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HK Noir (11): Dragon From Russia

Un artículo de Eduard Terrades || 03 / 10 / 2011
Pantalla Invisible

Cuatro años antes que Christophe Gans adaptara la primera saga del manga de Crying Freeman en una espectacular producción que no escatimaba en carnalidad, el mercenario Clarence Ford aprovecharía parcialmente la historia y algunos personajes ideados por el tándem formado por el guionista Kazuo Koike y el dibujante Ryoichi Ikegami para rodar un divertidísimo filme de kung-fu urbano, pasado por el tamiz negro de la agresividad latente en cualquier relato literario de género “hardboiled”.

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Algunos afirman que nunca se pagaron los correspondientes derechos de autor a los japoneses, pero viendo las similitudes más que evidentes entre los personajes y escenarios que aparecen en el largometraje de Ford con respecto al manga, es muy probable que ante una posible demanda se compensara a la editorial nipona por la puerta trasera, muy probablemente después de que éste producto al límite de la serie B obtuviera cierta popularidad en Occidente (contó con un montaje internacional algo recortado, incluso pudiéndose ver en España). Lo cierto es que la magnífica idea de crear a un alfarero asesino que llora cada vez que mata, expresando así su dolor interno ante una situación que le vino impuesta desde una secta que lo secuestro después de comprobar su potencial físico y mental, era demasiado atrayente para los avispados productores hongkoneses, que desde siempre han tomado prestadas historias y géneros que funcionan en la cinematografía japonesa para exportarlas a su cine (las producciones de ninjas, algunos mangas y en los últimos años esas películas con fantasmas femeninos melenudos).

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Para la traslación “made in Hong Kong” se optó por una variante argumental en la que situaron la primera parte de la acción en la fría Moscú: allí, un padre cantones, que huyó del círculo de los 800 dragones, intenta formar una familia lejos de la violencia a la que estuvo sometido durante tanto tiempo; una vez han transcurrido unos cuantos años, la organización halla su paradero y pone a prueba a su hijo adoptivo (Sam Hui), prometido con una chica huérfana china que conoció en la capital rusa (Maggie Cheung, una las musas de Wong Kar-wai), hasta que decide secuestrarlo e instruirlo en el arte de la lucha. El resto ya se asemeja a la historia original: el asesino libre interviene en una operación contra un grupo yakuza en Hong Kong, y al cruzarse con su antigua amante (en el cómic original era una esporádica joven pintora, interpretada en el mencionado filme de Gans por la escultural Julie Condra), se debate entre asesinarla para no dejar testigos o sucumbir a sus encantos (en este caso recuperar a su prometida). Pero la viuda del mafioso nipón (la sobrevalorada bomba sexual Carrie Ng, que ahora parece haber recuperado momentáneamente su estatus de diva por su intervención en la coproducción franco-hongkonesa Les Nuits Rouges du Bourreau de Jade) no dará tregua ni a la secta ni a la pareja enamorada.

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Dragon From Rusia (1990) no puede considerarse un producto representativo del cine negro de la ex-colonia británica, pero en ciertos círculos se considera un filme de culto por sus acrobacias aéreas, por la extraña mezcolanza entre la brutalidad de algunas escenas y la comicidad en otras y porque en su reparto figuran algunos actores que luego ilustraron buena parte de la historia de la cinematografía hongkonesa de los años 90 y principios del nuevo milenio (en el caso de Maggie Cheung incluso traspasó fronteras). La mejor manera de afrontar esta versión libre y anárquica del célebre manga del dúo Koike-Ikegami es tomársela como una entrañable rareza solo recomendable para esos ansiosos coleccionistas (los fans de Crying Freeman dudo que les convenza). Y es que no es la única que se dejó tentar por la atractiva intencionalidad romántica de la novela gráfica, pues en Killer’s Romance (Philip Ko, 1990) también se aprovechaba parte del espíritu del cómic para forjar un thriller sanguinario en el que un triádico que pretende vengar la muerte de su padre, se debatía entre eliminar a la muchacha que había presenciado el crimen que había cometido o sucumbir a su belleza. Así pues son varias las adaptaciones no oficiales, pero sin duda alguna la más exótica sigue siendo esta reinterpretación que Clarence Ford hizo en vistas a recaudar dinero de forma instantánea: un cóctel de luchas con cables, persecuciones y explosiones más que espectaculares y un pastiche argumental sorprendentemente convincente. No se le puede pedir más a ese refrito de acción que además cuenta entre sus créditos con Tak Yuen como director de orquestra de las escenas de acción y que asimismo interpreta el papel del viejo líder de la secta. Una repesca ideal para una noche aburrida.



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