Son muchas las ocasiones en las que me lanzo a YouTube a buscar tomas falsas de series, de programas de televisión, de películas. Creo que son una fuente de aprendizaje sobre el cine (de los errores se aprende, también de los de los demás) y dejan ver muchos entresijos de la profesión de la producción audiovisual, especialmente, de la técnica de los actores.

Sin ir más lejos, fue viendo tomas falsas donde aprendí que la decisión de cortar una escena en un rodaje o en un programa corre única y exclusivamente a cargo del director o realizador y que cualquier sugerencia al respecto te puede costar el trabajo. Da igual que el actor se haya equivocado y haya empezado a farfullar sus frases de modo ininteligible o que un cuadro de la pared del decorado se haya caído con estrépito. Si el director no dice ¡corten! el rodaje de la secuencia debe continuar sea como sea. La producción de cine o televisión es tan cara que no se debe desperdiciar nada de lo que se graba o rueda. Nunca se sabe qué puede ser aprovechable en la sala de edición o montaje, quizá la toma de sonido, quizá un contraplano, cualquier cosa puede resultar útil.

Las tomas falsas en cine no suelen ser habituales, rara vez se pueden contemplar. Quizá por no desprestigiar a las estrellas o no medrar el mercado comercial de la cinta en su vida por videoclubs y televisiones de pago. También porque echarían abajo gran parte del glamour y magia que rodea a este mundo. Son millones de personas las que todavía son incapaces de distinguir entre un personaje y el actor que lo interpreta. Baste citar la anécdota del magnífico presentador y actor de doblaje Constantino Romero, que tras presentar muchos años un concurso cultural, aún había gente que le paraba en la calle para preguntarle en que año finalizó el reinado de tal monarca...

El DVD con sus audiocomentarios alimenta en cierto modo este conocimiento que las víctimas del celuloide apreciamos en las tomas falsas. En ellos es inevitable que los implicados se refieran al proceso de rodaje, dando pistas de los problemas o circunstancias que sufrieron para llevar acabo el proyecto.

Es tan poco frecuente la publicación de tomas falsas de cine, que me atrevo a decir que si una película incluye al final durante los créditos parte de sus tomas falsas, es que la película no es buena. Esta costumbre, que se da sobre todo en las comedias, parece querer lavar la mala conciencia de los autores sobre el resultado de la película, dando un extra al espectador que a veces supera con creces la calidad del metraje normal. ¡Qué gran parodia hizo Pixar sobre ello en su Toy Story, mostrando las tomas falsas de los personajes animados!

Otra cosa que se aprende en las tomas falsas es que la interpretación es un trabajo más mecanizado de lo que aparenta. Supongo que a eso se refiere el dicho "para improvisar hay que ensayar mucho", pero resulta intrigante ver como la espontaneidad de una frase en una réplica es el fruto de un gran trabajo de observación y de repetición.

También he observado que los actores de teatro, sobre todo los veteranos, se equivocan poquísimo. Es raro ver errores de Marisol Ayuso en Aída, o de Amparo Baró en 7 vidas, o de Fernando Fernán-Gómez en Los ladrones van a la oficina. Varios directores dijeron que Fernán-Gómez era capaz de hacer treinta veces la misma toma exactamente con la misma calidad e intensidad que la primera vez. Toda una bendición.

A menudo imagino una revisión de Cinema Paradiso en la que algún proyeccionista, cuando este redactor peine más canas que las de ahora, me regale una improvisada sesión hecha de las tomas falsas de mis películas favoritas. A ver si es cierto que Rutger Hauer improvisó el monólogo final en la azotea de Blade Runner.