma horizontal se extiende los por otra parte mega colosos verticales repletos de neones; el distrito de Mongkok (que no deja de ser una pequeña ciudad dentro de la mega urbe) y la zona continental de Kowloon; y el resto de territorio formado por montañas y otras islas como la de Lantau. Asimismo, un poco más apartado se encuentra Macau. Suma total: más de mil kilómetros de perímetro, contando la parte del mar (y sin contar Macau). En toda esta zona habitan más de siete millones de personas buscando fortuna y un buen trabajo. Y en medio, las tríadas, la temida mafia china que ya se extiende a las principales ciudades importantes de todo el globo terráqueo. Un oasis capitalista dentro de la muralla de la China comunista, que se marchitó cuando Hong Kong fue devuelta el 1 de Julio de 1997, pero respetando un doble régimen (capitalismo desaforado versus comunismo enciclopédico).

En este contexto podemos situar a una industria cinematográfica que ha aprovechado estas confabulaciones territoriales, económicas y sociales para promover un cine de entretenimiento que caló hondo en Occidente a principios de los años 90.

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Olvidaos de Bruce Lee. El primer nombre en entrar en escena y renovar la industria local a mediados de los años 80 fue John Woo con sus piruetas armamentísticas. Pero Tsui Hark supo sacar tajada del tema y con su grandiosa productora Film Workshop sacó adelante películas de mediano presupuesto que, de la noche a la mañana, se convirtieron en pequeños clásicos de la taquilla local. El cine de acción se comenzaba a cocerse de forma desmesurada. Del mismo modo que barrios como el antiguo amurallado Kowloon crecían sin control y eran un hervidero para la delincuencia y las actividades ilegales (reflejado en las películas de ese momento). Los largometrajes de gángsteres insuflaban una serie de valores para una sociedad que se movía a ritmo de talonario y que se medía por el éxito personal en los negocios. Taylor Wong siguió ligeramente la estela de Woo consiguiendo cierto prestigio y polémica al mismo tiempo con una inconfesa y olvidada trilogía dedicada al mundo de las tríadas.

Gente preocupada por ofrecer una mejor imagen (como el bueno de Jackie Chan), empezaron a renegar públicamente de ellas, y mitificaron la figura del policía superhéroe (La saga de Police Story es un buen ejemplo). Con esta iniciativa nace el thriller y el cine policíaco como tal, que en muchas ocasiones introducía coreografías marciales siguiendo el viejo precepto del cine de artes marciales de la Shaw Brothers. Eran los tiempos en que Donnie Yen, Jet Li o Michelle Yeoh acaparaban todas las miradas. Era el momento para que cineastas como Kirk Wong o Ringo Lam sedujeran a las audiencias con prolongados baños de sangre. Era el turno para que la violencia diera paso a la “Categoría III”, una etiqueta apadrinó un subgénero que abrazaba el cine de acción con el horror más malsano (Herman Yau o Billy Tang fueron sus máximos artífices con títulos fundamentales como Untold Story o Run and Kill).

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Es en este momento cuando se constituye la primera oleada de productos cinematográficos importados de Hong Kong en países Occidentales, y cuando los primeros críticos especializados (Bey Logan sin ir más lejos) empiezan a vislumbrar un nuevo tipo de cine negro que difícilmente se podría hacer en Occidente. Nacen las publicaciones especializadas, y teniendo en cuenta que en Francia pega muy fuerte (con revistas míticas como HK Orient Extreme Cinema), se apoda ese cine como el “Hong Kong polar”, en resumen, un cine negro que bebe de varias tradiciones cinéfilas, pero sin perder la idiosincrasia de su pueblo.

En España nos llegó toda esa moda bajo el sello de “Made in Hong Kong” de las manos de Mangafilms, pero poco ignorábamos que mientras nos estaban colando productos algo añejos, en Hong Kong habían empezado a surgir una nueva generación fruto de esa fecha clave que supuso el retorno de Hong Kong a China. Precisamente, Made in Kong (1997) de Fruit Chan fue la precursora de un nuevo tipo de thriller muy minimalista, en que las escenas de acción quedaban en un primer instante relegadas en segundo plano, para centrarse en describir las complejas personalidades de los personajes que frecuentaban en ellas (en la de Chan, de varios chavales que penetraban en las tríadas). Fue el momento en que Johnnie To y su pionera Milkyway Image empezaban a despegar con fuerza. Aún así, francotiradores de la talla de Wong Jing, un mandamás de la industria dedicado a producir, escribir y dirigir cuantos más productos de acción al año mejor, seguían en la brecha de ofrecer películas de acción al más puro estilo “heroic bloodshed”.

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Hasta que Infernal Affairs (Alan Mak & Andrew Lau, 2002) hace estallar la bomba de relojería a nivel internacional (Scorsesse intentó coger lo mejor de ella para hacer la decepcionante Infiltrados, que de ninguna manera puede considerarse un remake, además de desvirtuar el pulso narrativo de la original) y asienta definitivamente las bases para el nuevo cine negro de Hong Kong. Un cine “noir” que ha tomado varios caminos: desde la recuperación de viejas formulas del pasado (Explosive City) hasta a experimentos visuales que no llevan a ningún sitio (The Moss), pasando por recrear al pie de la letra las tradicionales ceremonias de las triadas (el díptico Election). Sin olvidar al blockbuster bien empaquetado (Divergence); las cruentas producciones, estilísticamente muy cool, en que ciudadanos normales se ven implicados casualmente en el mundo criminal (One Nite in Mongkok y Love Battlefield); las típicas comedias de acción, en que termina sobreponiéndose la acción por encima de las muecas baratas (Tokyo Riders o Heat Team); historias detectivescas con intrigas sacadas de la vieja escuela del cine clásico yanki, pero amoldado al siglo XXI (The Detective) o marcianadas seudofuturísticas a similitud de la mal narrada Black Mask (y ahí tenemos las muy apetecibles Future X Cops o Kung-Fu Cyborg).
Nombres como Benny Chan, Dante Lam, Soi Cheang o Wilson Yip no os sonarán tan raros en futuras entregas. De momento, el “Hong Kong Noir” se ha instalado y por mucho tiempo.



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