Cinta de época con pistoleros, inspirada lejanamente en Bullet in the Head de John Woo, Blood Brothers fue producida precisamente por éste último y por Terence Chang en un último intento por devolver el “heroic bloodshed” a su germinen primitivo.

Shanghai. Década de los 30. Tres jóvenes provincianos deciden probar suerte e inmiscuirse en los asuntos de un pequeño gangster local que controla un cabaret. Uno de ellos (Daniel Wu) se enamora de una de las bailarinas (Shu Qi), pero ésta ya está comprometida sentimentalmente con el padrino, al mismo tiempo que un asesino en la sombra decide rescatarla de las garras del mafioso ya que en el pasado había mantenido un affaire amoroso con ella. Las cosas se tuercen y el pistolero es socorrido en última instancia por los tres mosqueteros, al tiempo que éstos deciden robar un almacén con jugoso armamento de un grupo rival. Fruto de esta heroicidad, el gángster les dará una oportunidad en su negocio, contratándolos como guardaespaldas, responsabilidad que conllevará disputas entre los tres hermanos de sangre, al tiempo que acentuará las diferencias entre ellos, así como sus ambiciones más inmediatas para escalar en la senda del poder.

Como en una olla a presión, las discrepancias terminarán hirviendo hasta provocar un enfrentamiento sangriento en la que nadie saldrá bien parado.

Alexi Tan debutaba con esta aproximación a los primigenios mundos del Woo cineasta (tomando como referencia conceptual la citada Una Bala en la Cabeza), y lo hacía con un presupuesto más que elevado (que compensó con los 47 millones de dólares hongkoneses que recaudó durante su paseo comercial por las multisalas chinas). El resultado no podía ser menos: factura técnica impecable, toda ella muy bien encuadrada, una fotografía convincente que recrea el período de relativa estabilidad del primer lustro de los años 30, un diseño artístico para quitarse el sombrero, una acertada banda sonora orquestal para enfatizar el drama e interpretaciones consistentes y equilibradas para que ningún actor destaque por encima de los demás.

Pese a la incredulidad de la crítica más conservadora, Blood Brothers (2007) cerró la 64ª edición del Festival de Venecia y convenció a los allí presentes. Lo cierto es que aún siendo un filme que pretende homenajear a esas historias de héroes anónimos que disponían de munición infinita en sus armas para salir adelante, Tan ha optado por mantener un equilibrio entre esas escenas de bella plasticidad visual con esos momentos de romance, convirtiéndola en un melodrama de tríadas de época con leves pinceladas del cine de acción “made in Hong Kong”. De hecho éstas últimas se pueden contar con los dedos de una mano, pero más vale insertar un par de brillantes secuencias de tiroteos infinitos (el desenlace en el cabaret sin ir más lejos) que no saturarla con extras irreconocibles que van cayendo como pichones, y que terminan por aburrir a la audiencia (me abstengo de hacer referencia a The Killer de Woo porque es una película casi fundacional –con perdón de A Better Tomorrow-, pero es que en general el cine noir de la ex-colonia siempre ha abusado de la pirotecnia balística). Algunos pensarán que precisamente este es el único (y mayor) defecto que puede recriminársele: al no malgastarse toda esa pólvora necesaria para considerarla una “heroic bloodshed” clásica, resulta engañosa en tanto que se promociono explícitamente como un tributo al subgénero más comercial de la industria de Hong Kong a finales de los años 80.

Eso sí, recomendamos no encariñarse de ningún personaje, pues puede que os llevéis una sorpresa. Sería un despropósito desvelar quienes sobreviven y quienes desaparecen del mapa cosidos a balas, pero sí podemos decir que los protagonistas que fallecen en enfrentamientos violentos, envueltos en exagerados charcos de sangre, determinan el provenir de los que quedan vivos y, sobretodo, les marcan el tempo de vida restante. Pues una de las claves de este tipo de largometrajes era que sólo podían quedar en pie muy pocos personajes, aunque a veces ni el protagonista sobrevivía al ballet armamentístico. Pero eso es otro tema. Blood Brothers no finaliza con un final tan trágico como los que Woo ofrecía en sus películas de culto, pero a cambio desgrana el género en su justa medida, acercándolo a esos espectadores que ignoraban de su existencia. Tal vez el cometido de esta entretenida producción de época sea precisamente éste: resurgir tímidamente esos gentleman pistoleros que protegían a los suyos con lealtad y morían con honor, pero amoldándolo a los gustos del público del nuevo milenio. ¡Larga vida pues al “heroic bloodshed”!