Thriller sobrenatural en el que se mezclan los artificios más característicos del cine de acción “made in Hong Kong” con los engranajes que causan pavor en el cine de terror nipón, Shiver (Billy Chung, 2003) es un buen ejercicio multigenérico en el que prima más el dramatismo como extensión a las pautas que rigen el horror, y que al no contar con un desarrollo conceptual muy sólido, diluye el relato en un mar de contradicciones que no naufraga porque en última instancia lo que prevalece son esos momentos intrigantes que suspenden el tempo en el aire para atrapar al espectador hasta dejarlo noqueado.

Mientras el detective Chan Kwok-Ming (Francis Ng) se dirige al abogado con su mujer para arreglar los papeles del divorcio, presencia un atraco en plena calle; decidido a intervenir para dar caza a los atracadores, no piensa en las posibles víctimas colaterales. Una de estas será su propia mujer, que recibe una bala perdida en la cabeza, dejándola en coma durante tres semanas. Pero una vez recuperada empieza a tener alucinaciones relacionadas con crímenes que aún no han sucedido, apareciéndosele de forma aleatoria una extraña presencia fantasmal femenina. El médico que la operó (Nick Cheung) le suministra medicamentos para paliar las visiones fantasmagóricas, pero estas en vez de arremeterse, se vuelven más agresivas, invadiendo incluso las blancas paredes de su piso. Paralelamente un asesino en serie está actuando en el radio de competencias de la comisaría de Kwok-Ming, siendo todas las víctimas personas que comparten el mismo tipo de sangre que el de su esposa. Alguien conoce demasiado bien al matrimonio y pretende acecharlos desde cerca. ¿Cuáles son sus maquiavélicas motivaciones? ¿A quién pertenece el rostro femenino que se aparece súbitamente delante de su esposa? ¿Podría ser que estuviese todo relacionado con el atraco?

Todas las respuestas serán contestadas durante los noventa minutos de metraje de este apasionante thriller, que a pesar de forzar alguna de sus situaciones (las visiones espectrales, el descubrimiento de la identidad del asesino en serie y el posterior clímax final o la tensa relación entre el matrimonio), deja al espectador clavado en la butaca de principio a fin. Aunque nadie cuestione que su historia esté cargada de algunos tópicos y que existan precedentes argumentales tanto en el cine asiático como el Occidental. Sin ir más lejos hay referencias explícitas a cintas como The Eye (el hecho de que la esposa empiece a tener visiones después de ser intervenida quirúrgicamente), The Victim de Ringo Lam (los crímenes aparentemente sin conexión y las extrañas presencias alucinatorias que padece un personaje), Inner Senses (los fantasmas suelen acosar a los personajes en el interior de sus viviendas) o a la versión original de Dark Water (el instante en que empieza a borbotar agua putrefacta de la pica del lavabo y un mechón negro de pelo surge de ella). Influencias que en cierto modo se repiten de una cinta a otra desde que Ringu (Hideo Nakata, 1998) irrumpió en las taquillas mundiales (sólo falta comprobar las decenas de productos clónicos de género terrorífico de la industria cinematográfica surcoreana de la última década).

Pero la gracia de la propuesta ofertada por Chung es la de integrar varios géneros en el mismo largometraje, y sobre todo la manera en como construye la tensión ambiental (mediante ausencia de diálogos, imágenes distorsionadas, jugar con el tempo y el suspense en una escena durante varios minutos, etc) hasta que sale a relucir la verdad. Cierto es que la última media hora puede resultar algo previsible, con soluciones argumentales insertadas con calzador y una cierta bajada de ese pulso narrativo que tan bien le había funcionado en la hora preliminar, pero conociendo de antemano las exageraciones escénicas de la industria de la ex-colonia británica, a uno ya no le sorprende que los clímax finales de este tipo de cintas sean muy pasado de vueltas. Aún así el duelo final entre dos de los actores más rudos de Hong Kong (Ng vs Cheung) termina por decantar la bascula a favor del filme y sobretodo de la resolución planteada por el realizador (pese a que no convencerá a todo el mundo e incluso provocará la sonrisa). Estamos ante un relato negro pues que, a falta de originalidad, ofrece algunos momentos de suspense brillantes. Shiver no pasará a la historia, eso es evidente, pero algún que otro escalofrío os provocará sí la visionáis durante las entrañas de la noche. Seguro que no volveréis a mirar con buenos ojos esos cuadros con presencia femenina que cuelgan de vuestras paredes.