Hasta hace muy pocos meses, el florecimiento de las escuelas y academias de cine en todas las ciudades era más que notorio. Los aficionados que deseábamos saltar detrás de las cámaras para probar si podíamos contar algo con imágenes, leíamos con avidez los programas didácticos de las distintas ofertas para conocer cuál era más adecuada a nuestros intereses.

Buscábamos, por ejemplo, que se tocasen el mayor número de facetas técnicas posible: guión, foto, iluminación, dirección de actores... También que los profesores fuesen profesionales contrastados, gente con una carrera notoria en la industria.

Filtradas dos o tres opciones, acudíamos a las charlas de presentación de cada curso en las que el correspondiente coordinador o portavoz explicaba de primera mano las características del curso y además podíamos visitar el centro para conocer las instalaciones. Luego llegaba la ronda de preguntas y la inevitable prueba definitiva del carácter profesional de la propuesta:

- Pero, en esta escuela, ¿las prácticas se realizan con cámara de 35 milímetros?

Si la respuesta era negativa, era muy difícil que el profesor pudiese justificar semejante decisión, ya que el uso de este formato señalaba definitivamente el marchamo profesional de la propuesta docente. Había mucha gente que se levantaba y se marchaba en ese mismo momento si no era así. Somos así de ignorantes.

Esta semana hemos digerido una difícil noticia. Los 3 fabricantes de cámaras de 35 mm, Arri, Panavision y Aaton, han decidido unánime y silenciosamente dejar de diseñar y fabricar este formato en 2011 y para siempre.

Todos reconocen que desde 2009 ya sólo construían nuevas unidades bajo pedido, conscientes de que el formato digital, con sus facilidades y ahorros de coste, prevalecería frente a un material cuyo legendario ancho forma ya parte de la naturaleza misma del cine pero cuyo uso está en franca decadencia.

Este hecho no significa que la grabación en película vaya a desaparecer de inmediato. El número de cámaras de 35 mm aún en circulación y operativas es enorme y pasarán muchos años, quizá otros cien, hasta que su uso se extinga definitivamente. No es la primera vez que damos cuenta del deceso de un formato en este espacio y probablemente no será la última. Entre los redactores cruzamos apuestas sobre cual será el siguiente. La mayor parte vota por el 3D.

Pero no debemos confundirnos. Lejos de que este artículo parezca un lamento, la intención es constatar la vigencia de un arte que ha encontrado en la tecnología su mayor aliado. El cine ha dejado de ser un lenguaje apto sólo para profesionales muy cualificados y son ya muchas, muchísimas, las propuestas de obras que llegan filmadas con una cámara de fotos digital o incluso con un teléfono móvil con una calidad de imagen pasmosa y unos recursos narrativos más que válidos.

Y, volviendo al temas de las academias y escuelas de cine, constatar también como sus docentes ya se han adaptado e incorporan en sus programas explorar las posibilidades que dan estos dispositivos móviles a sus jóvenes usuarios para la narración audiovisual. “Para que filmen sus delitos con un mínimo de coherencia y ritmo narrativo.” -me deja caer uno de ellos, con mucha sorna. “Porque luego los ves en YouTube y no se entiende un carajo.”