El cine ya no es cosa de estrellas, dicen. Afirmación repetida que explica cosas como que durante un tiempo se especulara con una nueva trilogía de Transformers prescindiendo de todos sus anteriores intérpretes, una vez demostrado que sin Megan Fox aquello también rinde. Ya es posible reinventar Batman sin Nolan/Bale. O lo de Mr.Smith en Independence Day.
Esto último, tiene particular gracia. Como comentábamos recientemente en nuestra sección de noticias, a los oídos del Príncipe de Bel-Air llegó que la Fox tenía la decisión firme de continuar esa cosa de marcianos que fue Independence Day, y el hombre se puso a jugar a la lámpara de Aladino. Su problema, que con una vida tan cubierta, a la hora de pergeñar nuevos deseos la cosa se le puso delirante: cincuenta millones de dólares, un rodaje cerca de casa, que su mujer y su hijo tengan papeles relevantes… desconocemos si la lista de exigencias terroristas acababa ahí, o si en ese punto algún productor conocedor de nuevas tendencias (ya saben, “el cine ya no es cosa de estrellas”) colgó el teléfono oportunamente.
Entre todo esto, uno ve figuras como Jovovich, y se pregunta cómo una mujer, atractiva que sea, puede acabar teniendo tanto poder en el cine. Hacerse con una franquicia como Resident Evil, rehacer fotogramas de una de las entregas para remoldear su rostro, protagonizar esa barraca de feria chusca que es Los nuevos mosqueteros 3D, criticar a la distribuidora por la supuesta mala promoción una vez vistos los pésimos resultados… por menos a Megan Fox le dieron la patada y cuesta saber a qué se dedica en estos días. Quizá aquella cometió el error de llamar nazi a Bay (algunos datos de sus rodajes, confirman que el tipo no era precisamente un amor) y Spielberg como productor recordó aquellas cosas crudas de La Lista de Schindler, y se puso sensible (no habría estado de más sacar más carácter con Lucas cuando sodomizaba a Indy).
Una vez nos relataba un director de cine español, en la presentación de uno de sus trabajos de mayor salida internacional, que al vérselas con de figuras de la primera línea de la actuación le fascinó que estas se comportaran con él como seres humanos. El buen hombre sabía de los modos que se gastan en las grandes superproducciones USA, y llegaba asustado. Que las salidas de camerino tuvieran que producirse con el servicio de seguridad coordinado por emisora para que ninguna llegara al plató antes que otra -por temas de ego-, es una realidad tan grotesca como la de aquellos conocidos por no querer salir del plató sin un retraso considerable –mínimo media hora– para imponer autoridad, o las que se llevaban a sus gemelos al rodaje e imponen corte, pase lo que pase, a la hora señalada para tomar ración de proteínas y verduras.
Es por ello comprensible que, quienes consideran que la historia tiene un peso más determinante que esas marionetas que luego nos darán lecciones de política internacional, vean con interés esas ocasiones en que cine animado y real se solapan. Los intentos vienen de largo, y si con Beowulf hubo una dignidad mayor a la de cosas como Polar Express, es Tintín la que podría tomarse de referencia al realizarse animada tras años especulando sobre posible versión en carne y hueso (al ser algo intermedio, con actores que ceden palmito para recubrirlo de polígonos texturados, los actores no pierden del todo su trabajo y nos ahorramos sus caprichos).
Tampoco el resultado es todavía para tirar cohetes, es más que improbable que las ‘estrellas’ vayan a desaparecer a corto plazo. Lo que sí parece en esta última época es que algunos estarán tomando buena nota y moderando sus caprichos. La locuaz Milla y la señora de los batidos y gemelos, puede que no siempre mantengan su atractivo, tener en mente que a día de hoy sólo es imprescindible Depp para Piratas del Caribe, es una vía prudente. Y que ande este con cuidado, que existe la infografía y cualquier día le poligonizan la imagen y lo jubilan de por vida mientras la Disney pasea a un títere computerizado entre barcos sin descanso.