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MS.45: Ángel de Venganza

Un artículo de Eduard Terrades || 14 / 3 / 2011
Pantalla Invisible

Misoginia contra feminismo radicalizado, esta es la posible lectura extraíble de esta peculiar visión del “rape revenge” ofrecida por el iconoclasta, libertario e imprevisible Abel Ferrara, un filme que esconde algunas de esas obsesiones que en posterioridad desarrollaría en sus siguientes proyectos.

Thana (Zoe Lund), una joven muda, es atacada sexualmente por un desconocido (Ferrara oculto con una máscara transparente) en un callejón mientras vuelve de su trabajo. Al llegar a su apartamento es sorprendida por un ladrón que intenta violarla de nuevo, pero ésta se defiende y lo mata por error. Traumatizada por los repetidos sucesos, desarrolla una aprensión contra el sexo masculino, hasta que decide convertirse en una vengadora nocturna, dando caza a todo aquel parásito que desprecia a las mujeres. Thana, que parece seguir el camino emprendido por Tanatos, se convierte en una asesina que, poco a poco, va poniendo en jaque a la policía de Manhattan, pero a diferencia de esta criatura surgida de la mitología griega, mata siendo consciente de todos sus actos y de forma violenta. Cuantos más cadáveres deja a su alrededor más fuerte emocionalmente se vuelve. Pero todo verdugo tiene sus horas contadas, y esta mortífera figura angelical se verá acorralada en un último baile noctámbulo, siendo puesta entre la espada y la pared por una persona de su mismo sexo en una fiesta privada en las vísperas de Halloween.

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Ángel de Venganza (1981), acertado título español mucho más coherente que el original (que remite al revolver que utiliza la protagonista), fue de largo la producción más aplaudida de Ferrara en la década de los ochenta, y eso que era su segunda experiencia detrás de las cámaras en formato de largometraje. Seguramente el espectador se quedó sorprendido por la manera en como el cineasta exponía los hechos violentos de forma obsesiva, teniendo en cuenta que, hasta entonces, la perversidad del subgénero conocido como “rape revenge” solo se inscribía dentro de los circuitos del “sexplotation”. Ferrara quiso darle un tratamiento social, mostrando la decadencia de un Nueva York que sugería violencia e inseguridad en cada esquina, y cuyos índices de criminalidad aumentaron en el siguiente lustro (advirtiéndolo en su siguiente producción: Ciudad del Crimen, interesante aventura urbana en dónde un psychokiller se ensañaba con chicas que trabajaban en el mundo del “strip show”).

Aparte de la pretendida crónica sociológica que puede extrapolarse de la esquemática trama, hay en ella una patente morbosidad propiciada principalmente por la transformación que experimenta el personaje interpretado por Lund (una misteriosa actriz de padres europeos que murió en extrañas circunstancias a la temprana edad de 37 años), pasando de ser una damisela en apuros, vejada y sin un horizonte preestablecido, a convertirse en una “femme fatale” de armas tomar que, tomándose la justicia por su mano, pretende erradicar el machismo latente en el ambiente neoyorkino de los años ochenta. Algunos solo profieren de esa actitud vengativa de la protagonista como un ejercicio de violencia practicada por su autor; la excusa perfecta para adaptar este tipo de productos (en principio destinados al público masculino) al gusto estilizado de la época, ejemplificado en ese baño de sangre final en la que Thana se disfraza de monja en la susodicha fiesta de Halloween y aniquila a todo macho que se cruza con su mirada. Una prolongada secuencia muy artificiosa, filmada toda al ralentí para dotar de mayor espectacularidad a ese clímax final que, a modo de coda temática, vuelve a exponer a la acomplejada protagonista delante de una posible violación.

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Precisamente los espectadores de la época les chocó esa naturalidad, esa espontaneidad con la que la agresión sexual se daba cita al inicio del filme, por mucho que Ferrara la rodara sin recrearse demasiado en la embestida (rodada sutilmente para que no se convirtiere en pornográfica), además de acortarla para no ofender a las audiencias. Pero también asombró por algunas escenas de tremendismo gore, y esa “set piece” que configura el piso de Thana, muy decorado y filmado al estilo de esos “giallos” italianos que irrumpieron con fuerza durante los años setenta y buena parte de los ochenta. Lo cierto es que esta producción de espíritu independiente fue vanagloriada en el Festival de Cine Fantástico de Avoriaz, suponiendo todo un impacto en una época marcada por los filmes de psychokillers, a los que Ferrara pareció adherirse con este filme, y sobretodo con The Driller Killer (1979), opera prima en la que se entreven algunos recursos narrativos (las idas y venidas, persecuciones, etc. por las sucias calles del Bronx) aplicados para la escenificación de Ms.45.

Una propuesta radical, que planteaba la liberación femenina como una revolución adormecida, socialmente silenciada y con ansias a tomar partida en los siguientes años. Lástima que no haya envejecido demasiado bien, ya que resulta anacrónicamente desfasada. A pesar de todo creó escuela (un ejemplo directo de esta ansia vengadora puede verse en el polémico filme francés Fóllame) y, a pesar de la reivindicación de su autor en los últimos tiempos, hoy por hoy, difícilmente puede localizarse (nunca ha sido editada en DVD) por estos territorios en los que todo lo que se sale de lo políticamente correcto es señalado con dedo censor.

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