Si se cumplen los pronósticos, en apenas unos días desde el momento de la redacción de estas líneas el gobierno español cambiará de traje: un partido por otro. Cuentan los desencantados que tanto da, que ambos velan por sus exclusivos intereses y que los efectos en lo sustancial van a ser los mismos. Nosotros, que como publicación de ocio tenemos como norma no meternos donde no nos llaman y no sacar crispación de más temas que rivalidades freaks del tipo Star Wars/Star Treak, no hemos de posicionarnos en uno u otro bando, defender o atacar, subrayar lo que sea conveniente para unos y ocultar lo que sea perjudicial para otros. Libres (probablemente con otros efectos) de participar de un grupo editorial vinculado con alguna línea, no tenemos la obligación de meternos a defender su línea de negocio y no ganamos nada con la política.
No obstante, sí hay algo que puede cambiar fundamentalmente, y a ello hacen referencia ya varios cineastas, con mayor o menor ambición revolucionaria. Banderas sentencia que las cosas van a ser muy distintas, que las ayudas públicas tal y como las conocíamos, se extinguirán. Se dará carpetazo así, en apariencia, a una época en que las subvenciones habían sido parte importante de una mal llamada industria mientras los detractores del sistema subrayaban las bajadas en la recaudación y los métodos maquinados por algunos productores sin escrúpulos para coger el dinero y correr. Episodios como el amotinamiento en San Sebastián hace varias ediciones por parte de representantes del cine para exigir al gobierno un reconocimiento (por las labores prestadas, contaban malas lenguas) abortado a última hora por la ministra de Cultura y su supuesta chequera; el repertorio de cortos de ‘Hay Motivo’ al final de la época del gobierno popular; las campañas despectivamente nombradas de la ‘zeja’ y los supuestos regalos en forma de legislaciones vía Sinde... todo ha ido minando a una parte de lo que debería ser la audiencia y algunos parecen querer ajustar cuentas.
En el tramo final de la campaña, desde EGEDA se reclama que se saque el canon del debate electoral, nuevo elemento para embarullar más la disputa. Tras la explosión de esa verbena que era la SGAE (curiosamente ya al final de la legislatura) algunos recuerdan que el canon es una constante en Europa incuestionada, y siguen las dudas sobre cómo atajar el problema y de dónde sacar 'la pasta' para el celuloide. La duda sobre cómo financiar crece porque no sólo se cuestionan ya las subvenciones directas: desde el partido que ha de ocupar el gobierno ya avisan que el porcentaje que invierten las privadas de forma obligada no tiene por qué permanecer, lo cual da para inquietarse. ¿Será este el fin del cine español (algo que algunos imprudentes celebrarían) o al menos del cine español tal y como lo conocemos? ¿primará la rentabilidad el nuevo escenario? ¿conectará esa vía con la audiencia al buscar su interés, o impondrá la búsqueda desesperada de la telecomedia y los reclamos chuscos siguiendo fórmulas televisivas de probado éxito? ¿volveremos al destape o la reorientación del feminismo que ya no quiere mostrar pecho lo hará inviable?.
Próximo episodio, en la sala de cine.
O no.